viernes, 28 de marzo de 2014

La cultura de la mediocridad, o como ser (o no ser) escritor en Panamá.

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Ya me imagino las caras de algunos (muchos), cuando lean este artículo. O cuando lean el título, porque a veces eso es todo lo que se necesita para criticar. Es la forma de ser del panameño, me decía alguien. Le encontramos lo malo a todo. La quinta pata al gato. Nos quejamos, nos quejamos y luego, cuando terminamos, nos quejamos MÁS.

Somos de lo peor, sancionaba esa persona. Y no dejo de entender el punto de vista, eh. Excepto que no lo comparto. Primero porque generalizar es una cosa mala, malísima. Y segundo, porque, aun si tuviera que generalizar, solo me basta mirar hacia la escritura panameña de los últimos años para darme cuenta de que, cuando más necesitamos criticar, no lo hacemos.

En Panamá no existe la crítica constructiva. De a milagro existe la crítica destructiva (y esta, cuando aparece, solo lo hace para responder a vendettas personales). Aquí en este país todo el mundo escribe obras de arte, absolutamente todo el que publica tiene talento, y los libros de escritores panameños que se encuentran en las librerías son de una calidad que, para que les cuento, de aquí al Nobel de Literatura. Prácticamente perfectos. A nadie le falta una tilde. No hay errores gramaticales ni problemas de argumento.  

Somos así de buenos.

Pero el país no es culto. La gente no aprecia lo nacional, solo lo extranjero. Es una cuestión de mercadeo, de dinero. El público lector, que para colmo, es poco, se deja envolver. Ante eso, la única respuesta es no rendirse. Seguir adelante.

Así te dicen. Así me han dicho.

Nunca me había comido mucho el cuento, pero, últimamente, el cuento ha comenzado a darme un poco de rabia. Es verdad que no se leen muchos escritores panameños, es también verdad que hay libros sublimes, espectaculares, casi obras maestras que dan ganas de leer y leer y seguir leyendo, que nadie parece conocer. Hay poetas que hacen que mi corazoncito se apriete y cuentistas que te dejan sin palabras.

Pero, seamos serios…eso no es todo lo que hay. Claro que no.

Hay libros malos. Malos con mayúscula y negrita. Hay libros mal editados. Muchos. Muchísimos. Hay libros sin sentido. Hay cuentos que no son cuentos y novelas que no son novelas. Hay gente que publica por publicar, y se desaparece. Hay gente que sigue publicando aunque deberían parar. Hay gente con talento. Hay gente sin talento.

Lo que no hay es crítica.

Nos da miedo, creo. Vivimos en esta cultura de ay, fulanito es mi amigo, ¿cómo carajo le voy a decir la verdad? O, peor aún, vivimos en la cultura de: Si le digo la verdad, lo pierdo para siempre. Y yo me pregunto, ¿de verdad sería tan malo?

Ya me imagino la reacción. Crueldad inusitada. Mira esta quien se cree. Diciéndome que deje de escribir. Pero, no, no digo eso. Digo  que hay que tener la cabeza fría. Hay que mirarse en el espejo y verse de verdad. Todos tenemos algo que corregir. Todos, todos, todos. Yo cada día encuentro 7 cosas que debo mejorar (y no solamente en mi escritura).

A veces esto es difícil (borderline imposible), ya sé. Pero resulta treinta mil veces más complicado (me gustan las exageraciones*) en esta cultura de escribe escribe, publica publica, y ya está.

Quizás no me toca a mí decirlo (aunque ya era hora de que ALGUIEN lo dijera). No puedo hacer nada al respecto si nadie más dice nada. Pero si puedo, encarecidamente, pedirles una cosa. A mi díganme la verdad, eh. Cuando me dicen que algo les gustó, les emocionó, les llegó, que sea porque así fue. Y si me quieren decir que no tiene sentido, que es horrible, que lo odian, pues, bienvenido sea. Tal vez  encuentre en SUS razones, alguna idea que aplicar a mi propia vida. A lo mejor no. Pero eso ya será mi problema, no el suyo.


*Reconozco mis problemas. Es el primer paso.  

viernes, 7 de marzo de 2014

Five Stages of Writing* (Editing): Acceptance

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I’ve heard of the five stages of grief, we all have, but I’ve been thinking lately that there are, quite possibly, five stages of writing as well. (If not writing, then editing, at least. Yes. That works). They might even be the same stages. But, even if they’re not (and I’m not getting into that right now), what I’m sure is that the last stage of pretty much anything in life is this: acceptance.

Sounds profound, and yet, I promise you, it’s not. Most of us write because we have to, because there’s a story that needs to be told, and some days we feel like we’re merely the vessel. It’s the universe that’s dictating the story. And, yet, when we’re done, when inspiration dries out and your brain comes into play, the inevitable problems begin.

Why is my character doing that? What the hell is he thinking? I’ve often been faced with a blank when I try to examine my characters motives. It’s not that I don’t know the answer to these questions, it’s that I don’t realize I know the answers to these questions. The universe did not dictate the story, after all. I wrote it. I should know. Except I haven’t given it any thought. So, in truth, I don’t know.

That’s easy to fix, I tell myself. Just sit down and think about it. Except thinking and writing don’t go together. Not really. Thinking is for editing, and editing is all good, except when it’s not. Except when you overthink, not the plot (If you’re going to overthink ANYTHING, make it the plot), but the characters.

Characters are like children. (Or what I imagine children would be like). You don’t have to understand them. You don’t have to agree with them. And, if you try too hard to mold them according to your desires and expectations, then they’ll just be miserable.

So, to sum it up: You don’t have to understand your characters. You just have to love them, as they are.

Acceptance. What a weird concept, especially under the circumstances. Characters are not real, a non-writer would tell them. You create them. In a way, they’re you. And part of that might be true. But you don’t do it consciously. You pick a name and a hair color, but the rest, the rest just comes together, part magic, part dedication. I don’t know how it happens. I just know it does.

Well, no, that’s not all I know. I also know (now) that, once all of that happens, that’s when the hard work begins. The hard work of understanding your characters, of following them down the path that you chose for them while making sure they stay true to themselves. For, as someone smarter than me said “the best thing one can do when it's raining is let it rain.” 

And get an umbrella.

 
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