lunes, 8 de abril de 2013

Margaret Thatcher, or how the way was paved.

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"If you want something said, ask a man. If you want something done, ask a woman.” Margaret Thatcher once said. In 1965. NINETEEN SIXTY FIVE. Today we like to talk about women’s rights and equality and what it’s taken to get here, a conversation that sometimes can get heated and often can turn virulent, and yet I’m not sure we ever pay enough attention to the real men and women who made this a discussion we can openly have. 

Today, we should. If, for nothing else, for Margaret Thatcher, who passed away this morning, at 87, and for the legacy she left behind. For the ideas she once defended. For what she wanted us to be, and have, and achieve. 

Now, Margaret Thatcher and I don’t agree on everything (okay, ANYTHING). Politics and ideals and the like are a funny thing, you can admire someone you have nothing in common with, and despise someone with the same values as you.  Values are not people, and the reverse also holds true. In some cases (most cases), the sensible course of action is to focus on the person, not on the ideals.  

The Iron Lady, as she is often called, was truly an example to us all. 

In a time where politics is filled with superficial men and women, with politicians too afraid to commit to anything that might hinder their rise, with ideals brandied about as a way to gain more votes, nothing more,  it’s hard to not sit down and admire a woman with the strength and determination to fight. And then fight again. And again.

Perhaps, without that example, a lot of women my age, and many who came before me, would still believe they’re not good enough, smart enough; would still  think that there are some positions that are reserved solely for men. Perhaps we wouldn’t know that we can be as good at politics, engineering, construction, and pretty much anything else we set our mind to.
Maybe, being a woman today would be much, much harder, without examples like Margaret Thatcher.

And, so, as John Steinbeck said, also a long time ago, proving that the idea of feminism as we like to use it was supported not only by women, “And finally, in our time a beard is the one thing that a woman cannot do better than a man, or if she can her success is assured only in a circus.”

Thank you, Iron Lady, for proving this point. Thank you for trying to prove all your points. Thank you, for trying. We’ll keep trying too.

martes, 2 de abril de 2013

Otros libros condenadamente difíciles de terminar

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Ya hice una lista de estas, pero es que, si esos fueran los únicos libros difíciles de leer que existen en el mundo, pues, felices seriamos todos. Pero no, la cosa se expande. Uno lee más y se va encontrando otros por el camino.
 
Obviamente (tan obvio que casi no sé porque lo digo), esta lista, igual que la otra, es una cuestión enteramente subjetiva. Tiene que ver con MIS gustos y MIS experiencias. A veces, hasta tiene que ver con el cuándo. ¿Nunca les ha pasado que han odiado un libro la primera vez que lo leen y después se dan cuenta es una maravilla? El cuándo es importante también. 

Por ahora, esta es mi lista, continuada. (Este es el post de nunca acabar). Como siempre, los comentarios son bienvenidos. 

  1. The Silmarillion, J.R.R Tolkien. Ya se habrán dado cuenta que Tolkien y yo tenemos problemas de entendimiento, pero hay que ser REALMENTE un fanático para tragarse este libro, lleno de background information y esas cosas que, aunque a veces son interesantes (énfasis en la palabra A VECES), no son realmente necesarias. Este es uno de esos libros que NI termine (y son pocos, eh). Eso sí, como somnífero, como somnífero lo recomiendo.
  2. La ciudad y los Perros, Mario Vargas Llosa. Vargas Llosa y yo tenemos problemas también, aunque estamos camino a superarlos (creo yo). He leído algunos de sus libros y los he disfrutado, pero este, este todavía me causa agrura. Y no soy la única, eh. No me gusta dejar los libros a medio palo, pero este simplemente es más fuerte que yo. Pero, como me he descubierto a mí misma disfrutando más y más de Vargas Llosa con el tiempo, algún día lo intentare de nuevo. Creo.
  3. Atlas Shrugged, Ayn Rand. Si te saltas los monólogos, la cosa es hasta interesante. (Claro, para saltarte los monólogos tendrías que obviar como 400 páginas) Y es que la idea no es mala, pero tampoco eran necesarias mil páginas de ella. Bueno, en verdad la historia es un poco densa y, por partes, demasiado filosófica, pero, quizás, sin los monólogos, me ha hubiera tragado. Quizás.
  4. The Brothers Karamazov, Fyodor Dostoyevsky. Estoy casi segura que ni Dostoyevsky mismo entiende que paso en este libro. Para comenzar hay demasiadas ideas filosóficas en algo que pretende ser una novela. Es más filosofía que novela, lo cual, supongo que está bien, pero no me lo traten de vender como literatura pura. Además, es condenadamente difícil de entender.  (Si alguien lo entendió, acepto explicaciones)
  5. Wuthering Heights, Emily Bronte. Yo amo este libro, pero, no por eso me engaño. Es requetecomplicado. Es más, es medio insoportable. Para mí es uno de esos libros que si lo lees en el momento preciso (como yo), terminas amando, y si no, pues…tiraras por la ventana al terminar, con una vaga idea de quien era quien y que pasó.

lunes, 25 de marzo de 2013

Books that make you cry …and cry, and cry.

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Some authors just have “it”. Not the normal “it”, the one that refers to this impossible to describe quality that makes some particular people so good at something that it’s almost like they were from outer space. No, I’m not talking about that (though, yes, some people are born like that). I’m talking about that thing where, no matter what they write, you end up sobbing like a baby.
(It happens. I swear)

Of course, a lot of it has to do with the subject. (And, on this, you will agree with me, some authors are big fans of the depressing stuff). It’s hardly possible to cry when good things are happening in the book. (I think). Some books you know you’re going to cry when you read the blurb in the back. And, yet, others catch you by surprise.

This is my list of sob-worthy books. (Meaning that, while reading these books, I cried so hard makeup was gone, and there was a puddle in the floor)
  1. The Fault in our Stars, John Green. I should have known. Really, I should have. Cancer patients. And yet I’d heard so much about this book, I’d decided to risk it. And I’m glad I did. It’s a wonderful book that lulls you into a false sense of security and then…rips your heart out. Oh, how I love it.
  2. The Book Thief, Markus Zusak. This one is harder to judge. It’s set during the Holocaust, so you kind of expect it to be sad and depressing, but it’s just brilliant, and sweet, and so, so heartwarming, and then…the bottom drops out in a way you won’t see coming and you cry and you cry and you cry. And then you put the book down and cry some more.
  3. Harry Potter, J.K Rowling. That’s cheating, you say! Which book? And, yes, maybe it’s cheating, because I’m pretty sure I cried like a baby during Book 5 (WHY, SIRIUS, WHY?), Book 6 (WHY, DUMBLEDORE, WHY?), Book 7, (WHY LUPIN, WHY WHY WHY?). It’s a wonder I had any tears left to cry in some others book after this series. (The worst part, honestly, was when it ENDED. That made me want to cry some more)
  4. The Time Traveler’s Wife, Audrey Niffenegger. You cried, right? Don’t try to deny it. EVERYONE cried. It was a little nice love story, and then it wasn’t, and then it made no sense whatsoever, but you didn’t care, because you were too busy, you know …crying.
  5. The Kite Runner, Khaled Hosseini. This is one of my favorite books ever. Maybe because it breaks my heart in so many little pieces, and then it tries to put them back together but never quite manages it. It will make you sob (if you have a heart, of course), and then you will dry your tears and think you’re okay, but you’re not, not really…this book never truly leaves you.
There are a lot more. (Okay, I ADMIT IT, I CRY A LOT), but these are the ones that first came to my mind. What about you? Any tear-jerkers to recommend?

jueves, 21 de marzo de 2013

Día Mundial de la Poesía

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No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira.
Podrá no haber poetas, pero siempre
habrá poesía.

La poesía y yo somos…pues, somos algo así como star-crossed lovers. Yo la amo con locura (Hasta el día de hoy todavía puedo recitar todas y cada una de las poesías que me hicieron aprenderme en la escuela, desde la Poesía Patria, hasta los Motivos del Lobo, pasando por Ñatore May y, además de esto, una buena cantidad que me aprendí por puro amor al arte, de un libro inmenso de poesía más grande que un diccionario que todavía guardo), pero ella se me resiste.

Hay gente que nació para ser poeta y yo, yo simplemente no soy una de ellas.

Al fin y al cabo somos de la misma calaña, eh, todos los escritores. El molde es más o menos el mismo. Pero para ser un poeta se requiere una sensibilidad aparte. Una forma diferente de ver las cosas. O quizás, se requiere un toque de magia, ¿Qué se yo? Una vez escuche a un querido amigo mío (maravilloso poeta) decir que las ideas le venían en verso. A mí me vienen en prosa, con personajes armados. Las frases profundas y bonitas se me resisten. ¿Qué se va a hacer?

Nunca, nunca, nunca escribiré poesía. (Y que conste que lo he intentado, eh, sino pregúntenle a Héctor Collado), pero eso no me quita el amor. No se necesita ser poeta para amar la poesía. Alguna gente piensa que sí. Algunos quieren dividir al mundo en poetas y el resto, siendo los poetas los únicos que aprecian el género. Esa gente está equivocada.

Hoy, por ejemplo, hoy me acuerdo de Amado Nervo y su Gratia Plena. De esa sensación de que no hay nada más que decir. Susurro una de las muchas poesías de Rubén Darío que sé mientras intento trabajar. Pienso en Maria Olimpia de Obaldia y su Ñatore May. Y me dan ganas de recostarme en un sillón, con una manta y Sonnets from the Portuguese de Elizabeth Barrett Browning.

Dice Bécquer, en esa poesía maravillosa que cito al principio, esa que debería ser parte de todos los afiches de este día, que poesía…poesía habrá siempre. Quizás porque la poesía está en todo. Yo no la veo, pero está ahí. Esperando al que pueda traducirla en palabras. Y, aunque bien dice el poema que seguirá estando, aunque no haya poetas…pues, me alegro mucho que los haya.

Feliz día, poetas. Feliz día, amantes de la poesía. Y, feliz día, querida poesía. Gracias por existir, por encima de todos los demás.

martes, 19 de marzo de 2013

Libros que odié la primera vez que leí y ahora amo

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A veces uno simplemente no está en el momento correcto de su vida para leer un libro. Pasa mucho más de lo que pensarían, eh. A veces, en ese momento especifico, el libro no le dice nada. No le llega al alma. Otras, quizás, no está uno en condiciones de entenderlo. Hay veces que el momento preciso lo es todo.

Eso me pasó a mí con los siguientes libros. Los odié a muerte la primera vez que los leí. Algunos de ellos hasta me hicieron evitar a sus autores por muchísimos años (error de errores). Y, luego, ya sea por pura casualidad, curiosidad malsana, o, en un caso específico, una apuesta, volví a leerlos.

Y, que bueno es que la vida nos de segundas oportunidades, ¿no?

  1. Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes Saavedra. La culpa es de mis profesores, porque, seriamente, a quien se le ocurre que una niña de 12 años puede o DEBE leer este libro. Como era de esperarse no lo entendí y no me gustó. (Si tú eres uno de esos iluminados que, a los 12, lo disfrutó, avísame y comienzo a pedir que te hagan una estatua). Años después, sin embargo, cuando me mandaron a leerlo de nuevo, descubrí un mundo de aventuras que había estado ahí, esperándome, desde el principio. Descubrí también menajes escondidos y un personaje que nunca fue simplemente lo que parecía.  Si ustedes, como yo, lo odiaron la primera vez, les recomiendo…inténtenlo de nuevo. Deléitense con ese final perfecto. Vale la pena.
  2. The Great Gatsby, F. Scott Fitzgerald. Creo que este libro también lo leí muy joven (tenía más o menos 10 y leí todo lo que había en la librería de mis padres). Me pareció aburrido y confuso. Realmente confuso. Quince años después descubrí que era una obra de arte, al punto que, hasta el día de hoy, es uno de los pocos libros que mantengo siempre en mi cuarto, por si quiero volver a leerlo. Tal vez es porque ya lo entiendo. Quizás porque puedo apreciar la escritura exquisita de Fitzgerald, y, porque ahora sueño, con, algún día, poder escribir la mitad de bien. O, a lo mejor, simplemente, porque Daisy, Tom y Gatsby, son para mí, finalmente, gente de carne y hueso y no solo personajes.
  3. Hamlet, William Shakespeare. De nuevo, quizás la culpa de todos estos males la tiene la escuela (Realmente necesitamos revaluar que libros están leyendo los jóvenes), pero es que, a los 13 nadie se identifica realmente con Hamlet. A los 13 todo es una soberana estupidez, con gente que habla sola (¿monólogos? Bah!) y un final ridículo. Doce años después, Hamlet es un genio, capaz de expresar en pocas palabras verdades profundas y el final es una cuestión sublime.
Seguramente hay bastantes más, pero estos son los primeros que me vinieron a la mente (Ahora, también puede tener que ver con que algunos libros que la gente odió en la secundaria, como por ejemplo, cualquier cosa de Gabo, yo amé con locura desde el primer momento). Supongo que, en el fondo, son la prueba de que todo en la vida merece una segunda oportunidad….hasta los libros.
 
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