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miércoles, 17 de octubre de 2012

With the Yankees, it’s either LOVE them or HATE them.

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Me gustaría decir que hay punto medio cuando se trata de este tema. Shades of grey y todo eso. Pero, estoy un poco susceptible con ese tema de los shades of grey (por razones obvias), y, además, con los Yankees, simplemente, no hay punto medio. O los amas, o los odias. Y, pues, aunque les duela a muchos, la mayor partes de las veces, pues, los odias.

No solo pasa con los Yankees, eh. Pasa con muchos equipos. El Real Madrid. El Barca, últimamente. Los Patriots. Realmente, pasa con casi cualquier equipo que se vuelve famoso y comienza a tener muchos pero muchos fanáticos. Siempre hay gente que ha sido fanático desde el principio. Luego hay la otra gente, la que saltó al carro al final. La que ni siquiera conoce los nombres de los jugadores. La que no se acuerda que es el beisbol hasta la segunda ronda de los playoffs. La que fastidia a todo el mundo. 

A mí me gustaría decir que esa son la gente que hacen que odie a los Yankees, la gente que hace que odie al Real Madrid, pero, para ser honestos, a mí lo que me molesta de los Yankees es absolutamente todo. Desde el fantasma de Steinbrenner, hasta la existencia de Jeter (aunque, bueno, para ser honestos, lo único que no me gusto, fue la lesión del susodicho en el primero juego de la serie de campeonato de la Americana. Vamos, que yo odio a los Yankees, si, y quiero que pierdan siempre, sí, y quiero que Jeter se ponche 5 veces al juego, sí, pero que se lesione, pues, eso no. No Jeter. Hay tipos que no se merecen más que respeto, y Jeter es uno de esos.), pasando por los 30 millones al año del inútil de A-Rod, y terminando con el hecho de que, si este año llegan a perder, pues, el año próximo, se encargaran de comprarse a todos y cada uno de los jugadores que les ganaron.  

A mí me gusta el béisbol. Me encanta. Pero los Yankees están a punto de arruinarlo. Nadie puede competir, porque nadie tiene tanto dinero. Así ha sido por mucho, mucho tiempo. Y así seguirá siendo. Nadie quiere cambiarlo. Los fanáticos son muchos. Todos compran camisetas. Al inútil de Alex Rodríguez le pagan más que a nadie por poncharse tres veces al juego con las bases llenas. 

Un día (sueño con ese día, lo juro), la cosa no será sostenible. Oakland le ganará a Detroit. Atlanta le ganará a St. Louis. Baltimore a los Phillies. O, si se quiere soñar en grande…San Diego le ganará a los Yankees. El equipo con menos dinero, al que más tiene. O, quizás, la  MLB despierte. Tal vez se den cuenta, como, tiempo atrás, se dieron cuenta la NFL, la NHL y la NBA que sin un tope salarial y en una liga donde solo compiten los Yankees …pues, a la mayoría de los fanáticos, no nos queda más remedio que odiarlos.

martes, 9 de octubre de 2012

Goodbye Chipper

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Me ha tomado un par de días poder escribir esto. El viernes, cuando los Bravos perdieron con los Cardenales, en el que vendría a ser el último juego de la carrera de Chipper Jones, no tenía ánimos para hacerlo. No era solo tristeza. Como soy del Club de amigos pague por sufrir, ya estoy acostumbrada a perder. Especialmente con los Bravos. Eso fue lo de menos. Lo que trajo lágrimas a mis ojos fue el pensar que esta sería la última vez que vería un juego de béisbol en el que interviniera Chipper Jones. 

Nunca he visto uno.

Parece mentira, pero comencé a ver béisbol en 1995. Chipper Jones era entonces un novato, con cara de niño y mucho potencial. Dieciocho años después Chipper Jones es uno de los mejores terceras bases de la historia. En cinco años ira, seguramente, al Salón de la Fama. Yo estaré feliz. Pero no será lo mismo. Nada será lo mismo. 

Cuando cumplí quince años (pareciera que fue hace siiiglos), recuerdo que quería muchas cosas. Pero ni el crucero, ni la fiesta, ni nada que me pudieran ofrecer me quito de la cabeza lo único que de verdad, verdad, verdad quería como regalo de quince años. Ir a Atlanta a ver a los Bravos. Y a Chipper, obviamente. 

Siempre he pensado que Chipper, en el año que gano su MVP, como que se enteró de que yo estaba ahí. Al menos, eso sentí yo, después de ver cuatro home runs en cuatro días. No es que me volví fanática ahí, dejémoslo claro, ya lo era antes. Pero después de ese momento, ya no hubo vuelta atrás.

Era una niña entonces. Luego crecí, claro está. A veces uno crece y los héroes de la infancia se quedan allá, en tu niñez. Chipper se vino conmigo. Antes podía ver los juegos por televisión casi todos los días, me gustaba llenar los scorecards y podía recordar, con exactitud, como habían quedado juegos de hace dos meses. Ahora hay MLB.tv, pero tengo mucho menos tiempo. 

A pesar de eso, Chipper siempre mantuvo su lugarcito en mi corazón.

Gracias a él seré fanática de los Bravos, contra viento y marea, pase lo que pase. Forever and ever. Si algún día tengo hijos les comprare zapatitos con la A grande, en blanco y todo eso. Y pues, no, el béisbol, al menos, por ahora, no será lo mismo. No sin Chipper, ahí, bateando de tercero, en la tercera base, como siempre en mi memoria. Pero la vida sigue. El béisbol también.(Sigue, verdad?) Y aunque cada vez tengo menos tiempo, les puedo prometer una cosa: Después de 18 años de ser fanática de Chipper, ya no hay vuelta atrás. 

No queda más que ir en contra de los Yankees. Digo, para ser original y todo eso.

jueves, 3 de mayo de 2012

It Ain't Over 'til It's Over

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Ojalá tuviera palabras para describir el juego Braves-Phillies de ayer. Pero, como bien escuché decir a los jugadores, por allá por la medianoche, cuando todo había acabado, hay cosas que no se pueden explicar. Esta es una de ellas.

Aun así, como tengo que intentar procesarlo (el beisbol es un juego cruel, siempre hay otro juego al día siguiente que sirve para bajarte de la nube), les voy a contar mi experiencia con el juego.

Cuando comencé a ver beisbol era capaz de quedarme viendo un juego hasta el final, aunque mi equipo estuviera perdiendo por 6, 8 o 10. El tiempo me ha dado algo de perspectiva (y sabiduría). Así que, como toda persona normal, cuando el juego iba 6-0 a favor de los Phillies, con Doc Halladay lanzando, dije. That’s it. Ya perdimos. Y me puse a hacer otra cosa.

Hago un paréntesis aquí para contarles que, al menos, me fue mejor que al Sr. Ryan Lawrence (@ryanlawrence21), periodista que cubre a los Phillies que, en ese momento, señaló que “caminaría hasta Filadelfia” si Roy Halladay perdía el juego. 

Le demorará bastante caminar desde Atlanta hasta Filadelfia.

Pero el punto es que yo también perdí la fe por un rato. Pero, fanática en el fondo, me volví a fijar en el juego un rato después. Los Bravos iban ganando 8 a 6. En ese momento me sentí terriblemente culpable. Por mi falta de fe me había perdido toda la diversión!

Claro, eso me duró hasta que Carlos Ruiz (duele el doble cuando son los panameños que le dan duro a mi equipo) se encargó de que el juego fuera 12 a 8. Y, claro, como mujer de poca fe que soy pensé, no lo van a hacer de nuevo.

Esta es la peor parte. Me arrepiento. Mea culpa. Lo siento. No lo vuelvo a hacer. Porque sí, obviamente, lo hicieron de nuevo. Yo que me voy a comer algo y el juego que de repente va 13 a 12. Y viene mi closer. Kimbrel se va a encargar.

Excepto que no. Y el juego está empatado. Me está comenzando a dar acidez. ¿Será que alguien saca un out? ¿Será que alguna vez se acaba este juego? ¿Será que poder dormir hoy?

La historia tiene un final feliz. Y si lo tiene es porque este equipo todavía tiene a Chipper Jones, que, a sus 40 años, todavía es capaz de recordarme porque en 1995 decidí convertirme en fanática de los Bravos. El mismo Chipper que ha estado presente por cada temporada de beisbol que he visto en mi vida. Ese que se retirará al final del año.  

Por hoy, me deja ese homerun para ganar el juego. Ojalá pueda dejarme muchos más momentos a lo largo de la temporada.
 
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