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miércoles, 22 de mayo de 2013

Life’s too short to wear boring clothes

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Como ya les he comentado alguna vez, soy abogada. Mi trabajo involucra, normalmente, horas en los Juzgados, con uno que otro Juez, Secretario, colega, persona random mirándome de arriba/abajo y haciendo juicios de valor sobre lo que tengo puesto. Se espera que las uñas no estén muy largas, los aretes no sean muy grandes, las joyas sean mínimas (si se puede usar perlas todos los días, pues mejor), los colores sean sobrios (crema, azul y negro preferiblemente), los zapatos sean cerrados (y altos, sobre todo altos. Pero no tan altos. Medio altos) y el cabello este recogido. 

Al menos, eso decían mis profesores en la universidad. 

¿Exagero? Bueno, un poco. Esto es lo que se espera, sí. No me pueden decir que no porque he sido parte de bastantes conversaciones al respecto, he escuchado Jueces, Magistrados, periodistas, etc, hablar sobre cómo deben vestirse las mujeres para trabajar (se sorprenderían si les digo que tan discutido es el tema).

Yo misma he caído en la trampa. Pasé de la libertad absoluta de la universidad (chancletas, jeans, un top cualquiera), a la rigidez de los suits. Falda y saco. Pantalón y saco. Traje y saco. Me compré un collar de perlas (Y que conste que me encantan las perlas). Desterré todos mis zapatos abiertos del closet.

Llegó un momento donde casi que tenía problemas para encontrar ropa para salir de noche. Toda mi ropa era seria, formal…ropa de trabajo.

Eso era lo que se esperaba de mí. O, al menos, eso pensaba yo.

Pero resulta que a nadie le molesta si uno, con ese traje negro, se pone unos zapatos rojos. Nadie se fija si tu cabello esta suelto. Algunas cosas (los zapatos cerrados son un must), son más importantes que otras. Otras, están simplemente en tu cabeza. (Y en la cabeza de algunos, no vamos a negarlo, pero esos no son la mayoría). 

A nadie le importa que le pongas un poco de personalidad a tu outfit.

Me tomó bastante tiempo descubrir esto. Bastante tiempo comprar tops y camisas de colores y collares grandes de esos de moda. Bastante tiempo para, como hoy, combinar con un pantalón negro y un saco negro, un top verde y una correa rosada.

Pero, bueno, a todos los llega el momento ese donde nos damos cuenta que sí, la vida en verdad es demasiado corta como para usar ropa aburrida. Y, pues, todo el mundo se merece una correa rosada. Ah, y rosada fosforescente, eh.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

It's my life...

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¿Para que escribe uno un blog?, me pregunto a veces. Supongo que es porque, en el fondo, a uno no le gusta estar callado. Así es para mí, al menos.  Tengo tantas opiniones que se me desbordan, y a veces, me gusta simplemente tirarlas al espacio a ver si dejo de pensar en ellas. 

También es verdad que resulta mejor no decirle tus opiniones a la gente, al menos, en la mayor parte de los casos. El blog es una cosa abstracta, tiene mi nombre, mi apellido y hasta mi foto, pero no se siente como si fuera yo. Por escrito, y por internet, siempre es más fácil procesar las opiniones ajenas. He perdido amigos por culpa de mis opiniones (en el fondo no eran tan buenos amigos, si fuera tan narrow-minded que solo pudiera ser amiga de la gente que está siempre de acuerdo conmigo, pues…tendría pocos amigos). 

Ya ven que me estoy poniendo medio filosófica, y este post no es sobre nada de nada. Pero mis dos últimas semanas han sido épicamente horribles (mucho trabajo, poco sueño, junk food, etc), y bueno, cuando esto pasa, siempre me da por la filosofía. Y ayer tuve la dicha (SARCASMO) de encontrarme con una conocida que me dejo bastante claro (o, al menos, lo intentó) que ella, con su cartera Michael Kors, su anillo de compromiso y su pantsuit blanco, era superior a mí.

Y pues, me encanta Michael Kors, pero, para ser honesta, prefiero gastarme la plata en zapatos. Y nunca, en toda mi vida, se me ocurriría ponerme un pantsuit blanco, y mucho menos para trabajar. Dios me libre. Y, pues, no, no tengo muchas ganas de casarme por ahora. Quizás esto cambie en algún momento, yo no puedo decir que no terminare casada y, para colmo, con una Michael Kors. Pero si les puedo decir que no me pondré un pantsuit blanco, eh. 

El punto de este post, que dice de todo y nada a la vez, es que, pues, todos somos como somos. Yo tengo la dicha de conocer muchas personas en este mundo, personas diferentes, divertidas, inspiradoras. Creo que en las diferencias está la clave. Ahí está la inspiración. La historia. 

Siempre habrá gente que piensa que es mejor que uno.  Gente de esas que caben en un molde y les molestan sobremanera la gente que se rehúsa a ser categorizados (yo creo que esta palabra no existe, pero vamos, que ya deben estar ustedes acostumbrados a lo de inventar palabras).  Pero, en el fondo, es mejor ser uno mismo. Yo estoy feliz con quien soy. Bueno, la mayor parte del tiempo. Pero eso es parte de la gracia, ¿no?

lunes, 13 de agosto de 2012

I’m having the worst Monday since last Monday

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Ya sé, soy como un disco rayado. Lunes, lunes, lunes, que malos son los lunes, odio los lunes, sálvenme de los lunes, etc, etc, etc. Pero estoy segura que, en el fondo, ustedes están de acuerdo conmigo. Los lunes son un asco.

Juro que el mundo conspira contra mí. No puede ser de otra manera. El lunes me toca la clase de ejercicios más difícil (aparentemente para que comencemos la semana con energía, YEAH RIGHT), me levanto y de repente, no me gusta lo que había decidido ponerme para trabajar, el delineador no tiene punta, no hay leche para mi cereal, los zapatos que ya había escogido no combinan con la nueva ropa y, para colmo, se me cruzan todos los idiotas de Panamá camino al trabajo. 

Aun así, persevero. No hay que comenzar la semana con el pie izquierdo (PERSEVERAR en este caso se refiere a poner una canción hater en tu ipod mientras manejas y cantarla en voz alta para sacarte la rabia, tomarte una taza de té cuando llegas al trabajo y bajo ninguna circunstancia comerte la barra de Baby Ruth que tienes escondida en tu cajón para aquellos momentos donde el mundo se te viene encima).

Creo que la respuesta al agobio de los lunes es ponerme un To-Do list semanal. Así como el To-Do list de cosas de mi trabajo que me persigue a donde vaya y que esta convenientemente localizado donde pueda verlo no importa cómo me mueva en mi oficina. Ese en el que si voy tachando cosas porque I actually accomplish them. Pues, así. 

Es que esta semana, esta semana seré productiva. Tú, lunes, no podrás conmigo. Me mantendré positiva. Revisaré por fin esos cuentos que tienen siglos de acumular polvo metafórico en mi USB. Terminaré el capítulo catorce mi novela (creo que lo comencé hace tres meses. Es pánico escénico, lo admito. Tengo miedo a terminar). Haré ejercicios todos los días. No comeré como cerda. (Esto incluye, pero no está limitado a la cena familiar de cumpleaños de mi hermana, el pastel que seguro le compran, la cena semi-familiar de cumpleaños, y assorted porquerías que queden en la refrigeradora producto del antes mencionado cumpleaños) y sobre todo, sobre todo, terminaré de leer 2666. Bueno, creo que lo terminaré. La cosas está más seria de lo que pensaba.

El punto es que, si, los lunes son un asco, pero eso ya debería saberlo. Es solo cuestión de sonreír y seguir caminando. En algún momento tiene que mejorar la semana. ¿Verdad? ¿VERDAD?

martes, 1 de mayo de 2012

El terror al closet lleno.

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La peor parte del día para mí, es, sin lugar a dudas, ese momento donde me paro frente a mi closet lleno y no encuentro que ponerme. O sea, más o menos a las 7AM, de lunes a viernes. A veces tengo buenos días, claro está. El miércoles pasado me salió una combinación inesperada y maravillosa. Pero esto no sucede tan a menudo. Lo que normalmente pasa es que termino con mi uniforme de pantalón negro y camisa blanca/negra/azul oscura, etc. 

No es que no me gustan los colores. Cualquiera que me ha visto vestida para trabajar podría pensar que miento, pero lo prometo, no tengo ningún problema con el naranja, rojo, rosado, etc. Simplemente no tengo idea de cómo ponérmelos. Es más, ni siquiera los visualizo como parte de mi vestuario. Así que no los compro.

Tampoco soy muy buena con eso de las combinaciones. Los vestidos negros están hechos para usarse con zapatos negros. Bueno, quizás con grises. Y una cartera negra. Bueno, quizás una crema. Pero hasta ahí llegamos.

Soy un poco más osada con eso de los zapatos. Tengo algunos de colores. Tacones altísimos. Plataformas. Piel de leopardo. De tigre. De cebra con tacones rojos. Es que los zapatos son lo mío. Tengo miedo de contar la cantidad de pares en mi closet, porque si lo hago me daré cuenta de que ya tengo suficientes y no hay razón para comprar más. 

Pero, en el fondo, el miedo al closet permanece. Y, cada vez más me va entrando este miedo a ser aburrida. Hay algo que sucede cuando uno trabaja en oficinas conservadoras en una profesión donde todo el mundo espera que proyectes seriedad. Y es aún peor cuando eres mujer y, para colmo, aparentas ser más joven de lo que eres. Si no te vistes así, nadie te respeta. Y, poco a poco, la idea se va a apoderando de ti. Te acostumbras.

Aun así, me gustaría encontrar la manera de, poco a poco, ir agregando algo de color a mi vida (digo, closet). Quizás intentar combinaciones más osadas.  No he encontrado la respuesta, pero la próxima vez que vaya de compras prometo mantenerme alejada del negro/beige/blanco/azul. Al menos, por ahora.
 
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