Me ha tomado un par de días poder escribir esto. El viernes, cuando los
Bravos perdieron con los Cardenales, en el que vendría a ser el último juego de
la carrera de Chipper Jones, no tenía ánimos para hacerlo. No era solo
tristeza. Como soy del Club de amigos pague por sufrir, ya estoy acostumbrada a
perder. Especialmente con los Bravos. Eso fue lo de menos. Lo que trajo
lágrimas a mis ojos fue el pensar que esta sería la última vez que vería un
juego de béisbol en el que interviniera Chipper Jones.
Nunca he visto uno.
Parece mentira, pero comencé a ver béisbol en 1995. Chipper Jones era
entonces un novato, con cara de niño y mucho potencial. Dieciocho años después
Chipper Jones es uno de los mejores terceras bases de la historia. En cinco
años ira, seguramente, al Salón de la Fama. Yo estaré feliz. Pero no será lo
mismo. Nada será lo mismo.
Cuando cumplí quince años (pareciera que fue hace siiiglos), recuerdo que quería
muchas cosas. Pero ni el crucero, ni la fiesta, ni nada que me pudieran ofrecer
me quito de la cabeza lo único que de verdad, verdad, verdad quería como regalo
de quince años. Ir a Atlanta a ver a los Bravos. Y a Chipper, obviamente.
Siempre he pensado que Chipper, en el año que gano su MVP, como que se enteró
de que yo estaba ahí. Al menos, eso sentí yo, después de ver cuatro home runs
en cuatro días. No es que me volví fanática ahí, dejémoslo claro, ya lo era
antes. Pero después de ese momento, ya no hubo vuelta atrás.
Era una niña entonces. Luego crecí, claro está. A veces uno crece y los héroes
de la infancia se quedan allá, en tu niñez. Chipper se vino conmigo. Antes podía
ver los juegos por televisión casi todos los días, me gustaba llenar los
scorecards y podía recordar, con exactitud, como habían quedado juegos de hace
dos meses. Ahora hay MLB.tv, pero tengo mucho menos tiempo.
A pesar de eso, Chipper siempre mantuvo su lugarcito en mi corazón.
Gracias a él seré fanática de los Bravos, contra viento y marea, pase lo
que pase. Forever and ever. Si algún día
tengo hijos les comprare zapatitos con la A
grande, en blanco y todo eso. Y pues, no, el béisbol, al menos, por ahora, no será
lo mismo. No sin Chipper, ahí, bateando de tercero, en la tercera base, como
siempre en mi memoria. Pero la vida sigue. El béisbol también.(Sigue, verdad?)
Y aunque cada vez tengo menos tiempo, les puedo prometer una cosa: Después de
18 años de ser fanática de Chipper, ya no hay vuelta atrás.
No queda más que ir en contra de los Yankees. Digo, para ser original y
todo eso.
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