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lunes, 11 de agosto de 2014

Lunes de cuento: Mangos

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Es mayo y en mi casa huele a mangos. Mi abuela los prefiere verdes, en una ensalada de esas que casi no se pueden comer, pero con la que sueñas en las tardes de noviembre. A mi mamá le gustan maduros, entre rojo y ese anaranjado que no nos queda más que decir que es color mango, porque no hay otra palabra para describirlo. A mí siempre me gustaron “pintones”, como diría mi abuelo, que al fin y al cabo, es el que siempre nos los trae.
Pasé mucho tiempo extrañándolos. Un día, a finales de abril, me dirigí al Mercat de la Boqueria, dispuesta a darme un lujo. Pero el gusto costaba cuatro euros. ¡Cuatro euros por un mango! ¿Se lo imaginan? Con lo que cuestan los mangos en Panamá. Me dio tanto asco solo de pensarlo que tuve que irme sin él.  Con cuatro euros se compran bastantes cosas.
Me comí un melocotón eso sí, para no irme sin una condenada fruta, y me resigné a añadir una cosa más a mi lista de todo lo que me hacía falta. Al fin y al cabo, no lo extrañaría por mucho tiempo. Ya estaba llegando la hora de ir a casa.
Excepto que la vida no es siempre como uno la planea. A veces pasan cosas malas, que te obligan a revalorar. Otras pasan cosas buenas, que te hacen dar gracias a Dios. La combinación de estas a veces te mantiene lejos de casa.
Regresé el próximo abril, dispuesta a comprarme el mango de cuatro euros y sentirme nuevamente en casa, sentada bajo el palo aquel, en la finca de mi abuelo. Comiendo uno, dos, cinco, siete, tantos como quisiera. Él me los daba ya pelados.
Esta vez no había mangos. Ni uno solo, por más que yo estuviera dispuesta a pagar un ojo de la cara por ellos. Se quedaron solamente en mis ansias, en mis remembranzas de aquel lugar que llamamos hogar.
Planeé regresar tantas veces. Intenté hacerlo. Pero acá tenía una mejor vida. ¿Para qué dejarla? Y si a veces la nostalgia era tanta que me daba por llorar, pues, eso era normal. ¿Cómo no iba a extrañar?
Luego te fuiste tú. Te marchaste. Y yo ya no regresé más. No tenía ganas. Mi casa dejó de existir. Formé un hogar, primero, en un cuartito con miles de fotos, y luego en un apartamento ultra-modernista que seguramente tú hubieras odiado. Con un novio flaco y alto que corría maratones y con el que nunca me casaría, porque ya no creía en eso, ya no creía en nada.
Nunca volví al Mercat de la Boqueria, porque me recordaba que nunca podría volver a pisar mi casa, no aquella que dejé, pero en mis recuerdos, es siempre mayo, tú me abrazas y huele a mangos. 

viernes, 13 de junio de 2014

Viernes de cuento: Suerte

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(Estamos en época de Mundial. Hoy me encontré, por pura casualidad, este cuento, que escribí hace varios años ya, para un taller, y que no ha sido publicado en ningún lado. Se los regalo. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.)


Pelotazo largo, tratando de sorprender…que buen pase, esta solito allá M7, le puede pegar de primera, lo hizo…GOLAZO! Gooooooooooooooooooooooooool!!!!  Que golazo de M7, sin lugar a dudas el mejor jugador de la liga, por no decir del mundo, en una jugada espectacular, providencial, pone a su equipo por delante. M7, SIEMPRE, M7!!!!

Cuando la veo por primera vez me asalta la certeza de que mi vida está a punto de cambiar.

Para mejor, claro está. Las cosas no me salen mal. A mí no.

Lo tengo todo. Y cuando digo todo tampoco exagero. Dinero. Belleza. Talento. Soy el Dios del fútbol. El mejor jugador del mundo. Seguramente también el segundo mejor. Y el tercero. Nadie se compara.

Todos me miran de lejos. Dentro de algunos años me mencionaran con los grandes, con Maradona y Pelé.

Ella parece saberlo. Me mira, y hay algo en sus ojos. Sonríe y me cautiva. No hay nada falso en ella. Al menos nada que pueda discernir fácilmente. Me causa una fascinación que me sorprende hasta a mí mismo. No se parece en nada a las anteriores. No se parece en nada a nadie.

Me embarco en la aventura sin pensarlo.

Que bueno, se va de uno, de dos…hace la Diagonal, madre mía que bueno es… hace un recorte, otro…puede ser un golazo…tira y…le pega al travesaño…que lastima, Dios Mío, que lastima...bellísima jugada de M7!

Todo cambia rápidamente. Ella se preocupa cuando ando por ahí en mi Ferrari, así que lo vendo y me conformo con un Mercedes. Dejo de ponerme aretes de diamantes y ahora le regalo diamantes a ella. Tampoco hago muchos anuncios sin camisa. Me estoy volviendo un hombre serio.

Maduro.

Mis patrocinadores no están felices al principio, pero el hecho es que se hace lo que yo quiera. Sin mí no venderían nada. Yo soy la estrella aquí, y ellos, ellos los encargados de encontrar la manera de mantenerme contento.

Ella es ahora lo que me hace feliz.

Y arranca M7 por dentro, el balón picado para Juanito, otra vez para M7, el control de M7 dentro del área ….peligro de gol, peligro de gol, peligro de gol ….M7 que chuta y ….el portero! La ha parado el portero….que mala definición de M7 con toda la portería para escoger la ha chutado suave y al cuerpo del portero….muy mal…La portería que se le achica y M7 que es que últimamente no mete una!

Estoy pensando en casarme. Creo que es el próximo paso. Ella ya se ha mudado conmigo. Últimamente hasta me escoge la ropa. No me molesta. Es una señal de madurez. Un paso importante. Tengo ahora muchos más trajes sobrios, menos corbatas y camisas coloridas. Al final, es importante la imagen. No puede uno ser recordado como un payaso.

Todo cuenta. No solo meter los goles. Y si uno pasa por una mala racha…pues eso es normal. Hay veces que la pelota no quiere entrar. Es como si tuviera mente propia. Que hoy, hoy no estoy de humor, parece decir.

Nada dura para siempre. Ni las buenas rachas, ni las malas. Al final lo que queda es el talento. Y cuando se es tan bueno como yo, pues todo se arregla.

Ojala se arregle pronto.

Cuidado, cuidado que se viene el gol….mete la pelota Pedro para M7, el tiro y….la falla! ¡LA FALLA! ¿Cómo es posible? ¿Cómo se falla eso?

Todo es culpa de ella. Seis meses y ni un solo gol. No hay otra explicación. No es un problema mío, claro que no. Yo soy el mejor, siempre lo he sido. Aunque si seguimos así corro el riesgo de que la gente comience a ponerlo en duda. Nunca miran asistencias. No se fijan si uno se pasó todo el juego defendiendo porque eso le pidió el entrenador.

Aunque también es verdad que antes, nunca me pedían que defendiera. Haz los goles, M7, eso me decían. Tú solo haz los goles. Nosotros nos encargamos de lo demás.

Pero esto, esto no es culpa mía. He entrenado tan duro como siempre. Las ganas siguen ahí, ahora multiplicadas por la falta de gol. Sigo usando mis tacos favoritos.

No, esto es culpa del cambio en la rutina. De las alteraciones. De ella.

Y yo, yo tengo un deber. La gente me necesita. Esto es más grande que yo. No puedo echarlo todo a perder, no por ella. La inmortalidad me espera.

Viene M7, una buena corrida por la derecha…mira hacia el centro, tiene dos compañeros libres, no la pasa…trata de hacer la individual otra vez, el portero muy atento, hace una bicicleta, otra…no tengo idea de que está tratando de hacer…al fin llega la defensa y….todo queda en nada, solo otro triste intento de M7 que, como todos saben, ya no es el de antes…

martes, 22 de enero de 2013

Receta para la desesperación

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Desesperación
Ingredientes:

2 1/2 (1 onza) de errores, sin sabor.
1/2 taza de culpa
2 tazas de pesimismo
1/2 cucharadita de desconfianza
1 cucharada de decepción
1/4 cucharadita de desengaño
1 1/4 tazas de angustia
2 problemas
1 cucharada de impotencia
2/3 tazas tristeza molida
2 tazas de soledad



Instrucciones:
     

1

Calentar los ánimos a 190 grados C. En el microondas, o a baño María, derretir el pesimismo y la desconfianza, revolviendo ocasionalmente hasta que se mezclen. Agregar decepción, desengaño e impotencia; dejar reposar.
2

En un recipiente mediano, mezclar la soledad, la angustia y la culpa hasta que formen una sustancia ligera. Revolver mientras se añade la impotencia lentamente, hasta que esté bien mezclado. Luego cubrir completamente con problemas.
3

Hornear de 8 a 10 minutos en los ánimos antes calentados. Permitir que se enfríe la mezcla por 5 minutos antes de decorar con errores. Almacenar en un contenedor a prueba de aire.

Hace 4 porciones

jueves, 11 de octubre de 2012

Jueves de cuento: Casa

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Casa son diferentes cosas, a distintas horas. Cuando abro los ojos mi casa son este polar que me protege del frio y esas persianas que no dejan entrar ni un poquito de luz. A veces me quedo aquí, quietecita, por un rato, disfrutando del calor, antes de atreverme a sacar un pie de mi capullo, y entonces, mi definición se extiende a mis pantuflas, que me mantienen caliente y cómoda mientras me deslizo por mi piso. Casa es el gentil hummm que hace la calefacción cuando estás muy muy cerca. O el pip pip del microondas cuando pongo mi taza de chocolate a calentar, porque eso es lo que me gusta desayunar, junto con una magdalena. 

La computadora me recibirá luego, la tarea del día, o un libro, porque será muy temprano para pensar en casa. Eso es hasta que el teléfono me sorprenda, como casi todos los días, a la 1 de la tarde, exactamente, y es mi abuela, siempre, porque ella sabe que ya me habré despertado, y a esta hora podrá hablarme. Y a veces no tendrá mucho que decir. Pero me contará cosas. Me preguntará sobre clases, mis compañeros. El frío. La gente, la ciudad. Yo le preguntaré si ya ha desayunado. Ella contestará que esa es una pregunta de abuela, y se molestará porque yo la hice primero. Y me dirá que me extraña, y yo la extrañaré más de lo que pueda decirle. A veces se lo diré. Otras veces no. 

Y cuando ella cierre casa seguirá siendo mi piso, mi espejo que me dirá te ves bonita hoy, mientras me arreglo para salir, mi puerta que rehusará a cerrar si yo he olvidado las llaves, y la estación de bus donde me espera el mismo conductor risueño de cada día. 

Cuando llegue a clases y revise la computadora, la definición cambiará. Casa será el mensaje que me habrá dejado mi hermana en el Facebook, porque habrá llegado a casa de la universidad, y aunque debería estar revisando algún libro de economía o de teoría política, perderé un rato contestándole, porque estoy aquí, no allá, y ella es mi casa, y esa casa se quedara conmigo durante toda mi clase.

En la noche, al llegar a mi piso, casa será  ese teléfono que parece acortar distancias. Mi madre del otro lado, compartiéndolo todo, desde las cosas buenas, hasta las tontas. Todos los días, sin falta. Mi padre, con las últimas noticias, de todo tipo. Mi hermana, la empatía personificada. Yo me sentiré bien de escucharlos. Por la noche, gracias a ellos, cuando cierre los ojos y este en esta casa no me sentiré menos en casa, por estar aquí. 

*Tomado del libro "Ad Infinitum", UTP, 2012.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Jueves de cuento: Home away from home

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Getting on the plane is the easy part. It’s the stepping out, the becoming someone else that comes with the conscious decision of living somewhere other than where she’s always lived that she dreads. She does it anyway, only because she can’t camp out in the plane forever, they won’t let her. 

She packs light, which is ironic, considering she’s moving out for at least two years, maybe forever. She had no appropriate clothes, so she resigned herself to buying most of what she needed. Once she gets there she finds herself shivering all the way to the apartment she’d secured through an internet site and wasn’t quite sure existed till she rang the doorbell and found herself face to face with her new roommate.

The first few weeks will be the best and worst. She’ll get lost more times than she can count, till she final understands the complex and yet fairly simple metro/bus/tram system and how to jump from one to the other. She’ll get overwhelmed by the smells and will eat too much in her eagerness to take it all in. Soon enough, she’ll get better at doings things one at a time. 

When she finally takes in the sights, she won’t feel like a tourist anymore. She won’t carry a map, or a single metro ticket, but a monthly one. She won’t stand in line to see the Sagrada Familia, but will instead wait for another day, for she has time, and the line is too long. 

By that time she will have already traded her clingy tank tops and flats for ballerinas and cardigans. It’s not exactly cold outside, but for an LA girl like her, it’s still a bit too chilly, so the ballerinas are the perfect choice. She never thought it would happen, but she’s gotten used to walking everywhere, and she’s sworn off high heels. Maybe because of all the walking, and the total absence of junk food in her life, she’s lost those pesky five pounds she’s been trying to loose for the past two years and is now the person she’s always wanted to be.

She’s reinvented herself to such an extent she’s not surprised to see that her friends don’t recognize her when they come to visit. She shows them the city, takes them shopping and smiles all through the visit, but when they’re gone, she can’t help but be a little relieved. She’s now free to be herself again. 

*This story was third runner-up in the IT.A.CA Contest, sponsored by Pentales.


viernes, 31 de agosto de 2012

Viernes de cuento: Decisiones

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Es divertido, reflexionas, mientras tus ojos siguen el casi imperceptible movimiento de sus sandalias blancas golpeteando el piso, un tic que se manifiesta cuando está nerviosa, como tú bien sabes.

Es divertido, te repites, dejándote hipnotizar por el sonido de sus tacones contra el pavimento, aunque para ser realmente sincero no le encuentras la diversión al asunto.  Más aún, podría decirse que la situación te llena con una rabia increíble, cambiante, que comienza como un sonido sordo martillando dentro de tu cabeza para luego disminuir hasta un vacío frío y profundo en el que poco a poco van desapareciendo tus sentimientos.

Quizás es una estupidez, razonas, pero no es la primera vez que sucede, y lo que antes has dejado pasar con un gesto de despreocupación y una sonrisa comprensiva hoy parece calar hasta tus huesos, un frío ancestral recorriendo tus entrañas mientras lágrimas silenciosas se detienen sobre tus mejillas, sin atreverse a caer.

No es nada tan serio, te dice esa vocecita que viene de muy adentro, aquella que muchas veces te ha llevado a disculparla, a aceptarla de nuevo cuando hacerlo parecía una soberana estupidez. Bien podrías perdonarla, continúa esa parte de ti que no tiene orgullo, porque ama incondicionalmente.

Pero ya la has perdonado muchas veces, te rebates a ti mismo, cansado de escuchar a la parte buena de ti. Innumerables veces has pisoteado tu orgullo para dar el primer paso hacia una reconciliación que ella no se merecía. Y hoy,  un día cualquiera en la larga cadena de días que has pasado a su lado, de repente, ya no aguantas más.

Quizás lo más chistoso de todo es que casi puedes predecir su reacción, así como puedes decir con absoluta certeza cuál sería la tuya si fueras a dirigirte hacia ella, como tantas veces has hecho. Tus manos se posarían sobre las suyas, y con un temblor ella se lanzaría a tus brazos, mientras de tus labios surgirían palabras de alivio y aceptación.

Ella prometería no volver a hacerlo, y tú, ciego, le creerías, una vez más pondrías tu corazón en sus manos con absoluta confianza, así te enseñaron a amar después de todo, y nuevamente serías pisoteado.

La repetición de hechos se ha vuelto tan cargante, tan gastada, que hasta pareciera que te ha convertido en un adivino, capaz de predecir el futuro. Tu padre diría que ha hecho de tí un cínico, y no estaría lejos de la verdad. Después de todo, sólo un cínico sería capaz de encontrar diversión en el asunto.

Te concentras de nuevo en sus sandalias blancas, tac tac, tac tac contra el gastado piso de asfalto. Es un sonido que se manifiesta cuando está nerviosa, te repites a ti mismo, y mientras lo haces, tus manos se aferran al frío metal del banco que te sostiene. Tac, tac – Es porque no se siente cómoda, claro, te dices a ti mismo. -- Si lo estuviera, no tendría los pies cruzados así, claro…tac, tac, debe ser un sonido de lo más irritante  – y de repente estás de pie.

Es un paso tan monumental en la historia que casi esperas oír el sonido de tambores repicando con una melodía victoriosa. Estás de pie, después de todo, no sollozando contra sus faldas, ni aferrado a sus impecables sandalias blancas. Estás de pie, observando el suave movimiento de su rubia cabellera, y has caído en cuenta, por fin, de que no tienes ninguna intención de caminar hacia ella. 

Levantas un poco la cabeza, te permites el lujo de observarla, de memorizar el color de la luz reflejado en su cabello, la curva de su cintura y el casi imperceptible temblor de su mano derecha. Por un momento casi te convences a ti mismo de que esta vez será ella la que se levante, ella la que dé el primer paso, pero la ilusión pasa pronto, y minutos después todavía estas ahí, de pie, mirándola.

Tú caminas hacia ella, y se abrazan, pero no viven necesariamente felices para siempre. Así es la historia, pero como tú ya sabes cómo termina haces la única cosa que puedes hacer, te volteas y caminas hacia el lado contrario. Ya va siendo tiempo de buscar tu final feliz, después de todo. 

*Tomado del libro "Destinos Circulares", 9 Signos Grupo Editorial, Panamá, 2010. 
 
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