viernes, 27 de julio de 2012

Viernes de cuento: Síndrome de abstinencia

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Temblaba, de necesidad, de rabia, de frustración. No le agradaba esa necesidad necia que le oprimía el pecho y hacía danzar numerosas estrellitas de colores frente a sus ojos. Alucinaba que tenía una alucinación, y se despertaba en medio de una nueva, extrañando el dulce sabor de algo que nunca supo a nada. Era la ausencia, había dicho la doctora.

Aquí está, éste es el momento clave, decían, mientras mamá temblaba esa tembladera tan de ella y repetía entre murmullos ‘nunca más, nunca más’.

Y la habían encerrado en estas blanquísimas paredes blancas, donde sudaba frío mientras se llevaba las manos a la cara, aspirando algo que hace mucho tiempo no estaba allí. Olores de tiempos pasados se mezclaban con el recuerdo del sabor de aquello que siempre había querido, y que le habían arrebatado de sus manos cuando, al fin, era feliz.

Temblaba, sin falta, cuatrocientas cuarenta y cuatro veces al día, como una obsesiva compulsiva que, de repente, necesita entender todo en números para controlar el mundo a su alrededor. O quizás era que el calor había desaparecido de su mundo y de repente sufría de frío, un frío crónico que la dejada sudando mientras respiraba entrecortado y pensaba en los estragos de la ausencia.

Cuando las alucinaciones de tenerlo la dejaban, rezaba. Once veces seguidas, porque por alguna razón encontraba la claridad en la repetición continúa. Y cuando venía la oscuridad, y venía siempre, todos los días, con los brazos abiertos, como llamándola a otro mundo del que sin embargo siempre debía regresar, sentía su corazón palpitar y soñaba con no despertar jamás.

Pero siempre lo hacía. Era por las ‘medicinas’, curioso cómo no le llamaban drogas a lo que le daban, pero ella, ella era una drogadicta del montón aunque su sangre no hubiera sentido nunca más droga que la pasión, y la necesidad por él.

A veces, en sus delirios gritaba, con tanta convicción que los doctores se preguntaban la utilidad de tenerla encerrada. Podía ser una drogadicta, sí, pero su única droga era él.

*Tomado del libro "Destinos Circulares"  9 Signos Grupo Editorial, Panamá, 2010.

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