viernes, 25 de abril de 2014

Feliz Cumpleaños, maestro Sinán. Y feliz día, escritores!

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Hoy es el día del escritor. Bueno, del escritor panameño. Levanten la cabeza. Saquen el pecho. El día del escritor panameño. Suena bonito, y todo. Un día solo para los que nos dedicamos a esta cosa que a veces duele y otras es casi como tocar el cielo.

Ser escritor no es fácil. Repito, para que quede claro. NO ES FÁCIL. Es más hasta diría yo que la mayor parte del tiempo es condenadamente difícil. La gente tiene la impresión de que es solo sentarse, esperar que llegue la inspiración, y bum, ya estás. De ahí sale un cuento, una novela, un poema.

Pero, no es así. En el fondo, si son honestos, ustedes tampoco querrían que fuera así. Una cosa es creer en la magia de la palabra (y hay magia, eh, a veces hay tanta que asombra), y otra cosa es agarrar un libro y pensar, este tipo se dedica a esto porque es sencillo.

No. Es al revés, nos dedicamos a eso porque no lo es. 

Háganme un favor. Cuando lleguen a su casa, agarren un libro. El que sea. (Aunque, tomando en cuenta que celebramos el día del escritor PANAMEÑO, quizás sería mejor que fuera uno de los nuestros). Lean un par de líneas. ¿Les gusta? ¿Se lee “fácil”?

Si la respuesta es sí, les aseguro que costó. Y mucho.

Así es la vida, queridos lectores. Ya ustedes lo sabían, escritores míos. Y si no lo sabían, pues, mejor que alguien se los dijera. Hoy quizás no me quieran por ser yo la que transmito estas verdades, pero les prometo, algún día, me lo agradecerán. Mientras más rápido se entera uno, menos tropiezos. Escribir cuesta. Requiere pensar. Estudiar. Estar dispuesto a reinventarse cada día. Leer. Leer. Leer. Y, también, un poco de fe. Una pizca de magia.

Feliz día, escritores panameños. Gracias por las risas, por el llanto, por haberme conmovido, por haber hecho que una niña quisiera ser como ustedes. No como los de afuera. Como ustedes. Me siento orgullosa de ser una escritora en Panamá.

Y si alguien les pregunta, levanten la cabeza, saquen el pecho, y digan, con orgullo, “Sí, yo soy escritor. Y sí…vale la pena!” 

martes, 8 de abril de 2014

Vamos al teatro, vamos al teatro, amos, amos.

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                           “Cuando el teatro es necesario, no hay nada más necesario.”

Nadie va al teatro, así que para que inventar OTRO, me escribió alguien ayer por twitter, cuando dije que no tenía ninguna intención de ver del debate, ya tenía una cita con el nuevo Teatro La Estación.

Hoy, al escuchar los comentarios, no me queda más que decir: Decisión acertada. No solo porque no vi la cosa esa que mal quieren llamar debate, sino porque hoy estoy más convencida que nunca que, quizás, si ponemos de nuestra parte, tal vez, a lo mejor, el teatro, este teatro, el bueno, si pueda salvar al mundo.

Yo amo el teatro. No pretendo ser observadora imparcial. Estuve muchos años en el grupo de teatro en la escuela, y aunque lo mío siempre fue más escribir que actuar, cuando has tenido la oportunidad de pararte ahí, frente a un público, de vivir ese momento que es casi bajarse los pantalones y mostrarte cómo eres, porque desde allá arriba es difícil esconder cosas, pues, como que nunca pierdes el amor. 

Pero, quizás por eso, o tal vez porque así nací (criticona), tiendo a ser más dura con el teatro que con el cine, o hasta con los libros. Al cine no le pido obras maestras, solo tiene que entretenerme. Es muy fácil tirar un libro a la basura (o, para algunos que de verdad de verdad se lo merecen, por el balcón) cuando ya has llegado al hastío. En una obra, y, particularmente porque, a pesar de todos mis defectos, me enseñaron a ser cortes, uno se aguanta. ¿Qué más voy a hacer? ¿Pararme en medio de la función y decir, chau, que va, no aguanto más?

Impensable. Yo también he estado allá arriba.

No sé por qué, pero, además, soy más dura con las comedias que los dramas. A lo mejor es porque soy llorona, así que eso de llegarme al alma es más fácil que lo de hacerme reír. Comedias tontas hay muchas (muchas, muchas, muchísimas), pero comedias inteligentes, pfff, eso es más difícil que pedir cordura a los políticos panameños.

Hay dos méritos aquí. El de escoger un buen texto. (Y no, no es fácil. En verdad pareciera que es MEGA difícil, considerando las obras que he tenido la desgracias de ver) Y, claro está, el de una puesta en escena no solo adecuada, sino maravillosa.

Con el director (ese que nadie sabe lo que hace cuando las cosas salen bien, pero al que todo el mundo critica cuando las cosas salen mal), no me queda más que decir, bravo. Me quito el sombrero metafórico.

Pero, por sobre todo (y no por eso hay que olvidar escenografía, audio, música, iluminación y todas esas cosas que uno toma por sentado), el sombrero metafórico hay que quitárselo con los actores. Yo no sé si esto es cuestión de gusto (seguro la respuesta es sí), pero normalmente yo salgo de una obra de teatro diciendo, fulanito es buen actor, menganito está más o menos bien, y el resto, ufff, que no me los pongan en otra obra jamás.
En serio. Ese digo. Y generalmente, porque soy así de bocona, lo digo en alto. Lo que pasa es que no conozco a suficiente gente en el mundo del teatro como para que me odien por eso. (Y ya que estamos en el asunto de los odios, queridos escritores, MOVE ON). Pero hay gente que hace una obra y se creen actores. Hay gente que hacen varias obras y se creen actores. Y luego, están los actores que vi ayer.

No tengo tiempo (ni espacio, han visto como pretendo hablar de una cosita y termino escribiendo diez párrafos) para hacer una reseña especifica de Toc Toc. Seguramente la haré en los próximos días. La obra se lo merece. Pero, ahora, me voy a concentrar en los actores. Pero no en uno solo, no. Nadie se robó la obra. O, si alguien se robó la obra, fue un atraco en conjunto. Nadie desentono. Todos tuvieron momentos brillantes. Por momentos, me sentí en la piel de cada uno de ellos.

Y, cuando salir, cuando salí, me dije a mi misma…pues, podría verla de nuevo.

(DE NUEVO. UNA OBRA DE TEATRO. CUYO FINAL YA SÉ ME. CUYOS CHISTES YA CONOZCO. SÍ. DE NUEVO. DE NUEVO, REPITO. DE NUEVO)

Pero, aunque me gustaría volver a verla, espero no tener la oportunidad. Espero que ustedes vayan. Llenen la sala. Espero que no quede un solo boleto para que yo pueda ir a reírme de nuevo. Después de todo, si vamos a comenzar con este asunto de salvar el mundo, ya es hora de que dejemos de pensar en la política y comencemos a concentrarnos en las artes y en la educación. Por ahí, por ahí es que esta el camino, camino, ino, ino. 

lunes, 7 de abril de 2014

Villains we love to hate (I): Javert

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I love Les Miserables. You love Les Miserables. Everyone loves Les Miserables, especially after the movie. There are so many things that speak to us about it, the setting, the characters, the songs. Oh, yes. The songs. We might like the rest, but we really, really love the songs.

We hardly ever think about the book. Books don’t have songs, after all. (It’s true that no one told Tolkien this, but that’s another story). But behind that wonderful story, and those wonderful songs, lay the characters Victor Hugo created, and the story that, so many years ago, before I even knew that the musical existed, stole my heart.

How can you not love Jean Valjean? One wrong deed (and such a small thing, in the grand scheme of things), and yet he ends up paying for it tenfold. How can you not love Fantine, the woman who loved too much, tried too hard, and then lost it all? How can you not love Enjolras, the boy who believed in bigger things?

And, at the same time, how can you not hate Javert? He’s the perfect villain: singled-minded and ruthless. In a roundabout way, he’s even responsible for most of the woes that afflict Valjean after leaving jail. He is, after all, so relentless in his pursuit that Valjean, our hero, finds himself fleeing a happy and comfortable life, hiding for years, and then, once discovered, escaping again to protect the one person he loves desperately, Cosette.

Lately, I’ve found myself thinking about villains and about Javert in particular. I’ve hated him for a while, the true hate of someone who read the book first, and frankly, ignored him for most of the movie. (I can’t even remember the actor playing Javert the one time I saw the musical). The bad guy wasn’t worth my time, after all.

But there are villains, and then, there are villains. (It scares me to think that this is a conclusion that can only be reached when you’re, gasp, not only well-read, but mature enough).The good ones usually have a backstory. Some of them even find redemption. Others are not really villains, just men and women who, faced with a set of circumstances, did not break from the mold.

There are those characters that, for one reason or another, did not behave like heroes.  

Javert belongs to the last category. He’s, simply put, a good cop. If Valjean had done something truly horrible, then, Javert would be, GASP, the hero of this tale. Except he didn’t. Not in our perception. So, of course, Javert just needs to chill. Perspective, and all that.

Easier said than done.

The beauty of Javert, possibly the most well-rounded character in Victor Hugo’s masterpiece, is that he’s a man of black and whites. We all know people like that. It’s either good, or bad. He isn’t a villain. He’s just doing the right thing. This man stole. Not, only that, after being released, he simply disappeared. The law had branded him a dangerous man, a man who had to be under constant vigilance. And yet this man defied the law. Javert IS the law.

As the song says, the law is not to be mocked.

The theme continues right till the end. Valjean, a character much more equipped to deal in shades of grey, saves Javert from a certain death. In a lesser book, this would cause a change in the character. But some people (and characters) don’t change, can’t change.

In this particular instance, the song says it better than I could, because in the musical, Javert sings:

There is nothing on earth that we share
It is either Valjean or Javert!

As simple and as complicated as that. To a man who only understands good and evil, this world cannot hold them both. And, I said before, Javert is not a villain, not in his mind. He’s a man of honor. A man of the law. Except, in this world he finds himself in, there is no law that he can understand, no honor that can appeal to him.

In the absence of those things, there can be no Javert.

I'll escape now from the world
From the world of Jean Valjean

It’s someone else’s world now, even if Valjean will never know, never understand. Some bad guys are redeemed, others perish, a few are left to live with regrets. And, yet, others, the best kind, are simply undone by those things that, in our mind, make a hero.

Perhaps, in those cases, we should remember not just the hero. Maybe, what we need is to realize that, sometimes, a hero is only one because the villain allows him to be so, and vice versa.
 
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