Ojalá
tuviera palabras para describir el juego Braves-Phillies de ayer. Pero, como
bien escuché decir a los jugadores, por allá por la medianoche, cuando todo había
acabado, hay cosas que no se pueden explicar. Esta es una de ellas.
Aun así,
como tengo que intentar procesarlo (el beisbol es un juego cruel, siempre hay
otro juego al día siguiente que sirve para bajarte de la nube), les voy a
contar mi experiencia con el juego.
Cuando
comencé a ver beisbol era capaz de quedarme viendo un juego hasta el final,
aunque mi equipo estuviera perdiendo por 6, 8 o 10. El tiempo me ha dado algo
de perspectiva (y sabiduría). Así que, como toda persona normal, cuando el
juego iba 6-0 a favor de los Phillies, con Doc Halladay lanzando, dije. That’s it. Ya perdimos. Y me
puse a hacer otra cosa.
Hago
un paréntesis aquí para contarles que, al menos, me fue mejor que al Sr. Ryan
Lawrence (@ryanlawrence21), periodista que cubre
a los Phillies que, en ese momento, señaló que “caminaría hasta Filadelfia” si
Roy Halladay perdía el juego.
Le demorará bastante caminar
desde Atlanta hasta Filadelfia.
Pero el punto es que yo también perdí la fe por un rato. Pero, fanática en
el fondo, me volví a fijar en el juego un rato después. Los Bravos iban ganando
8 a 6. En ese momento me sentí terriblemente culpable. Por mi falta de fe me había
perdido toda la diversión!
Claro, eso me duró hasta que Carlos Ruiz (duele el doble cuando son los panameños
que le dan duro a mi equipo) se encargó de que el juego fuera 12 a 8. Y, claro,
como mujer de poca fe que soy pensé, no lo van a hacer de nuevo.
Esta es la peor parte. Me arrepiento. Mea
culpa. Lo siento. No lo vuelvo a hacer. Porque sí, obviamente, lo hicieron
de nuevo. Yo que me voy a comer algo y el juego que de repente va 13 a 12. Y
viene mi closer. Kimbrel se va a encargar.
Excepto que no. Y el juego está empatado. Me está comenzando a dar acidez. ¿Será
que alguien saca un out? ¿Será que alguna vez se acaba este juego? ¿Será que poder
dormir hoy?
La historia tiene un final feliz. Y si lo tiene es porque este equipo todavía
tiene a Chipper Jones, que, a sus 40 años, todavía es capaz de recordarme
porque en 1995 decidí convertirme en fanática de los Bravos. El mismo Chipper
que ha estado presente por cada temporada de beisbol que he visto en mi vida.
Ese que se retirará al final del año.
Por hoy, me deja ese homerun para ganar el juego. Ojalá pueda dejarme
muchos más momentos a lo largo de la temporada.
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