Casa
son diferentes cosas, a distintas horas. Cuando abro los ojos mi casa son este
polar que me protege del frio y esas persianas que no dejan entrar ni un
poquito de luz. A veces me quedo aquí, quietecita, por un rato, disfrutando del
calor, antes de atreverme a sacar un pie de mi capullo, y entonces, mi
definición se extiende a mis pantuflas, que me mantienen caliente y cómoda
mientras me deslizo por mi piso. Casa es el gentil hummm que hace la calefacción cuando estás muy muy cerca. O el pip pip del microondas cuando pongo mi
taza de chocolate a calentar, porque eso es lo que me gusta desayunar, junto
con una magdalena.
La
computadora me recibirá luego, la tarea del día, o un libro, porque será muy
temprano para pensar en casa. Eso es hasta que el teléfono me sorprenda, como
casi todos los días, a la 1 de la tarde, exactamente, y es mi abuela, siempre,
porque ella sabe que ya me habré despertado, y a esta hora podrá hablarme. Y a
veces no tendrá mucho que decir. Pero me contará cosas. Me preguntará sobre
clases, mis compañeros. El frío. La gente, la ciudad. Yo le preguntaré si ya ha
desayunado. Ella contestará que esa es una pregunta de abuela, y se molestará
porque yo la hice primero. Y me dirá que me extraña, y yo la extrañaré más de
lo que pueda decirle. A veces se lo diré. Otras veces no.
Y
cuando ella cierre casa seguirá siendo mi piso, mi espejo que me dirá te ves
bonita hoy, mientras me arreglo para salir, mi puerta que rehusará a cerrar si
yo he olvidado las llaves, y la estación de bus donde me espera el mismo
conductor risueño de cada día.
Cuando
llegue a clases y revise la computadora, la definición cambiará. Casa será el
mensaje que me habrá dejado mi hermana en el Facebook, porque habrá llegado a
casa de la universidad, y aunque debería estar revisando algún libro de
economía o de teoría política, perderé un rato contestándole, porque estoy
aquí, no allá, y ella es mi casa, y esa casa se quedara conmigo durante toda mi
clase.
En
la noche, al llegar a mi piso, casa será
ese teléfono que parece acortar distancias. Mi madre del otro lado,
compartiéndolo todo, desde las cosas buenas, hasta las tontas. Todos los días,
sin falta. Mi padre, con las últimas noticias, de todo tipo. Mi hermana, la
empatía personificada. Yo me sentiré bien de escucharlos. Por la noche, gracias
a ellos, cuando cierre los ojos y este en esta casa no me sentiré menos en
casa, por estar aquí.
*Tomado del libro "Ad Infinitum", UTP, 2012.
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