viernes, 24 de abril de 2015

Grey’s Anatomy, TV shows and YES, sometimes the writers mess up

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Full disclosure: I haven’t seen Grey’s Anatomy in over two years. When they announced Cristina was leaving, I jumped ship. I didn’t even watch her final season. The show without Cristina didn’t make much sense to me. And yet, I never badmouthed the show or the writers. I didn’t tell people to stop watching. I adjusted my expectations …this was not about Meredith and Cristina, after all. This was, and had always been, about Meredith and Derek. That’s the story they were telling. And I was okay with that (even if I wasn’t that interested).

And then yesterday happened.

I haven’t watched the episode (and I won’t). I’ve been gloriously spoiled, and I’m glad. SO GLAD. I won’t shed any tears, because it’s been a while since I’ve been emotionally involved with this show. But, still, I feel kind of cheated, in a way. Betrayed. Hoodwinked.

When you start watching a TV show, or you read a book, or go watch a movie, you enter into a contract with the writers. It’s a vague thing, but it sort of goes like this: You can break my heart, and then put it back together again. I understand. I won’t ask you not to. All I ask is for you to be fair. I’ll take it…as long as the journey makes sense.

THIS? This doesn’t make sense.  

I’ve lived through worse fictional deaths than this one (Oh, Lupin, Lupin). At first, understanding is a poor comfort. But with space, and time, you start to get it. There was a reason. IT SUCKED, but there was a reason. You take a deep breath. You let it go.

(How do you let this one go?)

Sometimes you start telling a story and find that the story you thought you were telling is not the right one. Take Arrow, for example. They thought they were going to tell us the great love story of Oliver and Laurel, and yet, three seasons later, they’re telling another great love story and Laurel is nowhere to be seen. And we smile. We like it. They sold their story. It makes sense, so we nod and we not only accept it, we embrace it.

(We don’t accept Derek. We can’t.)

At the end of the day, it’s fictional, some people will say. It doesn’t make a big difference in the grand scheme of things. And yes, maybe it doesn’t. Or maybe it does. Maybe it’s just me who will never, ever again, watch anything that is associated with Shonda Rhimes. And yes, that’s personal. I have loved some episodes of Grey’s Anatomy, and I have cried, and I have enjoyed it. And maybe I still could have. With the right story.

(This was not the right story) 

miércoles, 15 de abril de 2015

Galeano y yo

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No fue amor a primera vista, lo mío con Galeano. Ni a segunda, ni a tercera. Fue un amor de esos difíciles,  que se fue labrando poco a poco, que requirió convencimiento, fe, ganas.

Lo leí por primera vez a los quince años. (Cada vez que comienzo un cuento así, con x o y libro que leí en la escuela, la cosa termina mal). Galeano es muchas cosas, pero no es lectura ideal para jóvenes de quince años. Mucho menos cuando el libro escogido fue Las Venas Abiertas de América Latina. Como toda persona sensata, lo odié a muerte. Me enemisté con Galeano. Es más, casi que me enemisté con los latinoamericanos en general, por culpa de ese libro.

Pero la vida da muchas vueltas. Las lecturas regresan. Los libro se te pegan como una lapa y por más que quieres no te puedes deshacer de ellos.  (Te esperan. Siempre te esperan). Años después Dios me mandaría una amiga con un gran amor por Galeano. Ella no me comentaría de este amor hasta mucho después, hasta cuando yo ya confiaba en sus gustos, en sus recomendaciones. No vuelvas a leer ese libro, me dijo. Léete Días y Noches de Amor y de Guerra, y luego hablamos.  

Tuvimos mucho de qué hablar.

(Tanto. Tanto). Pedí perdón luego, claro está. A Galeano, al universo, a los latinoamericanos en general. Leí Espejos y descubrí el mundo. Me enamoré del Libro de los Abrazos.  Entendí mi parte política, me sentí latina, americana, parte de este continente maravilloso que tanto ha sufrido y tanto ha ganado (por primera vez en la vida). Galeano, para mí, fue un maestro. Fue palabras bonitas sobre cosas serias. Fue fondo más que forma. O quizás fue fondo con forma.  

Hoy, que Galeano no está ya con nosotros, solo me arrepiento de una cosa. El amor me pego demasiado fuerte. Leí demasiado. Me queda poco de él que descubrir. Poco camino por recorrer. (Teóricamente, al menos)

Termino con una frase, no de Galeano, irónicamente, pero ya que él la usó primero, no creo que me lo hubiera reprochado: "La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. Por mucho que camine, nunca la alcanzaré. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso: sirve para caminar."

Gracias por el camino, maestro. Y sobre todo, gracias por las ganas de seguir. 

martes, 7 de abril de 2015

De errores y aprender a levantarse

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Todo el mundo se equivoca. Y cuando digo todo el mundo, me refiero a absolutamente todo el mundo. Metemos la pata. Así estamos hechos. Escogemos mal, tomamos malas decisiones y, para colmo, la mayor parte del tiempo, no sabemos qué hacer para corregir nuestras metidas de pata épicas.

No somos personajes. Nuestra vida no es parte de un gran plan diseñado con antelación. Y, aunque a veces (bastante a menudo, para ser sincera) me encantaría serlo, hay días donde el poder de tomar decisiones parece ser la cosa más importante del mundo.

Aunque sean malas.

O es que nunca han visto Fashion Police y se han reído del hecho de que una de sus artistas favoritas haya pensado que ese vestido, justo ESE vestido, era el indicado para los Oscars? (Y ni hablemos del cabello, ni los accesorios, ni el acompañante). Nunca han mirado una película histórica, de esas de las marchas por los derechos civiles en los Estados Unidos y han pensado, ufff, hay metidas de pata y hay METIDAS DE PATA.

El punto es que, queramos o no, nos pasa a todos. Hablamos de más. (Twitter, te estoy mirando a ti). Compartimos de más. Nos ponemos zapatos de tacones inhumanos con los que no podemos caminar justo el día que nos toca caminar, pues, porque se ven bien, y antes muerta que sencilla, ¿no? Decimos cosas que no pensamos en un ataque de rabia, le hacemos daño a gente que queremos, mentimos para salirnos del problema, creando un problema aún más grande. Escribimos la escena final de la novela solo para darnos cuenta meses después de que todo es una mierda y hay que volver a escribir todas y cada una de las palabras. Así es la vida. Complicada.

Maravillosa. Espectacular. Libre. Difícil.

Habrá días malos. Días buenos. Días donde todo sale tan, pero tan bien que pensaremos que sí, todo es parte de un plan más grande. Días donde nada tiene sentido. La cuestión es saber seguir adelante. Hoy quizás lo hicimos mal. Mañana nos equivocaremos de nuevo. Solo hay que aprender. 
 
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