Es medio plana la vida, aplastada y con un sabor
dulzón. También es un tanto olorosa, lo digo por este hedor intoxicante que me
envuelve y que solía ser agradable, pero ahora se ha vuelto francamente
repugnante. Esa es una de las desventajas de vivir en este pequeño envoltorio
plateado (y digo envoltorio porque, vamos, la condenada cosa esta se pega a mi
cuerpo con tal acierto que si quisiera dejar de ser plano, no podría).
Pero he oído los rumores, y francamente el papelito
brillante este suena como el cielo comparado con el cuento que escuché de lo
que le pasó a Omar, el de arriba. Dicen que dejó de ser plano, y ahora no tiene
ni forma, ni olor, ni mucho menos sabor. Y por ahí escuché de las malas lenguas
(porque te diré que ésas de menta son de lo más chismosas) que lo vieron medio
despedazado en una esquina, pegado a un zapato. Cómo se habrán enterado no
tengo ni idea, pero de todos modos me preocupa. Este tipo que me compró parece
haber dejado los cigarrillos, y quién sabe qué ideas de destrucción cargará en
la cabeza.
*Tomado del libro "Destinos
Circulares", 9 Signos Grupo Editorial, Panamá, 2010.
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