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viernes, 3 de julio de 2015

El día 366 y otras cosas más…

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Los primeros 365 días son una mierda, me dijo absolutamente todo el mundo. El luto dura un año, decía en un libro de esos que pretende tener toda la sabiduría. No les creí, claro que no, pero cuando abrí los ojos esta mañana me quede ahí, acostada un momento, esperando, así como cuando te despiertas en tu cumpleaños y piensas que deberías sentir algo diferente pero sientes exactamente lo mismo? Pues así.

Ya arruiné la sorpresa, pero aun así lo repito. Me siento exactamente igual que ayer. Menos triste, claro, porque es verdad, solo es un número, un día, y todos los días son igual de vacíos, pero por más que el sentido común intente, el corazón manda en unas cosas. Y los aniversarios, esos si son una mierda. Y los días del padre, y los cumpleaños, y las fiestas, y pues, todos los días que sean especiales, de familia.

(Mi sabiduría no es absoluta, obviamente. Es personal. Para mí no ha cambiado nada. Quizás para otra persona haya cambiado todo. No me lo puedo imaginar, pero acepto la posibilidad. Malísima escritora seria si no. Pero ustedes no están aquí buscando posibilidades. Están aquí buscando una historia. Mi historia. Así que eso les comparto)

El día 366 no cura las heridas. El día 366 no es el comienzo de algo nuevo. El día 366 es, simplemente, otro día más sin ti, papito. Así como he contado estos primeros 366, seguramente seguiré contando por mucho tiempo. Quizás por el resto de mi vida. Y, eso, en el fondo, no es algo tan malo. Lo único mejor sería regresar al día cero y cambiar la historia, pero me temo que eso no se puede. Si se pudiera, estoy segura que alguien lo hubiera hecho antes. (Si tan solo querer realmente fuera poder, estarías aquí conmigo)

Pero no. No se puede regresar. No queda más que seguir. Y siendo así las cosas, si me preguntan, es mejor, si vamos a seguir, ir cargando las lecciones, las lágrimas, los abrazos, los instantes de los últimos 365 días. Si no, ¿para qué vivimos? ¿Para qué intentamos? ¿Para qué?

martes, 7 de abril de 2015

De errores y aprender a levantarse

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Todo el mundo se equivoca. Y cuando digo todo el mundo, me refiero a absolutamente todo el mundo. Metemos la pata. Así estamos hechos. Escogemos mal, tomamos malas decisiones y, para colmo, la mayor parte del tiempo, no sabemos qué hacer para corregir nuestras metidas de pata épicas.

No somos personajes. Nuestra vida no es parte de un gran plan diseñado con antelación. Y, aunque a veces (bastante a menudo, para ser sincera) me encantaría serlo, hay días donde el poder de tomar decisiones parece ser la cosa más importante del mundo.

Aunque sean malas.

O es que nunca han visto Fashion Police y se han reído del hecho de que una de sus artistas favoritas haya pensado que ese vestido, justo ESE vestido, era el indicado para los Oscars? (Y ni hablemos del cabello, ni los accesorios, ni el acompañante). Nunca han mirado una película histórica, de esas de las marchas por los derechos civiles en los Estados Unidos y han pensado, ufff, hay metidas de pata y hay METIDAS DE PATA.

El punto es que, queramos o no, nos pasa a todos. Hablamos de más. (Twitter, te estoy mirando a ti). Compartimos de más. Nos ponemos zapatos de tacones inhumanos con los que no podemos caminar justo el día que nos toca caminar, pues, porque se ven bien, y antes muerta que sencilla, ¿no? Decimos cosas que no pensamos en un ataque de rabia, le hacemos daño a gente que queremos, mentimos para salirnos del problema, creando un problema aún más grande. Escribimos la escena final de la novela solo para darnos cuenta meses después de que todo es una mierda y hay que volver a escribir todas y cada una de las palabras. Así es la vida. Complicada.

Maravillosa. Espectacular. Libre. Difícil.

Habrá días malos. Días buenos. Días donde todo sale tan, pero tan bien que pensaremos que sí, todo es parte de un plan más grande. Días donde nada tiene sentido. La cuestión es saber seguir adelante. Hoy quizás lo hicimos mal. Mañana nos equivocaremos de nuevo. Solo hay que aprender. 

miércoles, 31 de diciembre de 2014

15 cosas que cambiar para el 2015…

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Todos los años hacemos Resoluciones. Este año decidí escribir otra lista de cosas (que al final es lo mismo, pero quizás tenga más posibilidades de cumplir). Estas son, si quieren llamarlo así, mis resoluciones interiores, las cosas que cambiar para adentro, para conmigo misma, para, ser, quizás, un poquito más feliz. Se las comparto porque quizás les sirvan. Quizás nos sirvan a todos.

No voy a compararme con los demás. No importa si ella es más bonita, o si la ropa le queda mejor, o si él es mucho más divertido o ella mucho más inteligente. Yo soy yo. Y eso será suficiente.

En ese mismo orden de ideas, voy a comenzar a poner en mute las voces en mi cabeza. Las que me dicen que no puedo. O que no soy suficientementebonitaoflacaoquemicabellosevehorribleoqueesospantalonessemevenmuypegadososoymuytontaetc.

Dejaré de tomar decisiones basadas en lo que pienso que debería hacer y comenzaré a tomar decisiones basadas en lo que QUIERO hacer.

Dejaré de sufrir a esa amiga toxica que no vale la pena. (Todas tenemos una). Su vida es SU problema, no el mío.

Aprenderé a decir que NO.

Haré tiempo para la gente que me importa. Porque mañana, el otro fin de semana, el otro mes, y el otro año son excusas baratas.

Daré las gracias por lo que tengo dos veces por cada vez que me queje sobre lo que no tengo.

No esperaré a que alguien tenga tiempo de acompañarme para hacer las cosas que quiero hacer.

Me perdonaré los errores. Todo el mundo los comete. Es más fácil perdonar a los demás por ellos, pero no debería ser así. Después de todo, yo debería quererme más a mí que a otros, ¿no?

Haré las cosas que me gustan, todo el tiempo que pueda. Porque la vida es corta. Cortísima. No es chiste. Se acaba de un día a otro.

Adiós, 2014. No fuiste un buen año. No te voy a extrañar. ¡Qué bueno que vienes, 2015! No pueden más que venir cosas mejores. No hay remedio. 

miércoles, 22 de mayo de 2013

Life’s too short to wear boring clothes

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Como ya les he comentado alguna vez, soy abogada. Mi trabajo involucra, normalmente, horas en los Juzgados, con uno que otro Juez, Secretario, colega, persona random mirándome de arriba/abajo y haciendo juicios de valor sobre lo que tengo puesto. Se espera que las uñas no estén muy largas, los aretes no sean muy grandes, las joyas sean mínimas (si se puede usar perlas todos los días, pues mejor), los colores sean sobrios (crema, azul y negro preferiblemente), los zapatos sean cerrados (y altos, sobre todo altos. Pero no tan altos. Medio altos) y el cabello este recogido. 

Al menos, eso decían mis profesores en la universidad. 

¿Exagero? Bueno, un poco. Esto es lo que se espera, sí. No me pueden decir que no porque he sido parte de bastantes conversaciones al respecto, he escuchado Jueces, Magistrados, periodistas, etc, hablar sobre cómo deben vestirse las mujeres para trabajar (se sorprenderían si les digo que tan discutido es el tema).

Yo misma he caído en la trampa. Pasé de la libertad absoluta de la universidad (chancletas, jeans, un top cualquiera), a la rigidez de los suits. Falda y saco. Pantalón y saco. Traje y saco. Me compré un collar de perlas (Y que conste que me encantan las perlas). Desterré todos mis zapatos abiertos del closet.

Llegó un momento donde casi que tenía problemas para encontrar ropa para salir de noche. Toda mi ropa era seria, formal…ropa de trabajo.

Eso era lo que se esperaba de mí. O, al menos, eso pensaba yo.

Pero resulta que a nadie le molesta si uno, con ese traje negro, se pone unos zapatos rojos. Nadie se fija si tu cabello esta suelto. Algunas cosas (los zapatos cerrados son un must), son más importantes que otras. Otras, están simplemente en tu cabeza. (Y en la cabeza de algunos, no vamos a negarlo, pero esos no son la mayoría). 

A nadie le importa que le pongas un poco de personalidad a tu outfit.

Me tomó bastante tiempo descubrir esto. Bastante tiempo comprar tops y camisas de colores y collares grandes de esos de moda. Bastante tiempo para, como hoy, combinar con un pantalón negro y un saco negro, un top verde y una correa rosada.

Pero, bueno, a todos los llega el momento ese donde nos damos cuenta que sí, la vida en verdad es demasiado corta como para usar ropa aburrida. Y, pues, todo el mundo se merece una correa rosada. Ah, y rosada fosforescente, eh.

martes, 30 de abril de 2013

Estereotipar el estereotipo

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Las abogadas siempre deben usar zapatos cerrados. Los escritores siempre deben estar despeinados y tener una pluma detrás de la oreja. (Prefiero los lápices, para ser sincera. Las plumas traen un sentido de irrevocabilidad que me causa comezón). Las perlas son el colmo de la elegancia. Todo escritor debe cargar siempre encima dos o tres libros. 
 
Seas lo que seas, de seguro el mundo espera que lo seas de una manera.

Comienza de pequeños, el condicionamiento. En kínder nos ponían a recortar fotos de profesiones, de las revistas. Una mujer con el cabello recogido y una regla en la mano, maestra, obvio. Un tipo con un casco y una escuadra, arquitecto. Con uniforme, policía. (Bueno, pero esto es como una excepción…no se puede hacer nada con el uniforme) 

El punto es que, desde pequeños, nos enseñan que debemos ser de una manera. Las niñas se comportan de esta manera, los niños de esta otra. Hay que ser una dama, nos dicen a nosotras. Hay que ser un macho, les dicen a ellos (que sé yo que les dicen a ellos, pero eso creo). Luego crecemos y ya lo tenemos procesado. Y el condicionamiento se vuelve más fuerte cuando escogemos una carrera. (Yo tenía un profesor en la universidad con el cual para cada examen teníamos que ir vestidos de saco y corbata los hombres y saco y falda las mujeres. Ah, y CON pantyhose.) 

Sirvió de algo la tortura. Me acostumbró a vestirme con ropa “de trabajo” (Del pantyhose ni hablemos). Obviamente tuve un shock cultural cuando decidí que lo que yo de verdad, verdad, verdad quería, era ser escritora. Porque los escritores son medio hippies, todo el mundo lo sabe. Toman mucho café y recitan poemas a pedido. Son excéntricos. Extraños. Diferentes.
No los abogados. Esos siguen un molde.

Ah, las expectativas. Uno tiene que ser seria en la mañana y no tan seria en la noche. Las dos cosas, pero sin mezclarlas. No es lo que se espera de uno.

El verdadero problema, para mí, son las expectativas. Y no, tampoco se puede pelear con el sistema (Seria como pelear contra los molinos de viento). Pero si se puede ser uno mismo, aunque ese ser uno mismo este colmado de pequeñas rebeldías. Zapatos rojos en vez de negros. Uñas grises en vez de francesas. Un reloj grande, de los que está de moda.  Y, en la noche, cuando me esperan despeinada, sin maquillaje y con una libreta en la mano, pues, quizás este despeinada (a veces mi cabello hace lo que le da la gana conmigo), pero ya no salgo de mi casa sin maquillaje, y prefiero cargar mi Tablet que varios libros. Así soy. 

Y, pues…por ahí vamos. Ya como que va siendo tiempo de que uno pueda ser lo que quiera ser, como quiera serlo.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Time to be who you want to be…

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Se acabó el año. O, casi se acabó el año. Hora de las resoluciones de año nuevo. De las decisiones de que cosa queremos ser. De qué cosa queremos dejar de ser. Qué cosa vamos a intentar ser. Todas esas cosas que duran unas buenas dos semanas de enero. Es la hora de las buenas intenciones.

Como no pretendo que este sea mi post de resoluciones (ese viene el 1 de enero), diré que en el 2013 pretendo dejar de ponerme limitaciones. Dejaré de creer que hay cosas que no puedo hacer. Seguramente hay miles de cosas que no puedo hacer, pero esas las descubriré a los golpes. (Esto es como una manera de bonita de decir que este año, intentare más cosas. Pero, bueno, tampoco intentaré tantas… I still don’t think bungee jumping is in my future).

Yoga is. Oh, yoga. Me voy a convertir en una de esa gente mega-annoying que jura que el yoga es una de esas cosas súper maravillosas sin las cuales no pueden vivir. He hecho yoga por más o menos un mes y ya casi me siento como una de esas personas. Pero, en serio. No sé cómo he vivido mi vida sin hacer yoga. 

También me voy a convertir, o bueno, voy a volver a ser, una de esas que lleva un libro a todos lados. Lo era antes, pero, por un rato, deje que el trabajo me distrajera. Extraño mis libros. Extraño leer. Dije que iba a leer 100 libros este año y de a milagro llegue a sesenta. SESENTA. Qué pena que me da. Supongo que el hecho de que no tuve ni una pizca de vacaciones tiene mucho que ver con eso. No tuve tiempo.

Vacaciones. Sí, eso. Este año tendré vacaciones. No se puede trabajar tanto. Este año escribiré más, también. O quizás, simplemente, me organizare mejor. Esto se parece ya a un post de resoluciones, exactamente lo que no quería que fuera. Pero, ya es hora. Hora de comenzar a pensar. Comenzar con las listas.  Hora de ser exactly who you are. Hora de dejar de ser who you think you’re not. If not now, when?

miércoles, 31 de octubre de 2012

Feliz día, brujitas

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Hay brujas, brujitas, brujildas. Hay algunas brujas buenas, como Glenda, en el Mago de Oz, la que todas queríamos ser. Hay brujas “malas” (y algunas misunderstood). Hay brujas que para que te cuento, son como para salir corriendo. No tienen verruga, ni escoba (bueno, al menos, si la tienen, está BIEN, pero BIEN escondida), pero dan miedo. Que te digo miedo. Hacen brujerías. Ya saben el tipo. De esas que te encuentras en la vida real, todos los días de la vida. (No mencionaré nombres, pero do me a favor, cerremos todos los ojos e imaginémonos a una. You can do it. Come oooon. I know you want to)

Pero, esas no importan. Esas son brujas hoy, claro, pero seguirán siendo brujas mañana. Así que no gastaré más espacio en ellas. No, hoy estoy aquí para hablar del otro tipo de brujas. ­­­Esas que conoces en la escuela, cuando estas chiquita. Las que comparten contigo clases, galletas de sándwich, soda de fresa y pastillas de limón.

Esas que pasan un mes contigo en el servicio social. Y esas que ni la distancia te hace olvidar.

Las que te acompañan cuando pasas a otra etapa de tu vida. Las que vas encontrando en el camino. Las que nunca se van. Las que te encuentras en otros países. Las que se quedan no importa donde estés. Las que comparten contigo lágrimas, decepciones, felicidad, amor, libros, películas.

Las que llevas contigo siempre, en el corazón.

Hoy es el día de las brujas. Pero no de todas. No de aquellas (porque hay muchas), que se desviven por escupir veneno. N­­­­o de las que viven de la envidia y del arruinarle la vida a otras mujeres. No, hoy es el día de esas brujas que comparten pastillas, sonrisas, libros, almuerzos, paseos. Aquellas que, un día, se sientan por la noche a contemplar un canal en Venecia, con una cerveza en la mano y un pedazo de pizza y pueden pasarse horas discutiendo la vida

Esas que, con un almuerzo, una jarra de sangría y uno que otro libro, arreglan una semana. 

Las que pueden quedarse cinco días seguidos en un sofá comiendo porquerías y viendo películas y pasar la mejor semana de sus vidas. Esas que se vuelven tu familia. 

Feliz día a esas brujas, mis amigas. ¡Que gusto que, en un día como hoy, seamos el club de las brujas! Como las quiero.

lunes, 29 de octubre de 2012

Wait, what day was it again?

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Es lunes, de nuevo. ¡Qué bueno!, comienza la semana. Ya tenía ganas. Tengo muchas cosa que hacer y like miiil ideas en la mente. Wait ..what? Yo nunca quiero que empiece la semana.  Bueno, had a good weekend, quizás fue eso. Mi equipo gano big. Fui productiva.  Wait …what? Yo nunca soy productiva los fines de semana. Mi equipo tampoco gana, y si gana, they never, ever do me the favor of winning big, or easy. Para eso son los días de la semana, para la producción. Los fines de semana son for lazying out. Ah, y para quejarme de mi equipo. 

Algo raro está pasando aquí. No lo entiendo. I mean, es lunes. At least, I think it is. Excepto que, it doesn’t feel like lunes. Ya casi es mediodía. Pero el día no se ha pasado tan lento que casi me ha costado llegar hasta las doce. No tengo hambre. (pero ni un poquito. ¿No se supone que el stress viene acompañado con ganas inmensas de comer? ¿Dónde están las mías? Y, si estas es una nueva forma de stress, ¿DONDE HA ESTADO TODA MI VIDA??) Ni ganas de matarme. Si, tuve que contestar un email de una persona mega odiosa (de esos que escribes y luego cuando lo lees te dices a ti mismo, oh no, no lo puedo mandar así, y vuelves a escribirlo, y no, todavía no lo puedes mandar así, y vas y lo escribes por tercera vez y cuarta, y quinta, y como a la octava cuando el email ya tiene como 9 líneas menos, te has tomando dos tazas de té y estas confiada de que le sacaste todo el odio que sientes por esa persona, pues, por fin lo mandas) y, pues, tengo mucho trabajo, pero la pila is going down, slowly, but surely. Todo bajo control.

Ah, y se me quitó la alergia. O sea que, por fin, por fin me pude maquillar. (On a side note, el maquillaje que no da alergia es REALMENTE CARO. Chicas, no sean alérgicas, SALE REQUETERECONTRA CARA la gracia) Y, esta mañana, me demoré dos minutos en decidir que ponerme. Y no había tráfico. I repeat, NO HABÍA TRAFICO. 

¿Será que esto es una realidad alterna? The Twilight Zone?? ¿O quizás Murphy por fin se ha olvidado de mí? Is it too much to ask? Will karma come back to bite me in the ass later in the week? En verdad no entiendo que está pasando, pero supongo que lo mejor que puedo hacer es no cuestionarlo. Ride the wave, for as long as it lasts. Si la vida me quiere poner las cosas un poco más fácil por un rato, ¿quién soy yo para quejarme? So, yeah, let’s ignore the fact que todo esto es probablemente too good to last. Por ahora, vamos a sonreír. Disfrutar del día, and all that crap. Me lo he ganado.

viernes, 19 de octubre de 2012

Facing a day without makeup is a daunting task

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Parece mentira. Cuando tenía 16 años nunca me hubiera podido imaginar que diría esto, pero, levantarse en la mañana y tener que ir a trabajar sin maquillarse da miedo. No miedo, no. Terror. Del bueno. Del que da ganas de quedarte en casa debajo de las sabanas porque que te vean tu cara así, al natural, pues, es espeluznante, casi tan espeluznante como tus ojeras. 

Lo divertido es que justo ahora me estoy recordando que en primer trabajo, como ayudante estudiantil en la ACP, no me puse una gota de maquillaje durante los tres meses que trabajé. Es más, ahora que lo pienso, ni siquiera sé si me peine. Mi mamá me lo recordó todos y cada uno de los días que duré en el trabajo (un trabajo de verano, no vayan ahora a creen que me despidieron por la falta de maquillaje y/o peinilla), pero yo, con la sabiduría infinita de los 16 preferí dormir 10 minutos más que ponerme, aunque sea, algo de base.

Tiempos aquellos. Cuanto daría por regresar.

El martes fue un día normal. Común y corriente. Me levanté, comí cereal, comencé a maquillarme, me puse delineador, y zas, ahí se apareció Murphy, que no era que estaba completamente ausente de mi vida, eh, pero bueno, no la había regado completamente hace rato. Alergia. Al bendito delineador. El mismo que llevo como tres o cuatro meses, ya ni sé cuánto, usando. 

No soy tonta, yo sé lo que tengo que hacer. Pastillas para la alergia. Cero makeup. Y a esperar. Pensé que la cosa seria un día. Vale, un día puedo soportarlo. La gente en la oficina me verá, pensé, pero eso no se puede evitar. Al día siguiente todo vuelve a la normalidad. Pero ya van CUATRO DÍAS ASÍ. CUATRO. He tenido que salir a la calle. Ir a los Juzgados. La gente me HA VISTO.Y ya sé que seguramente lo he empeorado intentando maquillarme y todo eso (No con el mismo delineador, obviamente, todavía me queda una PIZCA de sentido común. Es más, ni siquiera he intentado ponerme delineador. Pero, pero, pero…es que ustedes no entienden. Yo soy pálida. No un poco pálida, muy muy pálida ojerosa. Una vez alguien me dijo mapache. Así de ojerosa. Es un crimen salir a la calle sin maquillaje).

Y si, ya sé, a los 16 años yo misma no lo pensaba, pero bueno, los años traen la sabiduría, Así que le pido a Murphy, al universo, a mi cuerpo o a quien sea que este conspirando contra mí que por favor, me dejen en paz de una buena vez. Necesito volver a la normalidad. Y, bueno, a esta, ahem, avanzada y sabia edad, mi “normal” incluye algo de maquillaje. You hear me Murphy? Deal with it.
 
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