martes, 30 de abril de 2013

Estereotipar el estereotipo

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Las abogadas siempre deben usar zapatos cerrados. Los escritores siempre deben estar despeinados y tener una pluma detrás de la oreja. (Prefiero los lápices, para ser sincera. Las plumas traen un sentido de irrevocabilidad que me causa comezón). Las perlas son el colmo de la elegancia. Todo escritor debe cargar siempre encima dos o tres libros. 
 
Seas lo que seas, de seguro el mundo espera que lo seas de una manera.

Comienza de pequeños, el condicionamiento. En kínder nos ponían a recortar fotos de profesiones, de las revistas. Una mujer con el cabello recogido y una regla en la mano, maestra, obvio. Un tipo con un casco y una escuadra, arquitecto. Con uniforme, policía. (Bueno, pero esto es como una excepción…no se puede hacer nada con el uniforme) 

El punto es que, desde pequeños, nos enseñan que debemos ser de una manera. Las niñas se comportan de esta manera, los niños de esta otra. Hay que ser una dama, nos dicen a nosotras. Hay que ser un macho, les dicen a ellos (que sé yo que les dicen a ellos, pero eso creo). Luego crecemos y ya lo tenemos procesado. Y el condicionamiento se vuelve más fuerte cuando escogemos una carrera. (Yo tenía un profesor en la universidad con el cual para cada examen teníamos que ir vestidos de saco y corbata los hombres y saco y falda las mujeres. Ah, y CON pantyhose.) 

Sirvió de algo la tortura. Me acostumbró a vestirme con ropa “de trabajo” (Del pantyhose ni hablemos). Obviamente tuve un shock cultural cuando decidí que lo que yo de verdad, verdad, verdad quería, era ser escritora. Porque los escritores son medio hippies, todo el mundo lo sabe. Toman mucho café y recitan poemas a pedido. Son excéntricos. Extraños. Diferentes.
No los abogados. Esos siguen un molde.

Ah, las expectativas. Uno tiene que ser seria en la mañana y no tan seria en la noche. Las dos cosas, pero sin mezclarlas. No es lo que se espera de uno.

El verdadero problema, para mí, son las expectativas. Y no, tampoco se puede pelear con el sistema (Seria como pelear contra los molinos de viento). Pero si se puede ser uno mismo, aunque ese ser uno mismo este colmado de pequeñas rebeldías. Zapatos rojos en vez de negros. Uñas grises en vez de francesas. Un reloj grande, de los que está de moda.  Y, en la noche, cuando me esperan despeinada, sin maquillaje y con una libreta en la mano, pues, quizás este despeinada (a veces mi cabello hace lo que le da la gana conmigo), pero ya no salgo de mi casa sin maquillaje, y prefiero cargar mi Tablet que varios libros. Así soy. 

Y, pues…por ahí vamos. Ya como que va siendo tiempo de que uno pueda ser lo que quiera ser, como quiera serlo.

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