Ayer terminé de leer “Elogio a la Madrastra”, de Vargas Llosa.
Nunca pensé que me gustaría. Es más, cuando acepté leerlo lo hice casi como
para poder decir: Te lo dije, Vargas Llosa no es para mí. El hecho de que me
haya gustado va en contra de mis principios, pero la verdad ante todo: no solo
lo disfruté, sino que, una vez que comencé a leerlo, fue casi imposible parar.
Ya había hablado de que Vargas Llosa y yo…pues como
que no. Tampoco debería sorprenderme este cambio radical. Me ha pasado antes.
Es más, me ha pasado tantas veces que he desarrollado una teoría: para cada libro
hay un momento en la vida. El momento preciso. Aquel instante donde ese libro
te inspirará, te tocará el corazón, te divertirá, o quizás, simplemente, el
instante preciso donde podrás…finalmente, entenderlo.
Me pasó primero, con el Quijote. Yo creo que tiene
que ver con el hecho de que es criminal pretender que unos niños de 12 años
lean y entiendan el Quijote. Obviamente, la primera vez que lo leí, lo odie a
muerte. Me pasó mucho con otros libros que me asignaron en la escuela. Pero la
segunda vez que lo leí, le encontré la magia.
Galeano fue otro ejemplo. Las Venas abiertas de América Latina no es un libro para la
secundaria. Y, si no fuera por la insistencia de M, nunca hubiera vuelto a leer
a Galeano. Solo de pensarlo me da escalofríos. Una vida entera sin leer a
Galeano. ¡Qué triste!
The Great Gatsby es mi ejemplo favorito. Mi mama tenía una versión
del libro, en español, y cuando tenía algo así como 13 y devoraba todos los
libros que me encontraba, intenté leerlo. Me pareció aburridísimo. Los
personajes me caían mal. No pasaba nada. Ni siquiera recuerdo si pude terminar
de leerlo.
Diez años después alguien me prestó el libro, en inglés,
esta vez, y fue una verdadera revelación. Se ha vuelto uno de mis libros
favoritos, esos que re-lees en las tardes lluviosas, o cuando estás buscando inspiración.
Mi madre jura que Paula, de Isabel Allende, es un
libro maravilloso. Eso juran todas las madres. Yo no derramé ni una lagrima al
leerlo, y no me parece de lo mejor que ha escrito Isabel Allende. Pero siempre
me queda la curiosidad: ¿Será que el día que tenga hijos entenderé por fin a mi
madre?
Supongo que el punto de todas estas anécdotas es…que
cada libro tiene su momento. Solo hay que saber encontrarlo. Y, que, al final,
todos los libros se merecen, al menos, una segunda oportunidad. Bueno, casi
todos. Nadie me convencerá con Twilight.
*¿No les parece que
la foto es el mejor laptop skin en
la historia? Acabo de encontrarlo y estoy completamente enamorada.
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