Como ya les he comentado
alguna vez, soy abogada. Mi trabajo involucra, normalmente, horas en los
Juzgados, con uno que otro Juez, Secretario, colega, persona random mirándome de arriba/abajo y
haciendo juicios de valor sobre lo que tengo puesto. Se espera que las uñas no estén
muy largas, los aretes no sean muy grandes, las joyas sean mínimas (si se puede
usar perlas todos los días, pues mejor), los colores sean sobrios (crema, azul
y negro preferiblemente), los zapatos sean cerrados (y altos, sobre todo altos.
Pero no tan altos. Medio altos) y el cabello este recogido.
Al menos, eso decían mis
profesores en la universidad.
¿Exagero? Bueno, un poco.
Esto es lo que se espera, sí. No me pueden decir que no porque he sido parte de
bastantes conversaciones al respecto, he escuchado Jueces, Magistrados,
periodistas, etc, hablar sobre cómo deben vestirse las mujeres para trabajar
(se sorprenderían si les digo que tan discutido es el tema).
Yo misma he caído en la
trampa. Pasé de la libertad absoluta de la universidad (chancletas, jeans, un
top cualquiera), a la rigidez de los suits.
Falda y saco. Pantalón y saco. Traje y saco. Me compré un collar de perlas (Y
que conste que me encantan las perlas). Desterré todos mis zapatos abiertos del
closet.
Llegó un momento donde casi que
tenía problemas para encontrar ropa para salir de noche. Toda mi ropa era
seria, formal…ropa de trabajo.
Eso era lo que se esperaba
de mí. O, al menos, eso pensaba yo.
Pero resulta que a nadie le
molesta si uno, con ese traje negro, se pone unos zapatos rojos. Nadie se fija
si tu cabello esta suelto. Algunas cosas (los zapatos cerrados son un must), son más importantes que otras. Otras,
están simplemente en tu cabeza. (Y en la cabeza de algunos, no vamos a negarlo,
pero esos no son la mayoría).
A nadie le importa que le
pongas un poco de personalidad a tu outfit.
Me tomó bastante tiempo
descubrir esto. Bastante tiempo comprar tops y camisas de colores y collares
grandes de esos de moda. Bastante tiempo para, como hoy, combinar con un pantalón
negro y un saco negro, un top verde y una correa rosada.
Pero, bueno, a todos los
llega el momento ese donde nos damos cuenta que sí, la vida en verdad es
demasiado corta como para usar ropa aburrida. Y, pues, todo el mundo se merece
una correa rosada. Ah, y rosada fosforescente, eh.