miércoles, 9 de mayo de 2012

Obama, gay marriage, and why this should not be a big deal.

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"At a certain point I've just concluded that, for me personally, it is important for me to go ahead and affirm that I think same-sex couples should be able to get married."

Those were President Obama’s word today, during an interview with ABC. It’s not precisely a ringing endorsement, but it’s an endorsement nonetheless. And a pretty big deal if you consider he’s the first sitting U.S. president to publicly support gay marriage.

But just the fact that his words have created such uproar should be enough to prove that we still have a long, long road ahead of us. 

This is not about Barack Obama. It’s not about the political ramifications of his words. It’s not about Biden, either, who said pretty much the same thing a few days before. It’s not even about Mitt Romney, who, after President Obama’s words came out and said: “I believe marriage is a relationship between a man and a woman." 

No. This is not about them. This is about the millions of people who share their lives every day, go through the ups and downs, just like we do, but don’t get the same rights because their partner happens to be a person of the same sex. This is about their families and friends, and what they have to go through every day. This is not about politics. It’s about people.

People who live their lives just as we do. Who go to the store, walk the dog, train at our gym. Have kids. 

I recognize that what happened today is a step in the right direction. I know how the world works. I understand that public perception is everything, and that no one should expect such a controversial issue to be settled quickly. 

It just makes me sad.

Because every second that we spend discussing President Obama’s words, or Romney’s statement, is one more second we spend trapped in an outdated way of thinking. It’s another second where this is still an issue because we fancy ourselves different. 

When we can look at this without sentimentalism, and consider just the practical aspects of what two people living together should be able to share, then that’s the day we are truly equal. When we no longer see a difference, then that’s the day the world is a better place. When the word marriage is just one word and the phrase “gay marriage” disappears from our vocabulary, that’s the day this battle is won. 

That’s the day we’re fighting for. And today, even if this looks like a step in the right direction, it seems to me as if that day is very far away.

Harry Potter y el milagro de querer seguir leyendo…

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Yo no soy una de esas personas que le debe su hábito de la lectura a Harry Potter. No, yo era una #booknerd consumada mucho tiempo antes de que Harry Potter llegara a mis manos. Los libros siempre fueron mis amigos, y todavía me sorprende que mi experiencia escolar haya sido relativamente normal y que, hasta el día de hoy, pueda decir que sigo siendo amiga de gente que conocí en la escuela. 

Es que yo, debo admitirlo, no era muy normal en la escuela. En las mañanas no podía hablar con nadie en el bus, era mi hora de leer. Tenía una sola regla, si no me molestas mientras leo en la mañana, entonces podemos conversar en la tarde. También recuerdo haberme tomado recreos enteros para leer, hasta el punto de que alguna vez le dije a mis amigos: El primer recreo es para leer, en el segundo podemos hablar. 

Mi amor por los libros no ha disminuido. Normalmente cargo uno conmigo, a veces dos. Leo en cada fila, tranque, almuerzo y, por supuesto, cada vez que tengo que esperar en algún lugar. Pero antes yo era la rara. Ahora cada vez hay más gente como yo.

Harry sí tiene mucho que ver con eso. He aquí un ejemplo. 

Yo leí Harry Potter por primera vez en el 2002. Ya habían salido los cuatro primeros libros y mis padres le compraron los cuatro a mi hermana en una Feria del Libro.  Ella no leía mucho, pero parecía interesada en los libros, y prometió leerlos. Yo me quejé. Me podrían haber comprado algún libro a mí en vez de gastar en cuatro libros que ella nunca leería. 

Además, yo no tenía intención de leerlos. Un niño mago. ¡Qué tontería! 

Claro, en ese momento, subestime mi capacidad de lectura. Estaba de vacaciones y, a la semana, ya me había leído todo lo que había comprado para mí misma. No tenía más remedio que intentar con el niño mago. O ver televisión.

Se podrán imaginar que no vi televisión. Me demoré medio día con el primer libro, aproximadamente uno con el segundo y el tercero y dos con el cuarto.  Antes que se acabara la semana ya era una fanática más.

Obviamente esto hizo que mi hermana quisiera leerlos. Eran sus libros, después de todo. Yo se los estaba quitando. Antes de que yo terminara el segundo ya ella había comenzado con el primero. El resto es historia. 

Cuando nos enteramos de que iba a salir el quinto libro, mi hermana comenzó a leer en inglés. Recuerdo haberme burlado de ella: el libro saldría en español aproximadamente seis meses después de lo que saldría en inglés. Yo iba a saber lo que pasaba, y ella no! 

Leí el quinto libro en un día. A ella le tomó dos semanas, con un diccionario en la mano y preguntando palabras cada página. Pero lo terminó.

Para cuando salió el sexto y nos fuimos a parar en fila a medianoche nos peleamos para ver quien comenzaba a leer primero. Yo gané y, a las 7AM, cuando terminé de leer, la desperté para contárselo. A ella no le hizo gracia. Tomó el libro y se puso a leer. A las 3 de la tarde ya había terminado. 

Del séptimo tuvimos que comprar dos ejemplares. Ya no había marcha atrás. Harry Potter nos había puesto al mismo nivel. Ahora mi hermana lee tanto como yo. Y si, aún seguimos peleándonos libros. Pero ahora lo hacemos en igualdad de condiciones.

martes, 8 de mayo de 2012

Mafalda y yo.

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Yo crecí con Mafalda. Mi mamá siempre fue una fanática y, de pequeña, Mafalda fue una de las primeras cosas que leí, leí y seguí leyendo. Lo leí tanto que arruine la colección de mi mamá, y, ahora, de grande, tuve que comprársela de nuevo, ya empastada y bonita para reemplazar aquella colección que, de tanto ojearla, casi quedo en pedazos (En mi defensa debo decir que era una niña y me tomaría algunos años más entender el concepto de cuidar los libros) 

Tanto lo leí que, a la fecha, todavía puedo recordar claramente bastantes situaciones, puedo accesar* en mi cerebro muchísimas citas, sin necesidad de consultar el original. 

Hoy me desperté pensando en mi fiel amiga de infancia y no me la he podido sacar de la cabeza. Quizás es que ando de humor raro y Mafalda tiene una respuesta para todo. A lo mejor es simplemente que, al llegar a la oficina y mirarme en el espejo, me di cuenta que estaba horriblemente despeinada. O quizás no es ninguna de esas cosas. Tal vez es simplemente que hay muchas lecciones de Mafalda que se quedaron conmigo. 

Por ejemplo, de Mafalda aprendí que no hay porque quejarse si nadie está escuchando, que si le sonríes a todo el mundo la gente pensará que estás loca, que en este mundo cada vez hay más gente y menos personas y que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno. 

También aprendí que todos, absolutamente todos, podemos quedar como un vulgar pichiruchi, que nunca falta quien sobra, que el alma no tiene definición, que a los amigos hay que quererlos como son, y que a veces es mejor no crecer. Ah, y que todo lo malo se acaba, hasta los malos días. 



*La RAE dice que esto no es una palabra, pero a mí como que me gusta, así que ahí se queda.

viernes, 4 de mayo de 2012

Avengers Assemble!

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Llevo días esperando para hablar de esta película. Quizás es porque como no había estrenado en Estados Unidos no había querido alardear de haberla visto antes. O tal vez es simplemente que necesitaba dejarla reposar. Honestamente, después de verla, me sentí perfectamente incapaz de hacer una reseña coherente. Si hubiera hecho mi reseña el viernes pasado, cuando la vi, lo único que hubiera sido capaz de articular hubiera sido:

VAYAN A VERLA YA!!

Tenía grandes esperanzas para la película. Joss Whedon, el director, una vez, hace no mucho tiempo, en una galaxia no tan lejana, nos regaló un personaje como Buffy. Todo esto parece como si hubiera pasado hace siglos, cuando los vampiros no eran los héroes de las películas y tampoco brillaban. Pero, después de estar expuesta al fenómeno Twilight debo admitir que he recuperado algo de mi amor por Buffy. Y Angel. Y Spike. Ah, tiempos aquellos.

Bien por el director, entonces. Y, del resto del elenco, ninguna queja tampoco. Robert Downey Jr nació para el papel de Tony Stark. Si en Iron Man, toda la atención está sobre él, en esta película se conforma con ser el alma de los Avengers. No es poco.

Le agregamos a eso a Chris Hemsworth, el Thor de las fantasías de muchos. Cada vez que lo veo me recuerdo de aquella escena, en Thor, donde sale sin camisa. Aquí, lastimosamente, no se quita ni un poquito de ropa. Pero sigue siendo Thor, grande, casi invencible, y, además, descubre algo de sentido del humor. 

Hasta Capitán America, para mi uno de los personajes más blandos de todo Marvel, tiene cierto encanto en esta película. No dice un solo chiste. Pero es parte del equipo. Es más, hasta da la impresión que, sin él, no habría equipo. 

Otra que me sorprendió gratamente fue Scarlett Johansson. No me disgustó, que ya es bastante decir de un personaje que, en comparación con los otros, parece no tener ningún poder. Más allá de eso, en la primera escena  en que la vemos me gusto más de lo que me había gustado en todas sus escenas de Iron Man 2 juntas. Y Hawkeye, literalmente el nuevo de la película, fue una grata sorpresa. Con razón Jeremy Renner ha conseguido tantos papeles importantes últimamente. A mí me convenció totalmente.

Pero casi lo mejor de la película fue que, AL FIN, apareció un Hulk que vale la pena ir a ver. No tendrá las mejores líneas de la película, eso le toca a Iron Man, ni será el más bonito, ese es obviamente Thor, pero Hulk es, sin lugar a dudas, el más humano. Y Mark Ruffalo, en una interpretación maravillosa, nos lo hace sentir. 

Con personajes como estos la historia casi ni importa. Con estos actores, la historia no importa. Está ahí solo para permitirles interactuar. Para que Tom Hiddleston pueda lucirse como Loki. Para que podamos ver esa batalla épica entre Iron Man y Thor. Para que podamos disfrutar de los roce entre Tony Stark y Steve Rogers. Para que Samuel L. Jackson se convierta para siempre en nuestra mente, en Nick Fury. Para que estos personajes que no parecen tener nada en común se vuelvan, de alguna manera, un equipo. 

Yo no soy de las fanáticas hardcore de los comics, así que obviare las pequeñas diferencias. La película está muy bien hecha. Si disfrutaste las anteriores, disfrutarás esta. Si te gustan los comics, disfrutaras esta. Es más, aunque no te gusten, creo que disfrutaras esta. The Avengers tiene algo para todos. 

Hace siete días que vi la película, y ya tengo ganas de verla de nuevo. Y, si puedo terminar esta reseña con un consejo, seria este:

VAYAN A VERLA YA!!

jueves, 3 de mayo de 2012

It Ain't Over 'til It's Over

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Ojalá tuviera palabras para describir el juego Braves-Phillies de ayer. Pero, como bien escuché decir a los jugadores, por allá por la medianoche, cuando todo había acabado, hay cosas que no se pueden explicar. Esta es una de ellas.

Aun así, como tengo que intentar procesarlo (el beisbol es un juego cruel, siempre hay otro juego al día siguiente que sirve para bajarte de la nube), les voy a contar mi experiencia con el juego.

Cuando comencé a ver beisbol era capaz de quedarme viendo un juego hasta el final, aunque mi equipo estuviera perdiendo por 6, 8 o 10. El tiempo me ha dado algo de perspectiva (y sabiduría). Así que, como toda persona normal, cuando el juego iba 6-0 a favor de los Phillies, con Doc Halladay lanzando, dije. That’s it. Ya perdimos. Y me puse a hacer otra cosa.

Hago un paréntesis aquí para contarles que, al menos, me fue mejor que al Sr. Ryan Lawrence (@ryanlawrence21), periodista que cubre a los Phillies que, en ese momento, señaló que “caminaría hasta Filadelfia” si Roy Halladay perdía el juego. 

Le demorará bastante caminar desde Atlanta hasta Filadelfia.

Pero el punto es que yo también perdí la fe por un rato. Pero, fanática en el fondo, me volví a fijar en el juego un rato después. Los Bravos iban ganando 8 a 6. En ese momento me sentí terriblemente culpable. Por mi falta de fe me había perdido toda la diversión!

Claro, eso me duró hasta que Carlos Ruiz (duele el doble cuando son los panameños que le dan duro a mi equipo) se encargó de que el juego fuera 12 a 8. Y, claro, como mujer de poca fe que soy pensé, no lo van a hacer de nuevo.

Esta es la peor parte. Me arrepiento. Mea culpa. Lo siento. No lo vuelvo a hacer. Porque sí, obviamente, lo hicieron de nuevo. Yo que me voy a comer algo y el juego que de repente va 13 a 12. Y viene mi closer. Kimbrel se va a encargar.

Excepto que no. Y el juego está empatado. Me está comenzando a dar acidez. ¿Será que alguien saca un out? ¿Será que alguna vez se acaba este juego? ¿Será que poder dormir hoy?

La historia tiene un final feliz. Y si lo tiene es porque este equipo todavía tiene a Chipper Jones, que, a sus 40 años, todavía es capaz de recordarme porque en 1995 decidí convertirme en fanática de los Bravos. El mismo Chipper que ha estado presente por cada temporada de beisbol que he visto en mi vida. Ese que se retirará al final del año.  

Por hoy, me deja ese homerun para ganar el juego. Ojalá pueda dejarme muchos más momentos a lo largo de la temporada.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Como escribir una novela

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Comienzo por decirles que no tengo la respuesta, eh. No vaya a ser que estén esperando encontrar una fórmula mágica o algo por el estilo. En verdad no tengo la menor idea aunque ya lo he intentado dos veces, y terminado una de ellas.

La verdad es que siempre he pensado que no tengo madera de novelista.  Siempre he querido escribir una novela, pero quizás, en el fondo, mi personalidad se ajusta más a la de una cuentista. Odio los planes. Nunca se cómo van a terminar las cosas cuando comienzo a escribir. Me encantan las frases cortas. Y odio más que a nada las descripciones largas. Tampoco soy gran fanática de los diálogos.

Se preguntaran por qué, a pesar de todo esto, insisto en intentar con una novela. Supongo que por varias cosas. Primero, porque tengo algo que contar. Así es con todo, ¿no? Es la misma razón de siempre para escribir. Pero, más allá de eso, estar sin escribir me enferma. Ya sé, dirán que es cliché, pero es parte de la razón por la que comencé este blog. Antes, cuando escribía una columna al menos tenía algún lugar donde divagar semanalmente. Ahora, me queda el internet. Y mi novela/cuentos.

Los cuentos, sin embargo, se terminan muy rápido. Como soy de las que no planeo puedo fácilmente escribir uno en una hora. Todo sale de una. Una vez que he terminado tengo que dejarlo un rato. Es imposible editar enseguida. Y vuelve el vacío.

Al menos mi trabajo me permite estar escribiendo todo el día, pero en los escritos legales uno no puede realmente dejar volar la imaginación, si me entienden. Necesito encontrar otra manera de expresarme. 

Una que viene con sus problemas, claro está. Primero porque cada capítulo es más largo que cualquier cuento que he escrito en mi vida. (No es broma, creo que mi cuento mas largo tiene 7 páginas, algo así) Segundo porque hay que tener alguna idea de lo que viene después. Un plan. Hay gente que conozco que dibuja mapas y hace planos de la casa donde viven sus personajes. Yo de a milagro sé cómo termina mi historia. 

He intentado hacerlo de la otra manera, lo juro. Pero mis planes no sirven para nada. Y si intento planear antes de comenzar, me bloqueo. Solo es posible planear cuando ya llevo al menos dos páginas escritas. Tengo que dejar que las cosas fluyan. Alguien me dijo alguna vez que hay que educar a la mente, pero la mía se rehúsa a ser educada. Quiere vivir libre.

Esto me hace pensar que soy la peor aspirante a novelista en la historia, pero aun así, sigo tratando. Quiero creer que, como en todo, hay mil formas de escribir una novela. Solo es cuestión de encontrar la que le sirva a uno.

martes, 1 de mayo de 2012

El terror al closet lleno.

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La peor parte del día para mí, es, sin lugar a dudas, ese momento donde me paro frente a mi closet lleno y no encuentro que ponerme. O sea, más o menos a las 7AM, de lunes a viernes. A veces tengo buenos días, claro está. El miércoles pasado me salió una combinación inesperada y maravillosa. Pero esto no sucede tan a menudo. Lo que normalmente pasa es que termino con mi uniforme de pantalón negro y camisa blanca/negra/azul oscura, etc. 

No es que no me gustan los colores. Cualquiera que me ha visto vestida para trabajar podría pensar que miento, pero lo prometo, no tengo ningún problema con el naranja, rojo, rosado, etc. Simplemente no tengo idea de cómo ponérmelos. Es más, ni siquiera los visualizo como parte de mi vestuario. Así que no los compro.

Tampoco soy muy buena con eso de las combinaciones. Los vestidos negros están hechos para usarse con zapatos negros. Bueno, quizás con grises. Y una cartera negra. Bueno, quizás una crema. Pero hasta ahí llegamos.

Soy un poco más osada con eso de los zapatos. Tengo algunos de colores. Tacones altísimos. Plataformas. Piel de leopardo. De tigre. De cebra con tacones rojos. Es que los zapatos son lo mío. Tengo miedo de contar la cantidad de pares en mi closet, porque si lo hago me daré cuenta de que ya tengo suficientes y no hay razón para comprar más. 

Pero, en el fondo, el miedo al closet permanece. Y, cada vez más me va entrando este miedo a ser aburrida. Hay algo que sucede cuando uno trabaja en oficinas conservadoras en una profesión donde todo el mundo espera que proyectes seriedad. Y es aún peor cuando eres mujer y, para colmo, aparentas ser más joven de lo que eres. Si no te vistes así, nadie te respeta. Y, poco a poco, la idea se va a apoderando de ti. Te acostumbras.

Aun así, me gustaría encontrar la manera de, poco a poco, ir agregando algo de color a mi vida (digo, closet). Quizás intentar combinaciones más osadas.  No he encontrado la respuesta, pero la próxima vez que vaya de compras prometo mantenerme alejada del negro/beige/blanco/azul. Al menos, por ahora.
 
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