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viernes, 18 de julio de 2014

El tiempo mata mientras cura las heridas

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A veces abro los ojos y no me acuerdo que ahora vivo en un mundo sin ti, papito. Eso es lo peor. Ese momento donde la luz del sol te pega y no tienes problemas ni preocupaciones porque el día apenas está comenzando. No dura mucho, claro está. La memoria es una carga y una bendición. Luego me siento culpable por ese breve momento de paz, aunque estoy segura que tú no me lo reprocharías.

La mayor parte del tiempo estas cada vez que hago una pausa. A veces cuando no las hago. Quiero imaginarte sonriendo, pero no lo logró. Te veo en el hospital, con los ojos cerrados. Siempre. Ahí. No quiero recordarte así. Pero tengo miedo. Si se va esa imagen, ¿se llevará consigo todas las demás? Podre todavía verte sentado frente a la televisión hasta el último momento, aunque los Dolphins fueran perdiendo por treinta puntos. ¿Podré verte cantando una canción de esas que yo siempre decía eran de viejo? O, ¿será que cuando te vayas, te vas por completo?

Es un miedo tonto, dice mi cerebro. También lo dice la gente que pretende consolarme. Lo dice el sentido común, los libros, las canciones. Pero el miedo es más fuerte. Ayer me tomó tres horas recordar tu risa. ¿Si lo intento hoy, me tomara cuatro? ¿Cinco? ¿Podré?

Tenerle miedo a la muerte es normal. Común, diríamos. Pero, ¿sabes que me da más miedo que la muerte, papito? El olvido. No se me ocurre nada peor que olvidarte, que encontrarme en un día donde, al poner mi cabeza en la almohada me doy cuenta que no he pensado ni un segundo en ti. No me dejes llegar allá, papito. Te lo pido. Aunque creas que es lo mejor. Aunque intentes que estemos bien. Bien ya no existe. Bien es un imposible. Y no puedo imaginarme mejor si tu no estas, aunque sea en mi cabeza y en mi corazón.

Por eso hoy me acuerdo. Me acuerdo de cuando te aparecías por detrás, así, suavecito, y asustabas a todo el mundo. Y de cuando me despertabas para ver si estaba durmiendo. Que rabia me daba. O la vez que me despertaste para preguntarme el final de Harry Potter. Qué bueno que te lo conté, papi. Qué bueno que esas cosas todavía están conmigo. Aunque ahora solo sean recuerdos. Aunque ya no haya más.

Nada va a ser lo mismo. Nunca más. Pero todavía se puede vivir (creo). Si lo intento, es porque se lo que dirías. Lo imagino. No sé si con tu voz exacta, pero casi que puedo escuchar las palabras. Y, si, papito. Yo también te quiero. Y lo intentaré. Lo prometo. 

viernes, 13 de septiembre de 2013

Confesiones

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Una amiga muy querida comenzó con el feeling de las confesiones hace poco, y, pues me inspiró a sentarme a pensar en que exactamente confesaría yo, si tuviera que hacer lo mismo. Y no hablo de pequeñas confesiones, no, hablo de esas que dan pena. Esta es la respuesta:

Lo confieso. Leí Twilight. Pido perdón por mis transgresiones, pero es que, tienen que entenderme… ¿Cómo criticar sin leer? Y no, no leí los cuatro libros, tampoco soy masoquista. Solo el primero. Y bueno, sí me salte algunas páginas. Bastantes. Casi todas. Ahora estoy comenzando a pensar si debería contar como que lo leí. Y si, fui a Wikipedia a averiguar que pasaba después, porque I’m addicted to the train-wreck factor. 

Vi la película también. Granted, tuve que emborracharme para hacerlo, pero la vi (I blame you, C!). Les juro, después de ocho shots de hard liquor, es mega divertida. Seguramente la gente en el cine no estará de acuerdo conmigo.

Intenté leer 50 Shades of Grey. Otra vez, tiene que ver con lo de poder criticarla. No pude. Y tengo una high tolerance for crap, eh. Pero, que va. Too much for me.

He visto todos y cada uno de los capítulos de Grey’s Anatomy, la mayoría de ellos más de una vez. Si, ya se, es un poco melodramático. Irreal. Pero, me gusta. No puedo evitarlo. También me gustan los realities.  Es como ver televisión sin que se requiera ningún pensamiento elevado. No me tienen que decir que la mayoría no son reales, etc, etc, etc. Ya sé. Igual me gustan.

Me gustan las papitas fritas, no con kétchup, sino con helado de vainilla. Batido, aun mejor. No me gustan los hot-dogs. Odio el blue cheese. 

También, a pesar de todo lo que digan o dejen de decir, pues, si, me gusta Ricardo Arjona.  Me encantan los musicales. Soy perfectamente capaz de pasar un día entero en el sillón, sin moverme, viendo deportes. Y, ayer, vi Australia, completita. Por segunda vez. Hugh Jackman does that to me.

lunes, 22 de julio de 2013

Murphy was an optimist

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Si algo puede salir mal, saldrá mal, dijo Murphy, hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana. Bueno, en verdad, seguramente no estaba ni tan lejos, porque el condenado de Murphy era panameño, cosa que no debería ser ni sorprendente, porque, como ha demostrado la vida, si algo te puede salir mal, no solo te saldrá mal, te saldrá mal en el peor momento, será tu culpa y todo el mundo se dará cuenta. 

Hoy ha sido un vivo ejemplo de eso, y apenas son las once de la mañana. Me desperté con un plan en mente (lo cual ya, de por sí, resulta un problema, si uno se despierta sin expectativas las cosas no le comienzan a salir mal tan temprano), pero el desayuno me quedó demasiado salado, el cabello no cooperó, la ropa que me quería poner no estaba planchada (Y planchar a las 7 AM is where I draw the line) y, para colmo, se me olvidó ponerme rímel.

Cuando llegue al carro me di cuenta que se me había olvidado el Ipod, así que tuve que escuchar radio. Ah, y, obvio, el día que no puedo ni distraerme cantando, me encuentro con el tranque más horrible en la historia de los lunes por la mañana.

 Me debí haber esperado, ya que todo lo demás me había salido mal, que, cuando llegara a mi trabajo, alguien estuviera estacionado en mi parking. Pero, no, fue una sorpresa. Ya sé que siempre me quejo del frio, pero hoy, hoy estaba esperando con ansias las temperaturas gélidas de mi oficina, a ver si se me enfriaban los ánimos. Pero, oooobvio, como así es mi vida, se dañó el aire acondicionado.  Y el internet no funciona. Y mi data es una cosa que depende del humor del universo, o algo por el estilo.

Y hoy no traje ningún libro. Ni tampoco un snack. Así que será yo y el té verde for the foreseable future.
 
Es como si Murphy en verdad hubiera agregado: If you perceive that there are four possible ways in which something can go wrong, and circumvent these, then a fifth way, unprepared for, will promptly develop

Corollary: It will be impossible to fix the fifth fault, without breaking the fix on one or more of the others

Pero el día no ha terminado. Oh, no. El día ni siquiera va por la mitad. Las cosas todavía pueden empeorar. Murphy me ha enseñado eso. Es más, a veces, las cosas pueden empeorar tanto que Murphy comienza a sonar como un optimista.

Será muy temprano para cerrar los ojos y pedir que sea mañana??

viernes, 19 de abril de 2013

On Boston, running and what we’re made of

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On Wednesday, I went running. I’d seen the signs all around Facebook, “Run for Boston”, they said, and I thought it was appropriate, fitting, in a way. It felt like I was paying tribute. And yet, while I was running, the thought of how little it actually meant struck me. It was a symbol, yes, but what would a symbol from one person in Panama mean in the grand scheme of things?

I wasn’t sure, but I kept running. I went alone, so I did not take any pictures. I did not dress any particular color. I told no one I was doing it. But I ran, in a way, for those people who did not cross the finish line. For those that never will.

During the day I saw that a few people I knew had done the same. They’d gone running, they’d posted pictures. It was heart-warming, and it made me feel a little silly. I should have taken a picture. What’s the point of the action if you don’t send a message, I asked myself? Is there even one? Does it truly count?

Today, when I woke up with the news of a shut-down Boston, a suspect dead and another one in pursuit, it struck me how this whole story had been filled with so many good things, and so many bad things. We’re used to senseless acts of violence now. We’re immune, in a way. We can look at the gruesome images on the TV on a way we couldn’t have done fifteen years ago. We mourn, yes, we always do, but we expect things like this to happen. 

We are not surprised when they do.

And, maybe because of that, we act in ways that a decade ago would have seen heroic and now are merely commonplace. We run towards danger to help others. We offer food, shelter, and anything else we can to those people touched by tragedy. From the other side of the world we put on shoes and go on a run to support people we have never met, people we will probably never meet.

Yes, we’ve become jaded, but I like to think that we’ve also become better. More empathetic. We’re still different, but we’re better suited to put those differences behind and work towards a common goal. Tragedy used to divide us, and in a way, it still can, but it can also unite us. And it so clearly does. 

We also understand better a concept that was so beautifully stated by the wonderful comedian Patton Oswalt, and that went viral a few days after the bombings in Boston.

“So when you spot violence, or bigotry, or intolerance or fear or just garden-variety misogyny, hatred or ignorance, just look it in the eye and think, "The good outnumber you, and we always will.”

Amen.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

It's my life...

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¿Para que escribe uno un blog?, me pregunto a veces. Supongo que es porque, en el fondo, a uno no le gusta estar callado. Así es para mí, al menos.  Tengo tantas opiniones que se me desbordan, y a veces, me gusta simplemente tirarlas al espacio a ver si dejo de pensar en ellas. 

También es verdad que resulta mejor no decirle tus opiniones a la gente, al menos, en la mayor parte de los casos. El blog es una cosa abstracta, tiene mi nombre, mi apellido y hasta mi foto, pero no se siente como si fuera yo. Por escrito, y por internet, siempre es más fácil procesar las opiniones ajenas. He perdido amigos por culpa de mis opiniones (en el fondo no eran tan buenos amigos, si fuera tan narrow-minded que solo pudiera ser amiga de la gente que está siempre de acuerdo conmigo, pues…tendría pocos amigos). 

Ya ven que me estoy poniendo medio filosófica, y este post no es sobre nada de nada. Pero mis dos últimas semanas han sido épicamente horribles (mucho trabajo, poco sueño, junk food, etc), y bueno, cuando esto pasa, siempre me da por la filosofía. Y ayer tuve la dicha (SARCASMO) de encontrarme con una conocida que me dejo bastante claro (o, al menos, lo intentó) que ella, con su cartera Michael Kors, su anillo de compromiso y su pantsuit blanco, era superior a mí.

Y pues, me encanta Michael Kors, pero, para ser honesta, prefiero gastarme la plata en zapatos. Y nunca, en toda mi vida, se me ocurriría ponerme un pantsuit blanco, y mucho menos para trabajar. Dios me libre. Y, pues, no, no tengo muchas ganas de casarme por ahora. Quizás esto cambie en algún momento, yo no puedo decir que no terminare casada y, para colmo, con una Michael Kors. Pero si les puedo decir que no me pondré un pantsuit blanco, eh. 

El punto de este post, que dice de todo y nada a la vez, es que, pues, todos somos como somos. Yo tengo la dicha de conocer muchas personas en este mundo, personas diferentes, divertidas, inspiradoras. Creo que en las diferencias está la clave. Ahí está la inspiración. La historia. 

Siempre habrá gente que piensa que es mejor que uno.  Gente de esas que caben en un molde y les molestan sobremanera la gente que se rehúsa a ser categorizados (yo creo que esta palabra no existe, pero vamos, que ya deben estar ustedes acostumbrados a lo de inventar palabras).  Pero, en el fondo, es mejor ser uno mismo. Yo estoy feliz con quien soy. Bueno, la mayor parte del tiempo. Pero eso es parte de la gracia, ¿no?
 
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