Hoy no es tu cumpleaños. Hace más de cuatro meses lo
celebramos, y lo celebramos en grande. De pronto cada año cuenta. Pero hoy, 15
de agosto, es, en verdad, como tu otro cumpleaños. El que, durante los últimos
15 años, ha contado. El que deberíamos celebrar.
Siempre lo he sentido así. Un día como hoy, hace 16
años, Dios decidió que todavía nos quedaba tiempo contigo. Que todavía quedaban
cosas por hacer. Un día como hoy, hace 16 años, no te fuiste.
Es como un cuento. Hoy, hace 16 años, a mi abuelo le
cayó un rayo. ¿Qué cosa? Pues, que le
cayó un rayo. Ay, lo siento muchísimo.
No, que mi abuelo está vivo. Está bien. ¿Cómo?
PERO SI LE CAYO UN RAYO. Si, ya sé. Eso pensé yo también en el momento.
Ha quedado grabado en mi memoria. No todos los días
te dicen que a tu abuelo le cayó un rayo. Mi hermana cumplía años al día
siguiente. Solo 7. Demasiados pocos para entender que estaba pasando. Yo no
estaba mucho más grande. Tampoco entendía. Pero recuerdo. Recuerdo las
lágrimas. El susto. Mi mama y mi papa que se fueron a Pocrí. El no saber. Y,
luego, recuerdo semanas de semanas en el hospital. No poder ver a mi abuelo. Todavía
no, en unos días, otros días, algún día.
Si te hubieras ido ese día me hubieras dejado con
buenos recuerdos. De ir a buscarme a la escuela en tu pick-up, siempre con
naranjas partidas para que nos entretuviéramos en el camino. De ir a Pocrí
contigo en el verano. Subirme a un árbol. De bañarnos en la playa, todos
juntos. Fogatas en la noche.
Pero, no me quedé con los recuerdos de una niña que
nunca, nunca, podría haber apreciado a su abuelo como hoy, 16 años después, yo
te aprecio. Que nunca hubiera podido entender el sacrificio, el amor, detrás de
cada anécdota, si no hubieran venido de tus labios. Que quizás, alguna vez,
hubiera aprendido a pelar un mango, ya que tu no hubieras estado ahí para
pelarlos todos.
Que nunca hubiera sido la persona que es sin tu
presencia en mi vida.
Así que hoy, Papaíto, hoy doy las gracias, Porque
estás aquí. Para traerme frutas, hacer
sancocho, regañarme, para dar instrucciones. Para todo. Porque podrías no
estar. Y, 16 años después, ya no puedo ni imaginarme lo que hubiera sido.
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