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viernes, 21 de diciembre de 2012

Lissete E. Lanuza Sáenz en Exedra Books, o, como me gusta llamarlo...yo, sobre ...pues, yo.

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Y, pues…un día,  hace poco me invitaron a Exedra, a hablar un rato, filmar un vídeo, contarles un poco de mis libros. Y, pues, a mí, como no me gusta ni un poquito hablar, me costó taaanto. (Anécdota divertida, esto lo filmamos a la primera. No tuve que repetir nada. Fue in and out. Esos años de teatro en la escuela sirvieron de algo. Igual pensé, hago otro intento y la daño, eh, así que mejor lo dejamos así.)

Les regalo el link del vídeo. Espero les parezca que me quedo tan bien como yo pensé que me había quedado después de filmarlo. (OJO, no me atrevido a verlo de nuevo, no vaya a ser que no me gusta).

Como siempre, acepto comentarios. Buenos, malos, medio buenos, horribles (bueno, esos no sé…pero lo pueden intentar). Mejor es eso que quedarse callados, eso sí.



viernes, 31 de agosto de 2012

Viernes de cuento: Decisiones

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Es divertido, reflexionas, mientras tus ojos siguen el casi imperceptible movimiento de sus sandalias blancas golpeteando el piso, un tic que se manifiesta cuando está nerviosa, como tú bien sabes.

Es divertido, te repites, dejándote hipnotizar por el sonido de sus tacones contra el pavimento, aunque para ser realmente sincero no le encuentras la diversión al asunto.  Más aún, podría decirse que la situación te llena con una rabia increíble, cambiante, que comienza como un sonido sordo martillando dentro de tu cabeza para luego disminuir hasta un vacío frío y profundo en el que poco a poco van desapareciendo tus sentimientos.

Quizás es una estupidez, razonas, pero no es la primera vez que sucede, y lo que antes has dejado pasar con un gesto de despreocupación y una sonrisa comprensiva hoy parece calar hasta tus huesos, un frío ancestral recorriendo tus entrañas mientras lágrimas silenciosas se detienen sobre tus mejillas, sin atreverse a caer.

No es nada tan serio, te dice esa vocecita que viene de muy adentro, aquella que muchas veces te ha llevado a disculparla, a aceptarla de nuevo cuando hacerlo parecía una soberana estupidez. Bien podrías perdonarla, continúa esa parte de ti que no tiene orgullo, porque ama incondicionalmente.

Pero ya la has perdonado muchas veces, te rebates a ti mismo, cansado de escuchar a la parte buena de ti. Innumerables veces has pisoteado tu orgullo para dar el primer paso hacia una reconciliación que ella no se merecía. Y hoy,  un día cualquiera en la larga cadena de días que has pasado a su lado, de repente, ya no aguantas más.

Quizás lo más chistoso de todo es que casi puedes predecir su reacción, así como puedes decir con absoluta certeza cuál sería la tuya si fueras a dirigirte hacia ella, como tantas veces has hecho. Tus manos se posarían sobre las suyas, y con un temblor ella se lanzaría a tus brazos, mientras de tus labios surgirían palabras de alivio y aceptación.

Ella prometería no volver a hacerlo, y tú, ciego, le creerías, una vez más pondrías tu corazón en sus manos con absoluta confianza, así te enseñaron a amar después de todo, y nuevamente serías pisoteado.

La repetición de hechos se ha vuelto tan cargante, tan gastada, que hasta pareciera que te ha convertido en un adivino, capaz de predecir el futuro. Tu padre diría que ha hecho de tí un cínico, y no estaría lejos de la verdad. Después de todo, sólo un cínico sería capaz de encontrar diversión en el asunto.

Te concentras de nuevo en sus sandalias blancas, tac tac, tac tac contra el gastado piso de asfalto. Es un sonido que se manifiesta cuando está nerviosa, te repites a ti mismo, y mientras lo haces, tus manos se aferran al frío metal del banco que te sostiene. Tac, tac – Es porque no se siente cómoda, claro, te dices a ti mismo. -- Si lo estuviera, no tendría los pies cruzados así, claro…tac, tac, debe ser un sonido de lo más irritante  – y de repente estás de pie.

Es un paso tan monumental en la historia que casi esperas oír el sonido de tambores repicando con una melodía victoriosa. Estás de pie, después de todo, no sollozando contra sus faldas, ni aferrado a sus impecables sandalias blancas. Estás de pie, observando el suave movimiento de su rubia cabellera, y has caído en cuenta, por fin, de que no tienes ninguna intención de caminar hacia ella. 

Levantas un poco la cabeza, te permites el lujo de observarla, de memorizar el color de la luz reflejado en su cabello, la curva de su cintura y el casi imperceptible temblor de su mano derecha. Por un momento casi te convences a ti mismo de que esta vez será ella la que se levante, ella la que dé el primer paso, pero la ilusión pasa pronto, y minutos después todavía estas ahí, de pie, mirándola.

Tú caminas hacia ella, y se abrazan, pero no viven necesariamente felices para siempre. Así es la historia, pero como tú ya sabes cómo termina haces la única cosa que puedes hacer, te volteas y caminas hacia el lado contrario. Ya va siendo tiempo de buscar tu final feliz, después de todo. 

*Tomado del libro "Destinos Circulares", 9 Signos Grupo Editorial, Panamá, 2010. 

viernes, 27 de julio de 2012

Viernes de cuento: Síndrome de abstinencia

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Temblaba, de necesidad, de rabia, de frustración. No le agradaba esa necesidad necia que le oprimía el pecho y hacía danzar numerosas estrellitas de colores frente a sus ojos. Alucinaba que tenía una alucinación, y se despertaba en medio de una nueva, extrañando el dulce sabor de algo que nunca supo a nada. Era la ausencia, había dicho la doctora.

Aquí está, éste es el momento clave, decían, mientras mamá temblaba esa tembladera tan de ella y repetía entre murmullos ‘nunca más, nunca más’.

Y la habían encerrado en estas blanquísimas paredes blancas, donde sudaba frío mientras se llevaba las manos a la cara, aspirando algo que hace mucho tiempo no estaba allí. Olores de tiempos pasados se mezclaban con el recuerdo del sabor de aquello que siempre había querido, y que le habían arrebatado de sus manos cuando, al fin, era feliz.

Temblaba, sin falta, cuatrocientas cuarenta y cuatro veces al día, como una obsesiva compulsiva que, de repente, necesita entender todo en números para controlar el mundo a su alrededor. O quizás era que el calor había desaparecido de su mundo y de repente sufría de frío, un frío crónico que la dejada sudando mientras respiraba entrecortado y pensaba en los estragos de la ausencia.

Cuando las alucinaciones de tenerlo la dejaban, rezaba. Once veces seguidas, porque por alguna razón encontraba la claridad en la repetición continúa. Y cuando venía la oscuridad, y venía siempre, todos los días, con los brazos abiertos, como llamándola a otro mundo del que sin embargo siempre debía regresar, sentía su corazón palpitar y soñaba con no despertar jamás.

Pero siempre lo hacía. Era por las ‘medicinas’, curioso cómo no le llamaban drogas a lo que le daban, pero ella, ella era una drogadicta del montón aunque su sangre no hubiera sentido nunca más droga que la pasión, y la necesidad por él.

A veces, en sus delirios gritaba, con tanta convicción que los doctores se preguntaban la utilidad de tenerla encerrada. Podía ser una drogadicta, sí, pero su única droga era él.

*Tomado del libro "Destinos Circulares"  9 Signos Grupo Editorial, Panamá, 2010.

jueves, 28 de junio de 2012

Jueves de Micro-Cuento: Accidente

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Observo la escena en silencio. Luces sin sonido, personitas que corren lentamente. Se me revuelve el estómago, pero no puedo apartar los ojos del charcho rojo en la acera. A su lado un carro azul humea, y una mujer tirada sobre el pavimento oculta su cara entre las manos. Se me cierra la garganta, y sin embargo mis ojos no se apartan de la creciente mancha roja. Tengo miedo de voltear y confirmar que el carro me pertenecía a mí.

*Tomado del libro "Destinos Circulares"  9 Signos Grupo Editorial, Panamá, 2010.

jueves, 21 de junio de 2012

Jueves de Mini-Cuento: Conclusiones

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No es fácil hacer una cosa así, habría que pensárselo muy bien; no obstante, el tipo no sólo actuaba como si nada sino que obviamente se excedía.

Un loco en un mundo de cuerdos – o un cuerdo en un mundo de locos. Una pregunta válida. ¿El o yo? ¿Quién de los dos estaba equivocado? Para él era muy fácil, para mí extremadamente difícil. Uno de los dos tenía un problema. 

O quizás simplemente es que yo era un cobarde y él extremadamente valiente. Era la manera más sencilla de verlo. Estábamos hechos de la misma calaña, quizás. Pero él estaba dispuesto a aceptarlo y yo luchaba todos los días contra mi naturaleza. Siempre pensé que esto me hacía valiente, pero en el fondo era él el valiente, porque era el él que se aceptaba tal y como era, y yo el cobarde, el que rechazaba mi verdadera naturaleza y me escondía detrás de una máscara. El que pretendía ser otra cosa. 

Pero – estoy pensando demasiado, ¿no? Esto de tanto dialogo interior es una tontería – mejor hacer. Al final la gente te condena por lo que haces. Nadie se entera de lo que piensas. Yo seré igual que él si lo hago o no. Nadie se enterará si lo pensé más o no. 

Con esta conclusión  agarró la jeringuilla y tomó por fin la decisión. Al fin y al cabo, es mejor sentir. 

*Tomado del libro "Destinos Circulares"  9 Signos Grupo Editorial, Panamá, 2010.
 
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