*el después
Esta es la historia que no
contamos. O que contamos por pedazos. La que no conocemos. Quizás es la
historia que tememos. No se me ocurre otra razón para el velo de silencio que
ha cubierto el tema durante los últimos veinticinco años.
Hay recuerdos, claro. Los de
nuestros padres, más que nada. Hay uno que otro libro, la ficción tratando de
poner en palabras lo que no tiene nombre. Hay un Informe de la Comisión de la Verdad,
más un resumen de atrocidades de veinte años que una historia de cómo terminó
todo. Hay documentales, varios, más conocidos en Estados Unidos que aquí (irónico,
¿no?).Hay poco, casi nada. Y hay gente como yo, con recuerdos fragmentados, con
un rompecabezas que por más que intentemos nunca coge forma.
A los cinco años se procesa
poco. Las memorias comienzan un poco antes, dicen los expertos, pero yo creo
que mienten, porque de esos días yo recuerdo solamente esto:
1. No tuve graduación de Kinder. Probablemente
la graduación era el 20, o el 19, y fue cancelada por razones obvias. Tampoco
me devolvieron las manualidades que dejé en mi puesto ese último día. (El
tiempo me ha hecho entender que las manualidades no son lo mío, así que
seguramente no fue una gran pérdida, pero aun así, al año siguiente, al
regresar a la escuela, estaba convencida de que estarían ahí, esperándome. No
estaban)
2. El
color blanco. Curioso como un color viene a definir un recuerdo, como una niña
de cinco puede procesar que había mucha gente vestida de blanco en las calles,
sin que eso signifique nada, no entonces.
3. Las imágenes de los saqueos desde la televisión,
así como quien ve una película que no tiene ninguna relación con la realidad,
no las imágenes del Chorillo ardiendo, ni de soldados, ni mucho menos de
tanques, no, lo que recuerdo es la gente intentando arrastrar refrigeradoras,
televisores, estufas.
4. Una bala perdida en la cuna de mi hermana. Nunca
supe como llegó ahí, quizás mis papas si y nunca me dijeron. Solo recuerdo el
hecho en sí, la bala, la bebé que no estaba en su cuna en ese momento, y lo
raro y a la vez normal que era todo.
Eso es todo. No hay más. He
pasado muchos años buscando en los recovecos de mi memoria. No sé mucho más. He
buscado, créanme. He intentado. Estoy llena de facts, y sin embargo, todavía
siento que me faltan miles de historias por escuchar.
Se acerca de nuevo el 20 de
diciembre, y ya son 25 años. Muchos años. Demasiados, si me preguntan a mí.
Demasiados para mi generación, y ni hablemos de la generación de mi hermana. Muchos
años de no saber, de no entender, de esperar una historia que no llega, no
completa.
La #memoriadetodos no basta,
no mientras la #memoriadetodos sea una cosa que resucitamos cada año durante
estas fechas, una cosa personal, una cosa privada. Ya ha pasado suficiente
tiempo. Hagamos que la memoria de todos
sea, en verdad, una cosa compartida. Hagamos patria contando una historia que
hace mucho, mucho tiempo debió ser contada. Contémosla de verdad, con ganas. Escribamos,
cantemos, pintemos, hagamos arte. Descubrámonos de nuevo en la verdad que por
tanto tiempo hemos callado. Hay gente que dice que el arte no cura las heridas.
Ay, qué triste la vida de esa gente. ¡Qué triste!
Teníamos la misma edad y básicamente los mismos recuerdos, incluyendo lo de la graduación, hace 3 años escribí algo al respecto en mi blog... :-)
ResponderEliminarMe encanta no ser la única. Acabo de ir a buscar tu escrito, y creo que somos la generación que quedo como atrapada, la gente medio que asume que sabemos, pero en verdad no recordamos lo suficiente....sigue siendo un cuento que nos dijo alguien.
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