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martes, 7 de enero de 2014

My hair as a metaphor for life

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You live and learn, they say. I’ve never been sure about the last part. You live. Most times you don’t really learn. Most times the lessons are hard, and complicated, and they are not really learned, more like hammered into your brain. Lessons like don’t put foot cream before stepping into the bathroom and never, ever have a mud bath are the easy ones.  Others, though, others are much more complicated.

Anything hair related falls into this category. You laugh now, oh, you laugh. And if you laugh, it’s probably because you are one of the two people in the world who are perfectly content with their own hair. If you are one of those two people, I just have this to say:

I don’t like you.

However, if you are like me, just another slave to your mane, then welcome. Join the club. You are most definitively not alone.

Your hair so pretty, some people tell me. It’s wavy, and full. Luscious and gentle. I wish I had hair like you, they say, and I try to smile. I thank them. And, deep down, I wonder: do they know? Do they realize that it takes 2 hours for my hair to look presentable? Can they tell I’m a fraud?

I think they can. Deep down, I think we are all the same.

My hair, for example, my hair is thick. And full. And frizzy. No, not wavy. Not curly either. Just …frizzy. Countless of products go into its maintenance. I’ve considering a separate shelf for all the hair products I’m forced to purchase month after month. I probably spend more on hair products that I do on …gasp …shoes!

And that….that is just wrong.

So, New Year’s resolution….I will …I will …oh, who am I kidding? I will continue doing the exact same thing. But, at the very least, I’ll try to enjoy it. I’ll take the compliments and smile. It’s not easy, after all. So, yes, that IS my hair. And, it looks damn good.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Confesiones

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Una amiga muy querida comenzó con el feeling de las confesiones hace poco, y, pues me inspiró a sentarme a pensar en que exactamente confesaría yo, si tuviera que hacer lo mismo. Y no hablo de pequeñas confesiones, no, hablo de esas que dan pena. Esta es la respuesta:

Lo confieso. Leí Twilight. Pido perdón por mis transgresiones, pero es que, tienen que entenderme… ¿Cómo criticar sin leer? Y no, no leí los cuatro libros, tampoco soy masoquista. Solo el primero. Y bueno, sí me salte algunas páginas. Bastantes. Casi todas. Ahora estoy comenzando a pensar si debería contar como que lo leí. Y si, fui a Wikipedia a averiguar que pasaba después, porque I’m addicted to the train-wreck factor. 

Vi la película también. Granted, tuve que emborracharme para hacerlo, pero la vi (I blame you, C!). Les juro, después de ocho shots de hard liquor, es mega divertida. Seguramente la gente en el cine no estará de acuerdo conmigo.

Intenté leer 50 Shades of Grey. Otra vez, tiene que ver con lo de poder criticarla. No pude. Y tengo una high tolerance for crap, eh. Pero, que va. Too much for me.

He visto todos y cada uno de los capítulos de Grey’s Anatomy, la mayoría de ellos más de una vez. Si, ya se, es un poco melodramático. Irreal. Pero, me gusta. No puedo evitarlo. También me gustan los realities.  Es como ver televisión sin que se requiera ningún pensamiento elevado. No me tienen que decir que la mayoría no son reales, etc, etc, etc. Ya sé. Igual me gustan.

Me gustan las papitas fritas, no con kétchup, sino con helado de vainilla. Batido, aun mejor. No me gustan los hot-dogs. Odio el blue cheese. 

También, a pesar de todo lo que digan o dejen de decir, pues, si, me gusta Ricardo Arjona.  Me encantan los musicales. Soy perfectamente capaz de pasar un día entero en el sillón, sin moverme, viendo deportes. Y, ayer, vi Australia, completita. Por segunda vez. Hugh Jackman does that to me.

martes, 30 de abril de 2013

Estereotipar el estereotipo

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Las abogadas siempre deben usar zapatos cerrados. Los escritores siempre deben estar despeinados y tener una pluma detrás de la oreja. (Prefiero los lápices, para ser sincera. Las plumas traen un sentido de irrevocabilidad que me causa comezón). Las perlas son el colmo de la elegancia. Todo escritor debe cargar siempre encima dos o tres libros. 
 
Seas lo que seas, de seguro el mundo espera que lo seas de una manera.

Comienza de pequeños, el condicionamiento. En kínder nos ponían a recortar fotos de profesiones, de las revistas. Una mujer con el cabello recogido y una regla en la mano, maestra, obvio. Un tipo con un casco y una escuadra, arquitecto. Con uniforme, policía. (Bueno, pero esto es como una excepción…no se puede hacer nada con el uniforme) 

El punto es que, desde pequeños, nos enseñan que debemos ser de una manera. Las niñas se comportan de esta manera, los niños de esta otra. Hay que ser una dama, nos dicen a nosotras. Hay que ser un macho, les dicen a ellos (que sé yo que les dicen a ellos, pero eso creo). Luego crecemos y ya lo tenemos procesado. Y el condicionamiento se vuelve más fuerte cuando escogemos una carrera. (Yo tenía un profesor en la universidad con el cual para cada examen teníamos que ir vestidos de saco y corbata los hombres y saco y falda las mujeres. Ah, y CON pantyhose.) 

Sirvió de algo la tortura. Me acostumbró a vestirme con ropa “de trabajo” (Del pantyhose ni hablemos). Obviamente tuve un shock cultural cuando decidí que lo que yo de verdad, verdad, verdad quería, era ser escritora. Porque los escritores son medio hippies, todo el mundo lo sabe. Toman mucho café y recitan poemas a pedido. Son excéntricos. Extraños. Diferentes.
No los abogados. Esos siguen un molde.

Ah, las expectativas. Uno tiene que ser seria en la mañana y no tan seria en la noche. Las dos cosas, pero sin mezclarlas. No es lo que se espera de uno.

El verdadero problema, para mí, son las expectativas. Y no, tampoco se puede pelear con el sistema (Seria como pelear contra los molinos de viento). Pero si se puede ser uno mismo, aunque ese ser uno mismo este colmado de pequeñas rebeldías. Zapatos rojos en vez de negros. Uñas grises en vez de francesas. Un reloj grande, de los que está de moda.  Y, en la noche, cuando me esperan despeinada, sin maquillaje y con una libreta en la mano, pues, quizás este despeinada (a veces mi cabello hace lo que le da la gana conmigo), pero ya no salgo de mi casa sin maquillaje, y prefiero cargar mi Tablet que varios libros. Así soy. 

Y, pues…por ahí vamos. Ya como que va siendo tiempo de que uno pueda ser lo que quiera ser, como quiera serlo.

jueves, 11 de abril de 2013

These shoes don’t hurt and other lies I tell myself

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I’m a compulsive liar, I’ve discovered. Or, maybe, like most writers, I just deal better with fiction than I do with reality. This would be a terrible character flaw, if it were not for the fact that, most times, I’m not lying to someone else to try to convince them of some excuse I just came up with, or some harebrained scheme I concocted. No, the lies are pretty minor, mostly related to shallow stuff and most times, I only lie to myself. 

Most of the times I like to think that doesn’t even count. 

The whole thing starts very early in the morning. I get up; look at myself in the mirror and, even after thirty minutes of exercise, a good bath and what feels like two pounds of makeup (The concealer and I are best friends), I still see the same dark circles under my eyes. But I convince myself they’re not there. I’ve managed to erase them. My face looks perfect.

Then comes the clothes, and in this respect, I’ve lied to myself for so long it no longer feels like a lie. I’ve assimilated the idea. Work clothes can be pretty. One does not need to wear jeans and a t-shirt to be comfortable. One can be comfortable in a suit. One can look pretty in a suit. Heck, sometimes, one can even look sexy in one.

But the shoes, ah, the shoes. Those have to be the biggest lie ever. This is probably the one lie every woman tells. It goes something like this: They’re very comfortable, I swear. I mean, they might be so high that it’s almost like walking on stilts, but it’s not that bad. I’m sitting down most of the time anyway, so it’s not like it matters.

I can wear anything I want. 

Funny, how we tell ourselves what we want to hear. Because, if we didn’t manage to convince ourselves that the dark circles are gone, the clothes look good and the shoes don’t hurt at all, why would we even get out of the house? There would be no point.

And, well, honestly, most of the times, we’re just being too harsh on ourselves. We look at other people, and, in truth, never notice the dark circles, and yes, in them, the work clothes looks pretty damn good. 

But the shoes? I’m pretty damn sure they always hurt.

Not that I’m ready to give them up.

lunes, 28 de enero de 2013

¿No me digas que estas enferma DE NUEVO?

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Como si yo escogiera estar enferma. Que no, lo juro. Yo no lo escojo. Las enfermedades me escogen a mí. Soy como dulce para ellas. Así como si ellas fueran hormigas y yo estuviera cubierta de miel. Me persiguen, lo juro. Además, he comenzado a sospechar que todo está contra mí. Vine como media podrida de fábrica, y con eso casi no se puede luchar.

Problema número uno: Soy mujer. Ah, que eso no les parece gran cosa. (Seguramente porque son hombres), pero ser mujer implica cólicos, nauseas, cambios de humor repentino, que si pastillas anticonceptivas, que si papanicolau. No subestimen lo mucho que ser mujer tiene que ver con ella hecho de que, bueno, es imposible sentirse bien un mes entero.

Segundo, sufro de alergias. Esto también le parecerá una tontera, y si es así, seguramente es porque ustedes, que están leyendo, no sufren de ninguna alergia. O sufren de esas alergias medio controlables, así como decir, soy alérgico al polvo y cuando hay mucho polvo estornudo. HA. Me rio de sus alergias, en este caso. ¿Yo? Yo soy alérgica a bastantes cosas más. Casi podría decirse que soy alérgica al mundo. 

¿Perfumes? No way. ¿Cremas con olor? Olvidémoslo. ¿Body scrubs con olor? Ni de a casualidad. Hasta soy alérgica a las cosas esas con alcohol con las que te limpias las manos. Si huele a algo, me da alergia. Si es un jabón de avena, mezclado, o cualquier cosa que no sea un jabón anti-alergénico, no juego. Y ni hablemos del polvo, que no me hace solo estornudar, sino que me hincha los ojos hasta que parezco un extra de la película La Noche de los Muertos Vivientes.

Y luego, a todo eso, agreguémosle que mi estómago no me quiere. Bueno, digamos que él y yo tenemos una relación tormentosa. Algo así como si pusiéramos en Facebook: It’s complicated. Y, sí. Es complicado el asunto.  Si yo sigo la dieta que EL quiere, como lo que EL quiere, a las horas que EL quiere, pues, estoy bastante bien. Si se me ocurre comer una cosa, por más pequeña que sea, de las que YO quiero, él se revela y…pues, cosas malas suceden. 

Todo esto desencadena en la pregunta, esa, la que está en el título. Y, en peores preguntas. Esta mañana, cuando se abría el elevador en mi piso, me encontré a un compañero de trabajo que, muy amablemente, dijo al verme: ¿Qué TE PASO?

No hay nada para hacerte sentir AUN peor que esa frase. Y ya me sentía bastante mal, eh. Así, como cuando se te juntas todas las plagas y te da un virus de esos mitad resfriado/mitad virus estomacal y te sientes mal all over. Así pues. Así.

jueves, 17 de enero de 2013

Ser mujer es una cosa complicada

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No es broma, eh. Ser mujer es una de las cosas más difíciles que se puede ser. Es más difícil que ser cirujano, es más difícil que ser astronauta. Creo que es hasta más difícil que ser CEO de una gran empresa. O, en el fondo, es más o menos lo mismo. En serio. Más mujeres deberían tener puestos importantes, porque si la gente (y con gente me refiero a los hombres) pudiera comprender lo complicado que es ser mujer, sería realmente obvio que el día a día es suficiente experiencia de trabajo para cualquiera de esos high profile jobs

Además, ser mujer requiere aguantar dolor. Y mucho, eh. Todos los meses, ahí, sin falta, DOLOR.  Y eso es si NO estas embarazada. Ni quiero hablar del dolor que viene cuando SI LO ESTAS. Pero bueno, ese es el gran dolor de ser mujer. Pero hay muchos dolores chiquititos que nadie ve. (y con nadie me refiero, obviamente, a los hombres). Ah, es bien divertido burlarse de fulanita o menganita, porque como que no ha ido a depilarse últimamente, pero vamos…. ¿alguno de ustedes alguna vez ha ido a depilarse? ¿Tienen idea de lo mucho que duele? Noooooo. Pero esperan que las mujeres vayamos, mensualmente, ahí, como vacas al matadero.

Y, ¿sacarse las cejas? Les puede parecer tonto, pero duele, eh. DUELE. 

Pero eso no es todo, nooo. Además tenemos que estar arregladas siempre. Último grito de la moda. Pero hay una fina línea, eh. A la moda, pero elegante. Sexy, pero sin ser vulgar. Provocativa pero sin parecer puta. Carajo, hasta vestirse en las mañanas se está volviendo una cosa complicada. Últimamente recibo más comentarios sobre lo que me pongo de mis compañeros HOMBRES que de las mujeres. 

Ay, y más vale que hagas ejercicio. Todos los días. CUIDA LO QUE COMES. Nadie quiere una mujer gorda. En el resto de la gente (y con gente, me refiero, NUEVAMENTE, a los hombres), una pancita de cervecero es medio sexy. En las mujeres cero panza. Y nada de eso de que los tríceps se muevan cuando estas saludando. No, hay que estar flaca y tener los músculos definidos. 

Y tienes que saber cocinar. Todo el mundo espera que puedas prepararle la comida a tu marido cuando te cases, porque, obvio, te vas a casar, ¿no? A nadie le gusta una mujer soltera. Jajajajaja. ¡La dejó el tren! Pero un hombre soltero, eso es sexy. Miren a George Clooney si no me creen.

En fin, que ser mujer es una cosa bien, pero bien complicada. Requiere escuchar todo lo que la gente dice, piensa y espera de ti. Yo también creo que requiere aprende a ignorar todo eso mismo que la gente dice, piensa o espera de ti. Si no, pues, no se podría vivir. Y por eso es que las mujeres nos merecemos esos puestos de los que hablaba al principio. Después de un rato de vivir con las expectativas, ya nos estamos convirtiendo en expertas en hacerlo todo. Ah, y en que nos importe un bledo lo que diga la gente.
 
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