Ninguno me sirvió de mucho. Lo que sí lograron fue
confundirme por un tiempo. Intentaba planear los cuentos. Sentarme y madurar
una idea antes de ponerla en papel. Analizar que pensaba transmitir y como iba
a hacerlo. Y, después de todo ese análisis, nunca escribía nada.
Claro, era muy joven entonces. Tomaba todos los
consejos. Me importaba muchísimo lo que dijeran los demás.
La vida te va dando lecciones. La primera de ellas, y
quizás, la mas importantes, es que todo el mundo tiene una manera de hacer las
cosas. Pero no son intercambiables. Es necesario encontrar tu propia manera de
hacerlas, o nunca te sentirás satisfecho.
Conozco gente que no puedo escribir en computadora.
Que necesita escribir sus historias a mano o no les viene la inspiración. A mí,
al contrario, la libreta me causa algo así como ansiedad. La página en blanco
parece estar burlándose de mí cada vez que intento escribir con pluma y papel,
como en los viejos tiempos. Además odio tachar (siempre he dicho que tengo
rasgos de OCD) y cuando quiero corregir algo termino comenzando de nuevo. Al
final no avanzo nada.
La computadora, sin embargo, me inspira. Es tan fácil
escribir, cambiar de opinión, editar enseguida. No necesito un diccionario
porque ella misma me sugiere sinónimos y me señala las palabras repetidas. Si
no fuera por ella no sé si podría escribir.
Tampoco soy de esas que planea absolutamente todo.
Entiendo los méritos de saber lo que viene, pero yo no puedo funcionar así.
Cuando se lo que viene ya no quiero escribirlo. A mí me gusta descubrir la
historia mientras la voy escribiendo. Yo sé el comienzo. Lo demás surgirá en el
camino. Esa es parte de la magia.
Un muy querido amigo mío escribe con música alta. Yo
necesito silencio completo. Prefiero la madrugada. Hay algunos que se levantan
a las 5 AM para escribir. Yo nunca me he puesto horarios. Escribo cuando salga.
A veces sale todo de una. A veces no se me ocurre nada por meses. Así es la inspiración.
Hay variantes de todo. Esas cosas que te dicen,
normalmente tienen una razón de ser. Pero no todas tienen que ser ciertas para
ti.
Cada uno tiene su proceso creativo. Y, quizás, la
lección más importante que se puede tomar de tantos escritores y tantas maneras
de hacer las cosas es que, todos funcionan. Solo es cuestión de encontrar el
que le funcione a uno.
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