martes, 15 de enero de 2013

No estaba muerto, andaba de parranda…

2 comentarios
 

No les tengo que decir que Navidad ya se fue, porque, bueno, ya lo saben. Si son como yo, han sufrido las consecuencias. Por más que intentaron resistirse, tuvieron que comer tamal de olla, porque, solo lo comen para Navidad, así que no iban a decir que no. Y NI hablemos de la rosca. Ay, la rosca. Tampoco hablemos del poco tiempo que uno tiene en diciembre para hacer ejercicios, por mucho que lo quiera. 

Así que, si son como yo (admítanlo, la mayoría lo son), hicieron doscientas treinta y cinco resoluciones de año nuevo, de las cuales ya solo están cumpliendo cinco y hasta esas se ven mal. Pero ahí están, todavía intentándolo. Igual que yo. Pero, Navidad ya pasó. Año nuevo, vida nueva, dicen. Ya no tenemos que preocuparnos por el árbol, los focos, Santa y los Reyes Magos por al menos once meses más. 

O, al menos, eso pensé yo.

Resulta que yo vivo en un edificio. Esto hace el decorar una cosa bastante sencilla, árbol, uno que otro adorno, el nacimiento, y ya está. Afuera solo hay que poner una alfombra navideña, y, como hemos hecho por los últimos años, a Santa.

Tampoco es un Santa así tamaño yo, pero es un Santa respetable. Casi me llega a la cintura. No está muy sonriente, pero es de lo más elegante, ahí, con su ropa medio de seda y una campanita en el gorro. Además, es nuestro Santa. Uno se encariña con su Santa. 

Hasta que Santa desaparece. 

No, en serio. Desaparece. Un día vienes del cine y ahí está, al día siguiente sales temprano a cortarte el cabello y bam, Santa ya no está en su lugar. Supones que debe ser un error. Le preguntas a tus vecinos si alguien, sin querer, se llevó a Santa. (Cosa poco probable, Santa estaba ahí, recostado a la PARED de tu lado, nadie podría haberlo recogido por error) Nada. Bajas y le cuentas a la administradora. Nada. Le preguntas al conserje, al guardia de seguridad. Pero Santa no aparece.

Pasas las cinco etapas del duelo, Primero no puedes creerlo. Seguramente tiene que ser un error, alguien aparecerá con tu Santa de un momento a otro. Después estas muy, pero muy molesta. ¿Quién se atrevió a robarse a tu Santa? Luego comienzas a pensar en tratos. Si me devuelven a mi Santa, yo prometo ser menos Grinch el próximo año. Pero no sirve de nada. Te deprimes porque, en el fondo, querías a tu Santa. Pero no te queda más que aceptarlo. Santa ha desaparecido.

Y luego, abres la puerta un día, ya en enero, y ahí está Santa, con su misma campanita y sus ojos brillantes. ¡Ha regresado! Te pones tan feliz que no te da tiempo de pensar en lo raro que es todo el asunto. ¿Dónde estaba Santa? ¿Quién lo tenía? ¿Lo tenía alguien? ¿Cómo es que regresó?

Obviamente ya has guardado todos los chécheres navideños, así que Santa se queda en el pasillo por unos días. Al tercero de esos días te despiertas de noche para ir al baño y, antes de entrar, miras hacia un lado y ves los ojos brillantes de Santa, fijos en ti. Entras al baño rápidamente y te das cuenta que ya estas completamente despierta. Hay algo raro en ese Santa, decides. Te da un poco de miedo. Mejor guardarlo. Ya ni siquiera estas segura de que, el año que viene, quieras volver a ponerlo afuera de tu casa.

2 comentarios:

  1. que bueno que cuando menos te lo regresaron... mala onda que se lo hayan llevado pero de lo malo siempre hay que buscar lo bueno. Saludos y que tengas feliz año y Feliz Nuevo Baktún.

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  2. Feliz Año!! Ojala vengan las cosas buenas ...jajaja.

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