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jueves, 14 de marzo de 2013

When I grow up, I want to be… John Green.

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I know, I know, I change my mind every week. I still want to be Neil Gaiman. But, oh, Green. Have you read “The Fault in our Stars” Yes? Did you love it as much as I did? No? What are you waiting for?

This is pretty much a conversation that happened AFTER my sister caught me re-reading the aforementioned book (I was smart enough to read it in my room, the first time, with the door closed so no one could hear my wailing. I thought I couldn’t possibly cry as much the second time around, so I didn’t hide. Oh, how very wrong I was.

Me: ::SOBS UNCONTROLLABLY::

Sister: Are you okay? What happened?

Me ::clutching the book to my chest:: This …this …this …BOOK. It’s so, so, sooo sad. And, so so so wonderful. I just …I just ….::resume crying::

Sister: Eh, so…you’re crying like this because of a book?

Me: But it’s so wonderful. You should read it.

Sister: Eh. But you’re crying.

Me: Yes, but you never cry. Read it, you’ll love it.

Sister: ::picks up the book and reads the back cover: CANCER PATIENTS? It says CANCER PATIENTS?

Me: Yes, but you see…

Sister: No, no. Wait. CANCER PATIENTS? And you expect me to read it?

Me: It’s so pretty.

Sister: Why are you even crying? You knew what it was about. CANCER PATIENTS. What did you expect, sunshine and roses?

This is the power of John Green. And, yes, it’s one of those books. The ones that make you cry uncontrollably and still feel good about having read it. It’s a weird feeling. One I wholeheartedly recommend.

lunes, 21 de enero de 2013

La peor parte es el final de la novela

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Y no lo digo como lector, aunque, bueno, también es verdad que puede ser cierto que una novela que te ha tenido enganchada todo el rato que has devorado hasta el punto en que llevas horas sin pararte hasta para las necesidades básicas, cosas como bañarte, comer, etc, llega al final y es como si alguien te hubiera clavado una estaca en el corazón, pero claro, como no eres vampiro, no tienes ni la opción de hacer PUF y desaparecer. No, te tienes que quedar ahí, con el libro en tus manos mientras piensas: ¿COMO CARAJOS SE PUDO ACABAR ASÍ?

Bueno, yo les digo como se pudo acabar así. Lo acabo de descubrir. Se pudo acabar así porque, la peor parte de escribir, esa que simplemente no quiere cooperar, resulta ser…el final.

No debería ser así. Yo nunca tengo problemas con los finales de los cuentos. Esos se escriben solos. Tengo problemas, eso sí, con los inicios. Eso es lo más difícil. La cosa hay que comenzarla bien, después de todo. Las palabras correctas, y todo eso. Es simplemente horrible. Y ni hablemos del TITULO, POR DIOS, EL TITULO. Eso es aún peor. Pero, ¿el final? Eso debe ser mega fácil.

Excepto que no lo es, porque ya después de más de cincuenta mil palabras, esta gente que estas escribiendo deja de existir en el abstracto. Cobran vida. No sé ni cómo pasa ni que hacer para evitarlo. Lo que si sé es que, aquí están, vivos, dando vueltas por mi cuarto en la noche, por mi oficina en el día, pretendiendo decirme que hacer. A MÍ. Que soy la escritora.

Se quejan de todo. De que como vas a terminar las cosas así, no ves que me merezco otra cosa. Y como es que en el capítulo cinco se me ocurrió decir eso, mira que es una estupidez. Yo nunca diría eso. Y cómo es posible que vayas a dejar que el malo se escape, está bien que la vida no es cuento de hadas, pero no tienes que ser tan realista. 

Con personajes así (y estoy comenzando a sospechar que todos terminan siendo así después de un rato, no hay manera de escribir una novela sin sumergirte en el mundo de tus personajes), casi entiendo que algunos escritores digan: That’s it, I quit, y terminen haciéndoles caso. ¿Querían un final feliz? Aquí esta. ¿Qué pierdan los malos? Listo. ¿Felices para siempre? Perfecto. Lo que sea con tal de terminar la novela. 

¿Pero yo? Yo he decidido ser fuerte. Esta es MÍ historia, no la de ellos, no vayan creyendo que porque las cosas les están pasando a ellos eso les da el poder de decisión. NO, este es mi mundo y en MÍ mundo yo soy Dios. Y se muere el que digo que se muere, vive el que digo que vive y, pues, si luego quieren perseguirme por el resto de mi vida, so be it. Estoy dispuesta a pagar el precio. 

Y sí, demorará más de lo que demoraría hacerles caso. Pero las voces en tu cabeza no pueden ganarte. Recuerda, es TU historia. Se fuerte. Cuenta la historia que tú querías contar, no la que el resto del mundo (aunque este mundo este solo en tu cabeza) espera que cuentes.

lunes, 1 de octubre de 2012

What do you mean it’s not real?

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Les voy a poner una situación hipotética y me cuentan si soy la única a la que le ha pasado: 1. Les faltan diez páginas para terminar el libro con el que llevan sufriendo varias semanas.  Tienen la sensación de que la cosa va a terminar mal, pero, obviamente, tienen que seguir leyendo. 2. Deciden llevarse el libro al mediodía cuando van a almorzar. En el fondo saben que es una mala idea, pero ya es hora de acabar con la zozobra. 3. Terminan llorando tanto que el libro queda empapado. (Pero de una manera digna y callada, bueno, porque están en la calle…solamente por eso).

Un momento de silencio mientras admiten que les ha pasado. Y, pues, si no les ha pasado, déjenme decirles: You’re missing out. A todos debería pasarnos, al menos una vez en la vida.
No estoy hablando de la pena (bueno, a mí no me dio pena, pero supongo que a alguna gente si le daría pena), de llorar solo en un restaurante lleno mientras los meseros se preguntan si te estas volviendo loca. No, estoy hablando de la sensación esa. La de entender. Sentir empatía. Dejarse conmover. Esa sensación. 

Debo admitir que yo soy medio llorona. Lloro por todo. Ni les cuento como me fue con el final de temporada de Grey’s Anatomy la temporada pasada. Y la anterior. Y, bueno, la anterior a la anterior. (Masoquismo puro, ese programa). Hace algunos años mi mamá entro a mi cuarto, preocupada por los ruidos, y me encontró en posición fetal, llorando. Había terminado de leer My Sister’s Keeper, de Jodi Picoult. El punto es que, yo lloro. Por programas de televisión. Por películas (aunque no me lo crean, he llorado todas y cada una de las veces que he visto Titanic), por libros. Yo soy de las que lloran. Y no me da pena decirlo.

Alguien (cuyo nombre no mencionaré), trato de consolarme hace ya bastante rato con la siguiente frase: “Es ficción.  Un cuento, solamente. No es verdad.”

Honestamente la frase no hizo más que deprimirme.  ¿Cómo que no es verdad? ¿Qué significa eso? ¿Que el amor es simplemente una leyenda urbana? ¿Que no existen los héroes? ¿Que no hay nada más allá de las tontas peleas con tus padres? ¿Que los amigos son solo los que tienen algo en común contigo? ¿Que la gente mala no tiene sus razones? ¿Será que la vida es realmente una caricatura, todos somos malos o buenos, no hay matices? ¿Será que la vida es simplemente esto? El día a día. El sonreír a veces, pasarla mal en otros momentos, Y ya está. ¿Significa eso que no hay nada más?

Pues, si es así….déjenme seguir creyendo. Seguir soñando. Seguir inventando cuentos, de esos, donde los malos tienen razones, los buenos hacen cosas malas de vez en cuando y se equivocan tanto como los malos. De esos donde la gente se quiere, se odia, se tolera. De esos que terminan, bien, terminan mal, no terminan. 

 Y, pues, si es necesario, déjenme seguir llorando. Al menos así sentiré algo.

jueves, 19 de julio de 2012

Finales felices vs. Finales Tristes

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La gente que me conoce podría decirles que tengo mis momentos de masoquismo. No siempre que me siento mal tomo medicinas enseguida y, a veces, me gusta dejar las cosas hasta el último último momento aunque sé que es lo peor que puedo hacer. No me gustan las cosas fáciles, que puedo decirles. Me gusta la presión.  

Pero en esta discusión del vivieron felices para siempre vs. la realidad tiendo a ser medio bipolar. Cuando voy al cine a ver una película, o cuando me obsesiono con un programa de televisión (pasa bastante a menudo. Un día de estos voy a tener que darles una lista de TODOS los programas que veo. Se van a asustar), o cuando leo un libro…pues, las lecciones me valen poco.  Lo que viene después no me importa. El apegarse a la realidad me parece ridículo. Yo, yo veo porque estoy esperando un final feliz.

Me lo merezco. Si me he aguantado ocho temporadas viendo a Mulder ya  Scully, pues es injusto que juuusto cuando POR FIN pasa algo entre ellos, yo no pueda verlo. Y ni me hagan hablar de todo lo que sufrí la primera, y bueno, la segunda y la tercera vez que leí “Lo que el viento se llevó”. Ahí estaba mi final feliz, tan cerca que podía tocarlo…y de repente…se esfumó. 

No, no. Yo quiero que mis personajes favoritos vivan felices para siempre, aunque en la felicidad hayan menos historias. La imaginación, esa es para otras cosas que no sean para tratar de arreglar lo que otro escritor decidió debía apegarse a la realidad.

Pero, cuando escribo…ay, cuando escribo. Es triste como la perspectiva cambia. De repente entiendo perfectamente a esos escritores que tanto me hacen sufrir. Si hay una cosa que no me gustan son los finales felices. Es más, no soy muy fanática de los finales en general. A mí me gusta dejar las cosas abiertas, así…para que cada uno haga su propio final. ¿Qué gracia tiene contar una historia que no da cabida a la imaginación?

Y pues, si…esto debería hacerme entender mejor a todos aquellos que, alguna vez, he odiado por aquel final. Pero, en verdad, no lo hace. En este tema me reservo el derecho de mantenerme bipolar. Ustedes denme mis finales felices. Yo no prometo escribirlos. Y pues, si tienen que odiarme por ello, bienvenido sean. Ustedes también tienen derechos.
 
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