La gente que me conoce podría decirles que tengo mis
momentos de masoquismo. No siempre que me siento mal tomo medicinas enseguida
y, a veces, me gusta dejar las cosas hasta el último último momento aunque sé que
es lo peor que puedo hacer. No me gustan las cosas fáciles, que puedo decirles.
Me gusta la presión.
Pero en esta discusión del vivieron felices para siempre
vs. la realidad tiendo a ser medio bipolar. Cuando voy al cine a ver una película,
o cuando me obsesiono con un programa de televisión (pasa bastante a menudo. Un
día de estos voy a tener que darles una lista de TODOS los programas que veo.
Se van a asustar), o cuando leo un libro…pues, las lecciones me valen poco. Lo que viene después no me importa. El
apegarse a la realidad me parece ridículo. Yo, yo veo porque estoy esperando un
final feliz.
Me lo merezco. Si me he aguantado ocho temporadas
viendo a Mulder ya Scully, pues es
injusto que juuusto cuando POR FIN pasa algo entre ellos, yo no pueda verlo. Y
ni me hagan hablar de todo lo que sufrí la primera, y bueno, la segunda y la
tercera vez que leí “Lo que el viento se llevó”. Ahí estaba mi final feliz, tan
cerca que podía tocarlo…y de repente…se esfumó.
No, no. Yo quiero que mis personajes favoritos vivan
felices para siempre, aunque en la felicidad hayan menos historias. La imaginación,
esa es para otras cosas que no sean para tratar de arreglar lo que otro
escritor decidió debía apegarse a la realidad.
Pero, cuando escribo…ay, cuando escribo. Es triste
como la perspectiva cambia. De repente entiendo perfectamente a esos escritores
que tanto me hacen sufrir. Si hay una cosa que no me gustan son los finales
felices. Es más, no soy muy fanática de los finales en general. A mí me gusta
dejar las cosas abiertas, así…para que cada uno haga su propio final. ¿Qué gracia
tiene contar una historia que no da cabida a la imaginación?
Y pues, si…esto debería hacerme entender mejor a
todos aquellos que, alguna vez, he odiado por aquel final. Pero, en verdad, no
lo hace. En este tema me reservo el derecho de mantenerme bipolar. Ustedes
denme mis finales felices. Yo no prometo escribirlos. Y pues, si tienen que
odiarme por ello, bienvenido sean. Ustedes también tienen derechos.
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