Me levanto en la mañana
pensando en ponerme algo rojo, para apoyar, y todo eso, (la propaganda de
Balboa me puso sentimental, lo admito) pero tengo una reunión importante y el
rojo no es un color que grita seriedad, (esto de ser abogada te da muy pocas
opciones en cuestiones de seriedad) así que me conformo con zapatos rojos. Algo
es algo.
La calle esta de locos.
Parece que todo el mundo tiene su mente en el partido. Voy haciendo una lista
mental de todas las cosas que tengo que hacer antes de las nueve, no vaya a ser
que me quede algo para la mitad del juego. El tiempo se me pasa volando. Antes
de que me dé cuenta, el Club de Amigos Pague por Sufrir entra en sesión.
Miro la televisión con algo
de asombro durante los primeros quince minutos. Quizás me equivoque de canal,
porque, este no puede ser mi país, ¿verdad? Esta no puede ser mi selección. No,
tengo que estar soñando. Seguramente todavía es martes y no me he despertado.
Porque mi selección no toca
el balón tan bien (a veces ni siquiera tocan el balón, son los reyes del
pelotazo). No trabajan ordenado (en Panamá las ideas de orden están un poco
desvirtuadas). Los he visto muchas veces. Estos no son. Excepto que sí son. Me
lleno de emoción. Quizás, todo este tiempo, han estado jugando al despiste. Era
para desequilibrar a los rivales. Quizás si tienen una idea. Tal vez esto no va
a ser un sufrimiento.
GOL, GOL, GOOOOOOL!!!! Vamos
ganando. No puedo ni moverme. No me atrevo a respirar. No tengo mucho que
decir. ¿Y si lo salo? No, no, mejor me quedo calladita. Y luego viene otro.
Grito. Me duele el brazo izquierdo. Casi que me va a dar un ataque al corazón
(o eso o la diferencia entre una pesa de 10 y una de 15 es bastante más de lo
que pensé). Vamos ganando. Fácil. Estamos jugando bien. Los ticos no llegan.
Me permito imaginarme el
próximo partido. A Jamaica le ganamos seguro. Podemos hacerle buen partido a
México y Estados Unidos. Que traigan a Honduras! Y, de repente…mi defensa, mal
parada. Gol de Costa Rica.
Intento convencerme de que
nada ha pasado. Trato de volver a mi ensueño. Pero no lo logro. Esta película
es repetida. La he visto antes. Más de una vez. NO me gusta mucho el final.
No cambio la televisión,
pero prendo la computadora. Intento distraerme mientras escucho el juego.
Quizás así el tiempo pasará más rápido. Y, casi. Ya quedan solo diez minutos.
Ay, no. Los últimos diez. Los minutos sospechosos. (sospechantes, diría alguno)
No miro el reloj, no miro, no miro, no miro y… ¿dónde está la cámara? ¿Qué
paso?
Ah. Gol de Costa Rica.
(Totalmente perdonado el camarógrafo de RPC, al cabo que ni quería ver el gol).
Carajo, ya lo debí haber
sabido. David Samudio le trata de meter emoción al asunto, quedan seis minutos,
vamos Panamá, y todo eso, pero yo ya perdí las esperanzas. (Los jugadores
parece que también). Ni me acuerdo de mi ensueño. Ay, mi Panamá. Ay, mi Panamá.
Pita el árbitro. Mi corazón
todavía no se recupera. Me duele todo el cuerpo, como si yo hubiera estado
jugando. Hoy fui a hacer ejercicios, ¿verdad? Este dolor no es solo de ver el
juego. Ver a la selección es malo para
mí, ya lo sabía yo. Demasiadas emociones fuertes.
Me prometo a mí misma que la
próxima, la próxima no me lo tomaré tan a pecho. Desprendimiento. Solo es un
juego. JUEGO. El nombre lo dice. No es de vida o muerte.
Pero, ni yo misma me lo
creo. ¿Cuándo es la próxima jornada de sufrimiento? El Club de Amigos Pague por
Sufrir se declara en sesión permanente. Vamos, Panamá, que se puede!
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