miércoles, 12 de diciembre de 2012

Personajes que te quieren y aquellos que, pues…no tanto.

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Tengo la tendencia de hablar de mis personajes (a veces hasta hablo CON mis personajes) como si fueran gente real, de carne y hueso, que a veces tienen un buen día, a veces un mal día, y, de vez en cuando, hacen algo que me pone histérica. Tengo amigos que probablemente piensan que estoy loca debido a este hábito, pero un personaje, especialmente cuando uno está escribiendo una novela, no puede ser simplemente líneas en un papel. Un personaje debe ser real, tridimensional. No es cuestión de crearlo solamente, sino de sentirlo.

Y yo, pues…yo definitivamente siento a mis personajes. 

Alguna gente dice, pero tú eres todos tus personajes. Y, seguramente, tienen algo de razón. Nadie puede inventar cosas de la nada. Algunos personajes se parecerán más a ti, otros serán tu opuesto, pero, al final, todos tendrán algún pedacito del autor, por más pequeño que sea. Quizás, por eso, es que a mucha gente le cuesta entender una de las frases más comunes entre los escritores:

Estoy teniendo problemas con mis personajes.

¿Cómo puedes tener problemas con algo que TU creaste?, me preguntan. No tiene sentido. Tú debes entender al personaje mejor que nadie. Y, claro, debería. Pero no siempre resulta así de sencillo.

Así como me imagino que deben ser los hijos, a los personajes uno los hace, y luego, ellos como que toman vida propia. Lo juro. Siempre he pensado que hay algo de magia en el proceso. Uno crea algo y luego casi cierra los ojos y…el personaje como que toma vida propia. El cuento casi se escribe solo. 

No es así de fácil con todos los personajes. Y, al menos, para mí, no tiene nada que ver con si estas escribiendo al héroe de tu novela, o al villano. A veces un personaje, por más que tú seas su creador, pues, no te quiere. Se rehúsa a hablarte. A veces hasta se rehúsa a hacer lo que tú dices. Puede ser un personaje bueno, buenecito, o el más malvado que te has imaginado en la vida. Es como pasa con las personas: con algunas tienes química, y con otras, pues no.  

Otros personajes cooperan. Hasta te dan ideas. Pero hay algunos, oh, hay algunos…pues que dan ganas de matarlos. Así de sencillo. Solo una línea.  Excepto que los necesitas. Excepto que tu historia no sería lo mismo sin ellos.

Así que vuelves al sufrimiento. Hay algunos personajes que salen fácil. Que parecen escribirse solos. Hay otros que son una tortura de escribir. Pero al final, eso son, casi siempre, los que terminas queriendo más. Lo que te costaron.

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