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viernes, 28 de junio de 2013

Cada historia (novela) es diferente.

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Una vez que termines tu primera novela, el resto es fácil, me dijeron. La difícil es la primera. Luego ya la agarras el gusto al asunto. Todo se vuelve más sencillo.

HA.

Mentira podrida. En serio. La mentira más grande que me han dicho jamás. Llevo ya dos novelas completas (una en ingles que escribí hace mucho tiempo, mas como práctica que cualquier otra cosa y nunca más he volteado a ver, y una en español a la que le acabo de poner el punto final hace poco),  la mitad de otra que abandone porque la historia se me salió de las manos, y otra más, en inglés, en la que estoy trabajando en este momento, y si algo he aprendido es que todas las historias son diferentes. Todos los procesos son diferentes.

Algo así como los hijos. No te salen dos iguales. 

Y no digo solo que los procesos difieren de escritor a escritor, no. A veces difieren hasta de novela a novela. (La mayor parte de las veces, pero ser honestos) Algunas necesitas planearlas más o llegas al capítulo trece y te das cuenta que vas a tener que volver a escribir todo. Otras medio que te van saliendo con una planeación básica. Hay unas que escribes a cuentagotas. Otras en la que no puedes parar de escribir.

Es que, en el fondo, escribir es una cosa medio mágica. Nunca se aprende a escribir. Mucho menos se descubre los pasos para escribir una novela. No hay una receta a seguir: una pizca de esto, una cucharadita de aquello, y ya está. 

Ya sé que esta no es una opinión popular. A mí me gusta pensar que se mejora. Pero, que aburrido seria aprenderlo todo. No habría razón para escribir. No habría experimentos. Y creo que tampoco habría novelas buenas. Todas serian iguales. De A a B y de B a C, siempre de la misma manera.

Ah, no. Así ni juego. A mi déjenme con mis problemas. Con mis sufrimientos. Con mis historias. Y si cada una quiere ser diferente, torturarme de una manera  disímil, pues, so be it. Mejor así.

miércoles, 10 de octubre de 2012

To write or not to write, that is the question.

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Que me perdone Shakespeare por apropiarme de su línea y cambiarla, pero me pasa a veces que, cuando quiero escribir algo y se me viene una línea o una cita a la mente, si no comienzo por ahí, no comienzo. Y como últimamente, el problema ha sido comenzar (o encontrar el tiempo para comenzar, o quitarme la pereza de comenzar), decidí aprovechar las palabras del maestro.

Seguramente todo el que alguna vez ha escrito algo (cuentos, novelas, artículos, lo que sea), podrá entender lo que les voy a decir. Hay una cosa horrible que los escritores llamamos writer’s block, que es, simple y sencillamente, cuando te quedas mirando la página en blanco, o el documento de Word en blanco, o lo que sea, y no te sale nada. No se te ocurre ni una sola idea. Yo, para fortuna mía, casi nunca sufro de estos problemas. Pero hay otros, eh. Hay otros.

No sé cómo llamarle a lo que me pasa últimamente. No es writer’s block, porque les juro que apenas me siento, pues, escribo. Apenas me siento, abro el documento de Word (eso de escribir en papel como que no va conmigo, perdónenme. Eso SI que me causa writer’s block) desaparezco las distracciones, cierro todos los tabs en mi browser, apago la música y me concentro, pues, las ideas salen. Pero el problema es llegar ahí, a ese momento, al querer escribir.

Recuerdo un tiempo donde escribía a todas horas, en todo momento. Hasta que me costaba trabajar, porque tenía mil ideas y ganas de escribir a todas horas. Ahora no. Tengo más trabajo, claro está. Me gusta mi trabajo. No necesito un escape. Quizás tiene que ver con eso.

Pero ya está comenzando a molestarme. Ayer, cuando me dispuse a sentarme a escribir, de repente, me dio hambre (seguro que ni tenía hambre, era mi cerebro revelándose de la manera más fácil que encontró). No solo eso, me dio hambre y no quería nada de lo que tenía en la nevera, así que tuve que cocinarme algo. Tiempo perdido: muchísimo.

¿Saben lo que hice después? Pues, tenía un libro que terminar. Estaba bueno el libro, eh, pero tampoco era que tenía que terminar de leerlo en ese momento. Pero, claro, eso fue lo que hice. Luego necesitaba despejar un poco mi mente. Hice ejercicios. Después ya estaba cansada, y, obvio, era hora de ver NCIS:LA, mi programa de los martes. No escribí nadita de nada.

No es writer’s block, lo juro. Hace un par de días, cuando me obligue, escribir 2,500 palabras. (mala señal cuando uno comienza a contar las palabras que escribe). Quizás es simple procastination, esas ganas de dejar todo para después que son más panameñas que el sancocho. O tal vez es una distinct lack of motivation. El punto es que, necesito una cura. No la tengo. Ya sé que soy medio sabelotodo (Hermione en Harry Potter, me dijo alguien), pero esta vez, no tengo respuesta. Tal vez lo que necesito es una idea que me emocione. O alguien que me regañe un poco (los regaños son particularmente efectivos, no sé porque). Pero, nos pasa a todos. Nos pasa a todos, ¿verdad? Díganme que sí. No me dejen aquí, con la cabeza llena de ideas pero sin ganas de sentarme a escribir.

jueves, 6 de septiembre de 2012

¿Inspiración o Disciplina?

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Yo soy una gran fanática  de la inspiración. Venero a las musas y, generalmente, me siento a escribir solo cuando una idea me cae así, fulminante. No planeo nadita de nada, y cuando no tengo ganas y/o ideas, escribir se vuelve una verdadera tortura. Siempre me he sentido medio orgullosa de esto, y todo. La inspiración es una cosa algo mística. Medio maravillosa. Y a mí, pues a mí me visita de vez en cuando.

Últimamente, sin embargo, me ha dado por pensar que tal vez esta no sea la manera correcta de abordar el tema. La inspiración es una cosa maravillosa, sí, pero ¿debemos confórmanos con la inspiración? O, será que esto de escribir requiere algo de esfuerzo, mucho trabajo y, oh no…tal vez un poco de disciplina.

Si, dije disciplina. Ya sé, a mí tampoco me gusta, ni la palabra, ni lo que significa. Pero, con los años (Aunque no sean TANTOS), viene la sabiduría. O, quizás, es con los golpes. Y vaya que intentar escribir una novela, así, sin planes, de cuando en cuando y cuando te toque el dedo divino de la inspiración, ha significado golpes. 

Suficientes como para ponerme a pensar que esa gente, la que dice escribir todos los días, sin falta, 1 hora, de 7 a 8 PM, o de 5 a 6 AM, lo que sea, y hacen planos, diagramas, dibujos, gráficos y cuestionarios a sus personajes antes de escribir dos páginas, pues, pueden tener algo de razón. (Pueden estar locos también)

Yo intento, eh. Lo juro. Pero es que no sé dibujar, los diagramas me dan algo así como picazón y mis personajes no son muy creíbles. Mienten a cada minuto, esconden sus intenciones, para revelarlas a último segundo. No son del tipo de llenar un cuestionario. 

Culpa mía todo esto, ya lo sé. Hay que acostumbrarse, me dicen. Si hubieras planeado la novela con calma no estarías sufriendo ahora cuando el capítulo quince como que no concuerda con lo que escribiste antes y la historia se te enredo tanto que ya no hay posibilidad de desenredo. Y, lo más triste es que: puede ser que tengan razón. 

Pero no por eso me voy a rendir, eh. Prometo seguir intentando. Mirar a la hoja en blanco y no dejar que me gane. Escribir, escribir, escribir. Todos los días. Bueno, quizás no todos. Y a la misma hora. Bueno, mentira, probablemente no a la misma hora. Pero el punto es que, a mi inspiración, le hace falta un poco de disciplina. Y ya vendría hora de que comience a apreciar la palabrita. Bueno, no la palabrita, pero, al menos, su significado.

lunes, 16 de julio de 2012

De escribir, los “moods” y la inspiración.

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 Hoy me desperté del lado izquierdo de la cama. Bueno, para ser honestos, mi cama está pegada a la pared, así que todos los días me levanto del lado izquierdo de la cama, pero hoy siento como si literalmente me hubiera despertado del lado izquierdo de la cama. No tenía ganas ni de levantarme. Y, una vez que logré hacerlo…pues todo se ve un poco más gris (el clima no ayuda, clara está). No tengo hambre, ni frio, ni sueño. Soy como un robotcito. No tengo ganas de absolutamente nada.

En días como estos, sin embargo, me entran unas enormes ganas de escribir. La melancolía es la mejor amiga del escritor, siempre lo he dicho. La felicidad no ayuda a la inspiración. Al menos no la felicidad absoluta, esa que te envuelve y no te deja pensar en nada más. A mí, al menos, me vuelve cien por ciento improductiva. Ah, pero la cabanga…la cabanga es la razón por la que escribimos.

Supongo que tiene que ver con que nadie quiere leer historias felices. En serio. Nadie quiere. A todos nos gustan los finales de vivieron felices para siempre y toda la cursilería, y todos, absolutamente todos nos quejamos cuando un escritor no hace más que enredar la trama, inventando uno y mil problemas que parecen no tener solución.  Pero, sin problemas, no habría historia. Sin lágrimas, las sonrisas no valdrían lo mismo. Y, pues, sin malos, los buenos no serían héroes. Serian simplemente gente muy, pero muy aburrida.

Y, pues, hoy me siento like crap. Pero, en el fondo, eso es bueno. Tiene posibilidades. Escuché por algún lado que un verdadero escritor es el que no tiene que esperar la inspiración, el que tiene la disciplina para escribir cuando sea y donde sea. Y pues, escribir escribir, supongo que eso se puede hacer siempre. Pero escribir y sentirlo…para eso está la inspiración. Y hoy, hoy estoy en el mood correcto para que esta me venga a visitar…
 
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