No les tengo que decir que Navidad ya se fue,
porque, bueno, ya lo saben. Si son como yo, han sufrido las consecuencias. Por más
que intentaron resistirse, tuvieron que comer tamal de olla, porque, solo lo
comen para Navidad, así que no iban a decir que no. Y NI hablemos de la rosca. Ay,
la rosca. Tampoco hablemos del poco tiempo que uno tiene en diciembre para
hacer ejercicios, por mucho que lo quiera.
Así que, si son como yo (admítanlo, la mayoría lo
son), hicieron doscientas treinta y cinco resoluciones de año nuevo, de las
cuales ya solo están cumpliendo cinco y hasta esas se ven mal. Pero ahí están, todavía
intentándolo. Igual que yo. Pero, Navidad ya pasó. Año nuevo, vida nueva,
dicen. Ya no tenemos que preocuparnos por el árbol, los focos, Santa y los Reyes
Magos por al menos once meses más.
O, al menos, eso pensé yo.
Resulta que yo vivo en un edificio. Esto hace el
decorar una cosa bastante sencilla, árbol, uno que otro adorno, el nacimiento,
y ya está. Afuera solo hay que poner una alfombra navideña, y, como hemos hecho
por los últimos años, a Santa.
Tampoco es un Santa así tamaño yo, pero es un Santa
respetable. Casi me llega a la cintura. No está muy sonriente, pero es de lo más
elegante, ahí, con su ropa medio de seda y una campanita en el gorro. Además,
es nuestro Santa. Uno se encariña con su Santa.
Hasta que Santa desaparece.
No, en serio. Desaparece. Un día vienes del cine y ahí
está, al día siguiente sales temprano a cortarte el cabello y bam, Santa ya no está en su lugar.
Supones que debe ser un error. Le preguntas a tus vecinos si alguien, sin
querer, se llevó a Santa. (Cosa poco probable, Santa estaba ahí, recostado a la
PARED de tu lado, nadie podría haberlo recogido por error) Nada. Bajas y le
cuentas a la administradora. Nada. Le preguntas al conserje, al guardia de
seguridad. Pero Santa no aparece.
Pasas las cinco etapas del duelo, Primero no puedes
creerlo. Seguramente tiene que ser un error, alguien aparecerá con tu Santa de
un momento a otro. Después estas muy, pero muy molesta. ¿Quién se atrevió a
robarse a tu Santa? Luego comienzas a pensar en tratos. Si me devuelven a mi
Santa, yo prometo ser menos Grinch el próximo año. Pero no sirve de nada. Te
deprimes porque, en el fondo, querías a tu Santa. Pero no te queda más que
aceptarlo. Santa ha desaparecido.
Y luego, abres la puerta un día, ya en enero, y ahí está
Santa, con su misma campanita y sus ojos brillantes. ¡Ha regresado! Te pones
tan feliz que no te da tiempo de pensar en lo raro que es todo el asunto. ¿Dónde
estaba Santa? ¿Quién lo tenía? ¿Lo tenía alguien? ¿Cómo es que regresó?
Obviamente ya has guardado todos los chécheres
navideños, así que Santa se queda en el pasillo por unos días. Al tercero de
esos días te despiertas de noche para ir al baño y, antes de entrar, miras
hacia un lado y ves los ojos brillantes de Santa, fijos en ti. Entras al baño rápidamente
y te das cuenta que ya estas completamente despierta. Hay algo raro en ese
Santa, decides. Te da un poco de miedo. Mejor guardarlo. Ya ni siquiera estas
segura de que, el año que viene, quieras volver a ponerlo afuera de tu casa.
que bueno que cuando menos te lo regresaron... mala onda que se lo hayan llevado pero de lo malo siempre hay que buscar lo bueno. Saludos y que tengas feliz año y Feliz Nuevo Baktún.
ResponderEliminarFeliz Año!! Ojala vengan las cosas buenas ...jajaja.
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