Ser fanático es saber sufrir. Hay gente que se sube
al tren cuando la cosa ya está casi ganada y luego juran y perjuran que han
sido fanáticos toda la vida. Pero el verdadero fanático, ese sufre más de lo
que disfruta. Ese ve a su equipo descender, aguanta los chistes, cree en el
proyecto. Ese cuelga la cabeza cuando su jugador favorito pierde en segunda
ronda e intenta ignorar el resto del torneo. Un fanático de verdad, ese ve a su
equipo perder su puesto en la postemporada el ultimo día, después de estar diez
juegos arriba dos semanas antes y tiene que morderse la lengua para aguantar
las lágrimas.
A mí me gusta llamarlo el “Club de amigos pague por
sufrir”. Fanática de los Bravos de Atlanta desde que recuerdo, tengo mucha
experiencia con esto de sufrir. No hay nada peor que casi llegar y luego
estrellarse. Bueno, eso pensaba yo hasta que los vi quedarse fuera de la
postemporada cuando un mes antes estaban diez juegos arriba. Es parte de las
maravillas de ser fanático, cuando crees que no puedes sufrir más, ahí van tus
equipos y se las ingenian.
Nadal me ha hecho un par también. Es ir de la
felicidad suprema a la angustia mayor, ser fanática de él. Una día ganamos un
juego imposible, y un mes después perdemos uno que nadie sabe cómo carajo se perdió.
Ni hablemos de fútbol americano. Mi primer año
completo de seguir a los Broncos de Denver, en 1996, perdieron en la postemporada.
Los dos años siguientes ganaron el SuperBowl. ¿Desde entonces? De los años
buenos de Mike Shanahan hasta la tortura de Josh McDaniels, ser fanático de los
Broncos ha sido, por varios años, un estudio en las mejores maneras de
quejarse. Todo ha salido mal.
Si dejo a Argentina para el final, es porque se lo
merecen. Gracias a la selección argentina no puedo ni ver a un alemán, el
uniforme de Brasil me causa ansiedad y el Mundial agrura. Pero aquí estoy. Sigo
viéndolos. Conozco a los jugadores. Discuto sobre la alineación. Me visto de
periodista deportivo para dar mi opinión. ¿Qué se va a hacer? La única otra opción
es arrancarme el corazoncito.
Y ahora que me siento a ver las Olimpiadas, y veo a
Saladino hacer una falta, dos, tres…y a Edwards salir antes de tiempo, me doy cuenta
que mis experiencias me han preparado para esto. Esto es parte del saber
sufrir.
Pero no es sufrir por sufrir, eh. No es sufrir un
año, media temporada, mientras tu equipo se recompone y al final, zas, gana
algo. Es sufrir por muchos años, esperando que tu equipo te de la felicidad,
sabiendo que cada año de sufrimiento hará la eventual victoria un poco más
dulce. Pero la victoria no llega.
Los fanáticos de los Yankees no lo entienden. Los de
Boston parecen ya haberlo olvidado. Pero pregúntenle a un fanático de los Cubs,
no uno de los Dolphins que es saber sufrir. Seguramente podrán hacer un ensayo
sobre el tema.
De una cosa si estoy segura: es mejor sufrir con tu
equipo que ser uno de esos que, al final, siempre iba al equipo que ganó. Y es
que no es lo mismo. El que sufrió lo sabe. Por esos seguimos siendo miembros
del “Club de Amigos pague por sufrir”, porque solo el que sufre disfruta realmente
la victoria.
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