“Cuando el teatro es
necesario, no hay nada más necesario.”
Nadie va al teatro, así que
para que inventar OTRO, me escribió alguien ayer por twitter, cuando dije que
no tenía ninguna intención de ver del debate, ya tenía una cita con el nuevo
Teatro La Estación.
Hoy, al escuchar los
comentarios, no me queda más que decir: Decisión acertada. No solo porque no vi
la cosa esa que mal quieren llamar debate, sino porque hoy estoy más convencida
que nunca que, quizás, si ponemos de nuestra parte, tal vez, a lo mejor, el
teatro, este teatro, el bueno, si pueda salvar al mundo.
Yo amo el teatro. No
pretendo ser observadora imparcial. Estuve muchos años en el grupo de teatro en
la escuela, y aunque lo mío siempre fue más escribir que actuar, cuando has
tenido la oportunidad de pararte ahí, frente a un público, de vivir ese momento
que es casi bajarse los pantalones y mostrarte cómo eres, porque desde allá
arriba es difícil esconder cosas, pues, como que nunca pierdes el amor.
Pero, quizás por eso, o tal
vez porque así nací (criticona), tiendo a ser más dura con el teatro que con el
cine, o hasta con los libros. Al cine no le pido obras maestras, solo tiene que
entretenerme. Es muy fácil tirar un libro a la basura (o, para algunos que de
verdad de verdad se lo merecen, por el balcón) cuando ya has llegado al hastío.
En una obra, y, particularmente porque, a pesar de todos mis defectos, me enseñaron
a ser cortes, uno se aguanta. ¿Qué más voy a hacer? ¿Pararme en medio de la función
y decir, chau, que va, no aguanto más?
Impensable. Yo también he
estado allá arriba.
No sé por qué, pero, además,
soy más dura con las comedias que los dramas. A lo mejor es porque soy llorona,
así que eso de llegarme al alma es más fácil que lo de hacerme reír. Comedias
tontas hay muchas (muchas, muchas, muchísimas), pero comedias inteligentes,
pfff, eso es más difícil que pedir cordura a los políticos panameños.
Hay dos méritos aquí. El de
escoger un buen texto. (Y no, no es fácil. En verdad pareciera que es MEGA difícil,
considerando las obras que he tenido la desgracias de ver) Y, claro está, el de
una puesta en escena no solo adecuada, sino maravillosa.
Con el director (ese que
nadie sabe lo que hace cuando las cosas salen bien, pero al que todo el mundo
critica cuando las cosas salen mal), no me queda más que decir, bravo. Me quito
el sombrero metafórico.
Pero, por sobre todo (y no
por eso hay que olvidar escenografía, audio, música, iluminación y todas esas
cosas que uno toma por sentado), el sombrero metafórico hay que quitárselo con
los actores. Yo no sé si esto es cuestión de gusto (seguro la respuesta es sí),
pero normalmente yo salgo de una obra de teatro diciendo, fulanito es buen
actor, menganito está más o menos bien, y el resto, ufff, que no me los pongan
en otra obra jamás.
En serio. Ese digo. Y
generalmente, porque soy así de bocona, lo digo en alto. Lo que pasa es que no
conozco a suficiente gente en el mundo del teatro como para que me odien por
eso. (Y ya que estamos en el asunto de los odios, queridos escritores, MOVE ON). Pero hay gente que hace una
obra y se creen actores. Hay gente que hacen varias obras y se creen actores. Y
luego, están los actores que vi ayer.
No tengo tiempo (ni espacio,
han visto como pretendo hablar de una cosita y termino escribiendo diez párrafos)
para hacer una reseña especifica de Toc Toc. Seguramente la haré en los próximos
días. La obra se lo merece. Pero, ahora, me voy a concentrar en los actores. Pero
no en uno solo, no. Nadie se robó la obra. O, si alguien se robó la obra, fue
un atraco en conjunto. Nadie desentono. Todos tuvieron momentos brillantes. Por
momentos, me sentí en la piel de cada uno de ellos.
Y, cuando salir, cuando salí,
me dije a mi misma…pues, podría verla de nuevo.
(DE NUEVO. UNA OBRA DE TEATRO.
CUYO FINAL YA SÉ ME. CUYOS CHISTES YA CONOZCO. SÍ. DE NUEVO. DE NUEVO, REPITO.
DE NUEVO)
Pero, aunque me gustaría volver
a verla, espero no tener la oportunidad. Espero que ustedes vayan. Llenen la
sala. Espero que no quede un solo boleto para que yo pueda ir a reírme de
nuevo. Después de todo, si vamos a comenzar con este asunto de salvar el mundo,
ya es hora de que dejemos de pensar en la política y comencemos a concentrarnos
en las artes y en la educación. Por ahí, por ahí es que esta el camino, camino,
ino, ino.
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